• IX •

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Kyle corrió sin mucho rumbo por los pasillos del palacio. Hasta que por pura casualidad llegó a su habitación, por fortuna estaba vacía y aún no había llegado Tweek. Se aventó a la cama con su cara tan roja como un tomate. Comenzó a dar pataletas en esta, sintiéndose tan miserable y avergonzado. 

Pocos segundos después, como si lo hubiese invocado, escuchó que golpeaban su puerta. Pero poco le importó. No iba a abrir. La persona que llamaba de seguro supuso lo mismo, así que entró de todas formas. 

— ¡Kyle! Kyle ¿Por qué no abres?

Cuestionó Kenny al entrar. Él lo vió correr, por lo que preocupado decidió verificar que todo estuviese bien.

Se acercó a él al verlo tan alterado.

—Kyle ¿Qué pasó? ¿Por qué corrías? ¿Por qué estás tan rojo?

Sin poder aguantar más, se levantó de la cama y buscó su pizarra sin éxito. Recordó que la dejó en el despacho del culo gordo. Dio varios pisotones en el suelo, desesperado. Kenny lo miraba asombrado, pues nunca antes lo había visto hacer esas rabietas. 

El rubio tomó papel y tinta del escritorio, recordándole que había más en esa habitación que una pizarra. Exasperado, Kyle lo tomó y de forma violenta y agresiva comenzó a escribir. 

—«Casi besé a Eric... ¡CASI BESÉ A ERIC!».

Kenny miró esas palabras pasmado.

— ¿Cómo que casi besaste a Cartman?

—«CASI BESÉ A ESE HIJO DE PUTA».

El rubio se llevó las manos a la boca para contener su emoción.

— ¿Y qué pasó? ¿Por qué dices que "casi"?

—«El idiota me rechazó... KENNY, ERIC ME RECHAZÓ, ME RECHAZÓ».

Kenny leía pasmado y tomando asiento.

—Mierda...

Fue lo único que pudo decir.

—«Kenny ¿Qué voy a hacer? Eric me rechazó, no quiso besarme ¡Voy a transformarme en espuma! ¡Eric me odia! ¡Me odia!». 

En su caligrafía podía verse su desesperación, miedo e incertidumbre, y hasta quizás tristeza.

Había sido rechazado. Fue un sutil "no". El príncipe Eric rechazó sus sentimientos. No lo miraba de la misma manera. Aún si él era humano era un amor unilateral. Quería morirse, pedía que su tormento se acabara y que la bruja del mar viniese a convertirlo en espuma de una maldita vez.

Y aunque no lo dijese en voz alta o no lo escribiese en esas hojas en blanco, Kenny podía comprender esas expresiones tan dolorosas y las lágrimas que se desbordaban de sus mejillas. Pasó su brazo por su espalda para abrazarlo y consolarlo.

—Kyle...

Fue interrumpido antes de poder decir algo.

Tweek entró a la habitación cargando en sus brazos una docena de barras de chocolate. 

— ¡Ahg! Perdón por entrar, pero llevaba rato tocando y no me abrían —señalaba Tweek con sus típicos tics —. Su alteza me ordenó traer estos chocolates al joven Broflovski... Oh... Perdón ¿Interrumpo algo?

Tweek junto a Butters eran de los pocos que hablaban con propiedad y respeto del príncipe. 

—Tweek... Déjalos en esa mesa y sal por favor —pidió Kenny mientras abrazaba el pelirrojo que lloraba mudamente.

—E... Está bien —asintió más nervioso de lo usual por la situación y dejó los chocolates donde le indicaron.

—Y Tweek —lo llamó Kenny antes de que este saliera —. No digas nada sobre esto, por favor.

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