Cap. 12 | Las palabras sobran.

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Han pasado dos días desde que Seras y Louis regresaron a la mansión Hellsing, todo ha estado tenso, en muy raras ocasiones se le puede ver a Integra en algún lugar que no sea su habitación o su despacho, siendo que en el pasado solía dar un rondín por los cuarteles asegurando que todo fuera en orden.

El mayordomo de la casa notó tan claro cambio de actitud y con el fin de animar a su ama, preparó una merienda de media tarde, cocinando unos bocadillos los cuales acompañaría con algo de té en la terraza de la casona.

Era sábado, el trabajo disminuyó lo suficiente, si Integra se negaba a asistir era porque tal vez estuviese deprimida. Louis averiguaría qué era lo que su jefa sufría a toda costa.

—¿Y qué cree que le pase? –preguntó Victoria, quien ayudaba a su mayor a acomodar las cosas.

—No lo sé, lo que ocurrió en nuestra ausencia la marcó, ¿Lo notó, señorita Victoria? –le respondió él, dejando salir un suspiro. —Se la pasa encerrada, sólo Dios sabe qué hizo Alucard.

La vampiresa suspiró, sentada en la sombra que le proporcionaba un paraguas una vez había acabado. No tenía permitido dar sorbo a su té hasta que la líder llegara a ellos.

Para ser sinceros, ninguno de los dos creía que la líder fuera a aparecerse, así que verla llegar fue una sorpresa para ambos, quienes dirigieron la mirada a ella rápidamente, felices. Louis de inmediato se abrió la silla que tenía preparada para su ama, invitándola a sentarse, la mujer accedió en completo silencio. El hombre de canas claras la imitó y tomó asiento a un costado de la cabeza de Hellsing. El té estaba recién servido y los bocadillos tenían una temperatura aceptable gracias al clima que se disfrutaba esa tarde.

Ninguno dijo nada, comían y tomaban lo que había en la mesita pero no había alguna charla de por medio entre los tres. Era hasta incómodo, pero todo acabó una vez Victoria tuvo suficiente de esa negativa por parte de los otros dos por hablar. Tratando de no oirse muy nerviosa, hizo la taza de té ya casi vacía a un lado y se giró dirección a Integra.

—Disculpe... –le llamó la atención con éxito, pues ella había volteado a ver a la vampiresa, expectante. —Sé que la estamos muy bien sin dirigirnos la palabra pero tengo una duda que no me deja dormir, verá ...

Detuvo su hablar para inspeccionar la cara de su ama; parecía sería, una cara de póker, era difícil poder adivinar qué era lo que sentía.

Más nerviosa que antes, Victoria continuó.

—Perdóneme si soy directa, pero, ¿Qué siente usted por Alucard? –volvió a pausar, menos tiempo que antes. —¿Usted lo ama? ¿Sería capaz de tener una relación con él? No soy tan tonta, yo sé que él tiene sentimientos por usted y es por eso que necesito saber si él es correspondido o no, tal vez la negativa de su ama provoca que actúe sin pensar.

—Y no estás equivocada, Seras. –le interrumpió Hellsing, desviando la vista. —No te equivocas...

—Madame, ¿Qué es lo que piensa hacer para calmar todo? –dijo Louis. —Sé que esta merienda la preparé con el propósito de olvidarnos de la tensión pero, siendo honesto, también tengo ganas de saber qué es lo que pasará entre ustedes.

Integra recargó ambos codos en la mesa, posando las palmas de sus manos en su frente. El dolor de cabeza que habría estado sufriendo esos últimos días volvió repentinamente; estaba cansada, harta, pero igualmente veía cosas buenas en contarle a sus subordinados lo que sentía, desahogarse, escuchar sus sugerencias y opiniones ante el qué debería hacer con todo. Se preguntaba si había forma de hacerle entender por las buenas a Alucard que no había forma de que los dos acabaran juntos.

—No lo amo. –sentenció con voz firme a pesar de su posición que la hacía lucir agobiada. —Él gusta de mí pero yo no puedo ni podría corresponder a sus sentimientos. Admito que me encuentro confundida con respecto al tema, pero igual sé que el miedo que siento cuando él se materializa cerca de mí no es amor.

Seras creyó que tendría alguna clase de sentimientos por Alucard, tal vez un querer como amigos o como compañeros pero saber que se asustaba cada que se aparecía la hizo suspirar y dejar caer los hombros; sintió lástima por los dos.

Abrió la boca queriendo decir algo más pero se negó a hacerlo y sólo abandonó el lugar poniéndose de pie y retirándose sin agregar algo, justo como su maestro. Integra la estaba pasando mal, hacer más preguntas o comentarios al respecto la podría hacer sentir peor... Y Victoria no buscaba eso, obviamente.

Anduvo por los pasillos cabizbaja, pensando y pensando, mordiéndose los labios hasta causarse heridas. Entre constantes suspiros y tics nerviosos, se atrevió a bajar al sótano donde su maestro posiblemente descansaba. Entró temerosa, bajó las largas escaleras a paso lento y cuando al fin pudo divisarlo a lo lejos sentado en su silla, puso una cara triste.

Lo que pensó en el camino era difícil de decir.

—Ma-Maestro... –tartamudeó Seras a la vez que seguía cortando distancia.

Alucard no estaba dormido, no había dormido en días, sólo se sentaba en su 'trono', miraba al suelo y se perdía en sus pensamientos durante horas y horas, justo como en el momento que Seras llegó. Alzó la mirada desganado y guardó silencio.

—Lo siento si interrumpo algo... –Victoria rió sin motivo, producto del nerviosismo. —Verá... Quiero hablar con usted sobre lo que está ocurriendo en la mansión... Ya sabe, con nuestra ama.

—Sé que sabes todo. –comentó Alucard. —No quiero que una vampira principiante como tú me diga lo que está bien y lo que está mal, no tienes ni idea.

—Puede que sea una novata en la no-vida, pero comprendo a los humanos mejor de lo que usted lo hace, maestro. –alegó la vampiresa con un tono más firme que antes. —Puedo entender los sentimientos de una humana, puedo saber cuando algo es correspondido o no.

—¿Qué quieres decir con eso último, Draculina? –preguntó el pelinegro poniéndose de pie, queriendo intimidar a su aprendiz con la diferencia de estaturas, pero no pasó. Ella iba enserio.

—Sir Integra no lo ama. –soltó la joven. —Si usted la ama de verdad no debería hacerla sentir enojada y agobiada como lo está ahora. La mujer fuerte que una vez fue se ha desvanecido y ahora sólo tenemos a una líder que teme por su vida, ¡Todo es culpa tuya, Alucard! –el nosferatu se sorprendió, era la primera ocasión en la que Seras lo llama por su nombre. Sintió una corriente pasar por lo largo de su espalda.

Alucard era claramente más poderoso que la chica frente suyo, pero no existía el deseo de herirla por lo que dijo. No comentó nada que no supusiera él mismo, pero el hecho de que ella fuera más humana que vampiro hasta el momento le hizo creer en la veracidad de los hechos.

—¿Y qué quieres que haga, Seras Victoria? Si tanto entiendes a los humanos como dices... ¿Qué sugieres? –

—Por favor no insista. –respondió de inmediato la rubia. —No haga que el amor lo vuelva ciego, lo que usted hizo fue digno de un acosador, no de un amante.

La chica tenía tanta razón que le irritaba.

El hombre se volvió a sentar en su silla e ignoró por completo la presencia de la joven por un buen rato, por horas, no supo en qué momento se desapareció del sótano.

Todo era tan difícil para él, para alguien que llevaba siglos sin ser humano, pero que amaba a uno.

¿De verdad se iba a dar por vencido tan fácil? ¿No lo volvería a intentar una última vez?

La necesitaba, la necesitaba de una forma tan enfermiza que decidió tirar a la basura las palabras de Seras y planear en su soledad el siguiente movimiento.

She's not mine [AluGra]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora