Capítulo 3

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Aemond Targeryn.

Príncipe Aemond Targeryn. El reemplazo.

Segundo hijo, sin título, sin tierras. En realidad tercer hijo contando a Haelena, su hermana. Es el hijo de repuesto, nadie velaba por él, ni su madre. Es tratado solo como el repuesto de Aegon, todo tenía que hacerlo por él, aprender por él, luchar por él. Su madre y su abuelo vivían exigiéndole que tenía que hacer esto, aquello, nunca hacía nada de lo que en realidad le gustar, siempre obedeciendo a todo lo que se le ordenará.Y nunca tuvo a alguien que lo defendiera, él solo tuvo que valerse por si mismo desde que tenía memoria, ni su hermano, ni su hermana, ni su madre estaban para él, mucho menos su padre. Su madre solo estaba cuando la familia de su media hermana estaba involucrada, después ni lo miraba. Era deprimente, y eso hacía doler a Aemond que siempre anhelo el amor de su madre, a veces sentía envidia de sus sobrinos, ellos lo tenían todo.

Podían decir muchas cosas de su media hermana, pero ella era una muy buena madre, siempre estando ahí para sus hijos sin importar que. Él se tuvo que aguantar las bromas de su estúpido hermano, su madre nunca hacia nada por él, nunca daba la cara por él, le decía que tenía que aguantar,  porque era su hermano, y la familia se tenía que apoyar, proteger. Sin embargo, Rhaenrya y sus hijos también era su familia. Su sangre. Pero, a la reina Alicent no le importaba eso, ella solo quería acabar con la heredera del reino. A su madre solo le importaba su venganza y no sus hijos. Ni Aegon, ni Haelena, ni siquiera él, al único que siempre mimo fue a Daeron hasta que este se fue.

Él no era importante para nadie, y nadie nunca daba la cara por él.

Hasta que Lucerys Velaryon lo hizo, y fue impresionante como esa dulce carita de bebé se ponía roja de rabia, gritándole a su hermano y sobrino por igual. Algo dentro de él empezó a quemar, algo caliente que con el paso del tiempo lo consumiría, y lo hizo más aún cuando él pequeño Luke tomó su mano para arrástralo del horrible lugar donde le hicieron aquella espantosa broma.

En realidad creyó que eso también era una broma, una broma muy cruel. Hacer que alguien se preocupe por él para luego dejarlo botado como los excremento de todas las personas de este horrible lugar.

Su primer instinto cuando Lucerys se apartó de él, como si apestara fue hacerlo sentir mal verbalmente, estaba en la punta de su lengua los insultos que tenía para decirle, para que lo deje en paz. Sin embargo, él le preguntó que era lo que realmente quería, un huevo de dragón o uno por reclamar. Al principio no supo que contestar, jamás nadie le hizo esa pregunta, nadie velaba por sus intereses, para que él realmente se planteará la pregunta, y ahora estaba ahí en la superficie de los dos, no obstante la repuesta era difícil de dar.

Al parecer, Lucerys lo entendió más rápido que él. Cuando se dio cuenta su sobrino ya estaba corriendo en la dirección opuesta y la decepción volvió a cruzar su frágil  corazón, ¿cuántas personas se tenían que burlar de él?¿cuántas tenían que jugar con él? No tenía repuesta. Decidió olvidar el asunto e irse a entrenar con Sir Criston.

Mientras blandia su espada, pensó que no debió mostrarse débil ante su sobrino, él se lo dirá a su hermano y seguirá siendo el punto de la burla de ellos. ¿Cómo pudo caer?¿Cómo dejó que sus defensas bajaran por unas cuántas migajas de atención que siempre quiso?  No tuvo repuesta porque Sir Criston le dio un golpe duro en la cara dejándolo perdido por un rato, más de lo que ya estaba.

—¿Ocurre algo, príncipe?.—le pregunto este ayudándolo a levantarse.

—No es nada.

—¿Seguro? Porque parece no estarlo.

—Lo estoy.—Sir Criston era muy bueno peleando, por eso lo admiraba, pero odiaba cuando se metía en asuntos que no le incumbia—Como dije, no es nada.—Se limpio la tierra de su traje, poniéndose en guardia otra vez—Una más.

Renace El Dragón: Evitando La Danza De Dragones Where stories live. Discover now