Cap. 10 | Sirvientes en apuros.

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Mientras en la mansión Hellsing ocurría de todo, mientras Alucard e Integra peleaban al grado de terminar en una lluvia de balas y una confesión amorosa inesperada, Louis y Seras seguían varados en aquella casa abandonada en un lugar irreconocible por ambos, con un cadáver descansando en el piso y con una ligera llovizna azotando en el extenso campo lleno de ganado, la única imagen a través de las rotas ventanas.

La humedad de su refugio iba en aumento ocasionándole problemas a la joven vampiresa por su naturaleza contra el agua. El mayordomo la miraba sumamente preocupado, ajeno a su situación, creyendo que se trataba de un posible resfriado que la había dejado tan vulnerable.

—Señorita Victoria... ¿Qué es lo que le pasa? –cuestionó usando un tono suave a la vez que se acercaba a la susodicha. —La veo muy débil, ¿Está usted bien?

—No lo estoy. –replicó Seras inmediatamente. —El agua... El agua daña a los vampiros y aquí está muy húmedo.

Con que era eso. El hombre no sabía ese importantísimo dato. Miró a los alrededores localizando una esquina totalmente seca.

—Venga, por favor. –le pidió Louis, tomando el brazo de la chica policía para ayudarla a andar hasta ese lugar sin agua ni humedad. La chica le sonrió a modo de agradecimiento, pero su rostro seguía viéndose enfermo.

Tal vez tenía otra cosa... Y creía saber de qué se trataba. Recordó todas las pláticas que sostuvo con su ama en base a la alimentación de la rubia de pelo corto.

—Disculpe, señorita Victoria... –habló el hombre mayor. —¿Usted ha seguido sin tomar sangre como me ha comentado Sir Integra?

Fue descubierta, su patético estado era ocasionado por la falta de sangre. Seras asintió avergonzada de sus pocas agallas, Louis guardó silencio y se sentó en el suelo quedando cara a cara con la chica, el mayordomo estaba preocupado por ella y por lo que podría pasarle si se debilitaba aún más de lo que ya estaba, ¿Acaso moriría también? Ojalá no.

Los ojos de la vampiresa no miraban a ningún lado en específico, se movían como implorando ayuda, estando semi cerrados, parpadeando lentamente, el hombre no pudo quedarse más tiempo de brazos cruzados y se levantó del suelo en busca del cadáver de Jayden. Lo miró abultando los labios y, algo inseguro, arrastró el cuerpo sin vida hasta dejarlo frente a la rubia, ella abrió los párpados sorprendida, pues entender el mensaje fue algo fácil.

—No lo haré... –murmuró con voz frágil. Incluso en esas circunstancias dejaría como última carta el beber sangre. Culpaba a la lluvia de su estando, engañándose a sí misma y esperando burlar al mayordomo.

Pero no ocurrió como esperaba, el hombre buscó la mano derecha de la joven mujer y la tomó, mirándola intensamente, dejando ver su clara preocupación que terminó por incomodar a Seras, hacer sufrir a terceros por culpa de su incompetente actitud le dolía más que cualquier insulto o coqueteo vulgar. Suspiró, por instantes juró escuchar al ya fallecido Pip Bernadotte hablándole al oído, diciéndole que fuese fuerte, que tenía que sobrevivir.

«Este hombre está viendo por ti, mignonette. Sé la chica valiente que fuiste cuando morí y bebe la sangre de ese tipo... ¿Es que acaso no oíste sus últimas palabras? Literalmente fueron 'Aliméntate, Seras'.»

Era la voz de Bernadotte haciendo presencia en la consciencia de la vampiresa. Sus ojos derramaron lágrimas color carmín, lo sabía, tenía presente el tener que beber sangre pero amaría poder evitarlo y mantener la fortaleza que con trabajo consiguió al consumir la de su amado francés.

«Adelante... Tienes que sobrevivir, Victoria, sé una buena chica y házle caso al anciano.»

Seras sintió que vivía una clase de Deja vu ante el mensaje de su querido Bernadotte. No deseaba que el alma de ese hombre fuese a darle un sermón cada que se debilitara y estuviese en problemas, se daría a la tarea de superarse a sí misma y ser capaz de beber sangre siempre que lo necesitara.

She's not mine [AluGra]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora