Alucard se gastó las horas pensando y pensando, así como lo habría hecho desde hace días ya, pero ahora planeaba algo mentalmente, un movimiento infalible que le aseguraba la vida eterna al lado de su ama. Hizo de lado la poca moral que le quedaba, casi inexistente pero que seguía viva gracias a la humanidad de Integra.
Su plan era muy simple y macabro; esperaría a que cayera la noche para irrumpir en la habitación de su ama y, aprovechando su dormitar, le mordería el cuello y chuparía toda su sangre hasta convertirla en una de los suyos. Quisiera o no, le dolía mucho que esa idea se le hubiera cruzado por la cabeza pero no negaba que era una genialidad.
Suspiró, quedaban un par de horas antes de que Hellsing fuera a dormir. Si algo tenía grabado en la memoria era el horario de esa mujer. Ventajas de haber compartido tantos años juntos bajo el mismo techo.
En cuanto a los demás en la mansión... No se preocupó mucho por eso, no necesitaba deshacerse de nadie, Integra no contaba con guardaespaldas que la cuidaran al dormir, eso sería ridículo.
Dejó que transcurriera más tiempo del planeado y con toda tranquilidad subió a la pieza de su ama, yendo directo a su interior al teletransportarse. La vió dormida, no parecía descansar dado a que su rostro no mostraba tranquilidad, se veía muy tensa y a veces hasta apretaba los labios en señal de disgusto.
—Tal vez ya sabes a lo que vengo. –dijo Alucard como si ella le escuchara, luego se fue acercando a paso muy lento pero seguro tratando de hacer el menor ruido posible.
Cuando llegó, en lugar de ir directo a morderla, se sentó en el borde de la cama, miró al suelo y suspiró, sintiéndose muy extraño. Jamás le había faltado voluntad para llevar a cabo todo lo que se proponía, pero al tratarse de una mujer a la que vió crecer y que además admiraba se sentía mal, raro, un mal sabor de boca.
¿Convertirla en una vampira era lo que quería? Lo hizo con Seras hace no mucho tiempo y, aunque no se hubiera arrepentido hasta el momento, todo cambiaba si era Integra. Ella siempre fue la humana con el espíritu más fuerte que pudo haber conocido en sus más de quinientos años de existencia. Nunca se rendía, siempre a la cabeza sabiendo manejar las cosas... en opinión del nosferatu, la rubia merecía la inmortalidad más que él, no obstante, quitarle su derecho y privilegio de morir por algo tan banal como es el amor no lo dejaría satisfecho consigo mismo.
De repente agitó la cabeza. Ya se le habían ido varios minutos pensando y dándole millones de vueltas a la situación.
«Déjate de idioteces, Alucard, házlo.» se dijo mentalmente.
Y así, con algo más de confianza en él, se levantó y dió la vuelta sólo para ver claramente a su ama apuntándole con un arma; lo había escuchado, de algún modo. O tal vez había sentido la presencia de su oscuro ser en la habitación.
—Lárgate de mi habitación, Alucard. –dijo ella fríamente con un claro enojo en su cara.
«Esa mirada otra vez…» pensó el monstruo.
El vampiro en lugar de obedecer como un buen sirviente, hizo todo lo contrario. No lo pensó, por reacción se lanzó contra su ama aventando su arma al piso, posteriormente la tomó de las muñecas y la recostó en la cama, quedando él recargado en su cuatro extremidades sobre la mujer, sin aplastarla o recargar el mínimo peso sobre su persona.
Los dos hicieron contacto visual. Integra pudo haber gritado y pedido ayuda pero no gustaba de deleitar el oído del ex-conde; ella lo conocía muy bien y sabía que los gritos lo alterarían más y lo incitarían a apresurar lo que sea que fuera a hacerle. La rubia cerró los ojos harta, toda la ansiedad y mal rollo que sintió antes de irse a descansar no fue en vano, y sobre ella estaba la razón.
—¿Por qué no simplemente me dejas en paz, Alucard? –preguntó la líder con voz suave, ocultando el mar de otras emociones negativas que sentía.
—No puedo... –pausó él apretando la mandíbula. —Y no entiendo porqué.
—Estás confundiendo las cosas, Alucard, crees saber lo que sientes por mí pero estás equivocado... es imposible, tú ya te has olvidado de lo que significa amar. –a pesar de la serenidad con la que Hellsing hablaba, su cabeza empezaba a doler.
Y ese dolor fue lo que la convenció de no dejarse mangonear por quien se supone era su sirviente. Ella era la que estaba al mando, ¿No era así? Y el pelinegro tenía que obedecer a todas las órdenes que ella le diera, así tenían que ser las cosas, no había razón por la que ella tuviese que sentir tanto miedo, tantos dolores de cabeza, tantas ganas de tirar la toalla.
Con la fuerza suficiente tanto en sus piernas como en su espíritu, Hellsing tomó desprevenido a Alucard con patadas sin sentido en el torso del nosferatu. Podría verse tonto de buenas a primeras, pero pudo desconcertar al vampiro y darle un poco de ventaja a la rubia, sólo un poco, pues el varón no le permitió a la británica salirse con la suya.
Aplicó más fuerza en los agarres que tenía en las muñecas ajenas, pasando su mano derecha hasta la cara de Integra la cual cubrió con toda la extensión de su palma, moviendo la dirección de su cabeza hacia el costado derecho dejando al descubierto el cuello intacto de la humana.
Era ahora o nunca, su platillo estaba servido en bandeja de plata, era la única oportunidad que tenía de darle la inmortalidad a su ama.
Sin pensarlo más, acercó sus afilados y temibles colmillos a esa hermosa piel color canela. El tiempo pasó en cámara lenta, Integra ahogaba los gritos en el guante blanco de su sirviente, nadie podía escucharla, era su final.
Realmente sería convertida en vampiresa aquella madrugada.
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She's not mine [AluGra]
FanfictionCuando la conoció no entendió que era una piedra preciosa, tuvo que esperar a que los años le dieran una cachetada y le hicieran mirar a la hermosa figura femenina de la mujer a la que llamaba su ama. Sus ojos jamás se apartaron de ella una vez se p...