Cap. 6 | Odio en su máxima expresión.

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Integra pudo dejar pasar lo ocurrido entre su subordinado y su interés amoroso. Se convenció a sí misma de que Alucard no estaba al tanto de la apariencia de Sir Kennedy, por lo que fácilmente se confundió y lo atacó pensando que se trataba de un intruso en la mansión. No le preguntó directamente si su teoría era cierta, sin embargo, no era necesario, el vampiro no aceptaría un error como ese.

Como era de imaginarse, Vincent no volvió al hogar de Integra tras ese suceso. La rubia lo entendió completamente y la rutina de ser ella la que lo visitara volvió, cosa que no le agradó al rey de la no vida.

Al cumplirse exactamente una semana desde su intento de homicidio, Alucard esperó a su ama en su habitación, sentado en la cama de la líder, acariciando las sábanas y husmeando entre los cajones... No en busca de ropa interior, más bien deseaba tener la suerte de toparse con un diario o cartas de amor entre ambos tórtolos. Nada, ni señal de una relación.

En un golpe de suerte, justo después de que hubiese guardado todas las pertenencias de Integra en su lugar correspondiente, ella abrió la puerta dando aviso a su llegada. Alucard la miró de pie en medio del cuarto, ella suspiró cansada de todas sus actividades en el trayecto del día y cerró la puerta restándole importancia a la estadía del vampiro. Se fue a sentar al borde de su cama, quitándose los zapatos de vestir.

—¿Estabas con ese hombre de nuevo? –cuestionó el pelinegro.

—Lo estaba. Apenas llego. –replicó Integra, ahora deshaciéndose del saco y moño en su vestimenta.

El más alto desvió la mirada. Vaya asco le daba imaginarse a su ama besando a ese hombre indigno del amor de tan bella dama.

—Integra... –una pausa. No se sentía seguro de preguntar. —¿Sigues siendo virgen?

Saltó directo al grano. Las acciones de la mencionada se detuvieron de repente quedándose estática: ¿A qué venía esa duda? Cerró los ojos y nuevamente suspiró, su sirviente era impredecible a veces, casi siempre, y eso la irritaba porque él no conocía el límite entre la interacción normal y el acoso.

—No debería importarte si sigo virgen o no. –le respondió. Pudo haberle dicho un «sí o no», pero en su lugar hizo enojar al vampiro, gruñó en un tono bajo frunciendo el ceño.

La mujer mordió su propio labio inferior arrepintiéndose de extender más el tópico. Se rascó la mandíbula y se levantó yendo a su clóset, abriéndolo, buscando y escogiendo una de sus tantas pijamas, todas del mismo tono blanco.

—Me importa, Integra. –habló el nosferatu aproximándose a su ama lentamente.

La humana le sonrió de lado, pensando que ese enojo fue parte de un juego, el vampiro la solía vacilar muy a menudo. Terminó por asentir con la cabeza a su incógnita y retirarse al baño de su pieza con el propósito de cambiar sus ropas. No tardó nada, fue cuestión de minutos, pronto estuvo de vuelta en la alcoba con su subordinado, riendo por aún tenerlo allí.

—¿Acaso no tienes nada mejor que hacer, conde? –su forma de llamarle captó el interés del pelinegro.

La acompañó a su cama, ambos se sentaron uno al lado del otro, mirándose en silencio, un rostro tranquilo por parte de la rubia y uno más serio rozando a enojado en el caso de Alucard.

—¿Qué te traes con Vincent? –cuestionó el vampiro. Ya estaba harto de no obtener la respuesta que quería escuchar, se veía obligado a ser más duro y directo con su propia ama.

Pero a ella le molestaba lidiar con la curiosidad del mayor, suspiró con pesadez borrando de su rostro esa pequeña sonrisa y se puso de pie, alejándose hasta dar con el tocador cerca de su cama. Se miró al espejo, tenía unas bolsas bajo los ojos producto del cansancio y eso que no podía ver bien las enormes ojeras alrededor.

She's not mine [AluGra]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora