El Tritoncito

• XXI •

Kenny caminaba de vuelta a la playa, donde dejó a Kyle. Miraba aquél pequeño frasco con un líquido de color rosa que le dio Henrietta por si la situación iba en declive. En esa ocasión él mismo dijo que no sería capaz de usarlo, pero tampoco era capaz de dejar morir al tritón de esa manera. Con un pesado soplido decidió proponérselo, acaba de verlo tan derrumbado y decaído que tal vez accedería por cuenta propia. De esa manera no sería tan difícil para él drogar a su mejor amigo a escondidas. 

Al llegar a la playa se encontró con un Kyle dentro del mar —hasta las pantorrillas, tampoco tan profundo —, eso le extrañó y corrió hacia él; metiéndose también. Las suaves olas se rompían al impactaren ellos. Miró que el pelirrojo se encontraba absorto en sus pensamientos, con una vista perdida al horizonte. Pensó que en ese momento de tranquilidad sería oportuno hablar de su última idea.

—Ricitos... Mira —le llamó obteniendo su atención y mostrándole el frasco —. Me lo dió Henrietta, dijo que podíamos usarlo en caso de emergencia. 

Kyle lo interrogó con la mirada. Había dejado su pizarra en la silla y no podía comunicarse del todo. Pero el rubio entendió. 

—Mira, yo sé que no te gustará la idea, pero podría ser lo único que nos quede si de verdad Cartman se volteó en nuestra contra —alargaba la explicación con nerviosismo —. Este frasco... La verdad no estoy seguro de lo que es, pero Henrietta dijo que era como un tipo de "afrodisíaco". Solo deben de beberlo tú y el gordo, y así él se sentirá atraído a ti por unos 30 minutos. Podrías aprovechar y besarlo... Solo sería cuestión de organizarnos para conseguir juntarlos y... 

Su explicación fue interrumpida. Kyle le quitó el frasco y lo aventó con todas sus fuerzas hacia adentro del océano. Por los primeros segundos Kenny lo miró impactado y su paciencia se acabó. 

— ¿Qué mierda, Kyle? ¡Si no querías usarlo no tenías por qué aventarlo! —exclamó Kenny desesperado y siguiendo al pelirrojo que salía del mar, encaminándose con pasos pesados a la silla — ¡Te das cuenta que esa pudo haber sido tú única oportunidad de salvarte! ¡Y la tiraste al mar! 

—«No voy a usar eso. Voy a besar a Cartman, pero no con esas tácticas tan bajas» —escribió con una actitud firme. 

— ¡En este punto no importa si es inmoral o no! ¡Puta madre, Kyle! ¿Quieres morirte? ¿Qué te parece si mejor te ahogo aquí mismo, en el puñetero mar? 

—«No. Ya lo decidí. Hoy mismo volveré al castillo y veré a Eric».

Esas palabras dejaron callado al rubio. Cuando lo dejó en esa playa hace unos momentos él estaba hecho un desastre, totalmente quebrado y sin espíritu; pero ahora tenía una mirada decidida y una postura firme. 

— ¿Con qué te drogaste mientras no estuve? —lo miró con desconfianza.

— ¡Chicos! —les gritó Bebe desde adentro del mar.

Capturó la atención de ambos y corrieron de vuelta al océano. Esta vez tuvieron que meterse más profundo, un poco más arriba de sus cinturas. Kyle abrazó a la rubia sin pensarlo dos veces. Ella se sorprendió de ese acto, pero también respondió sujetándolo con cariño. 

—Kenny ¿Ya pudieron hablar con ese tal Cartman? —preguntó David con preocupación. 

—No. Seguimos en proceso de —el rubio encogió sus hombros con desánimo. 

—Kyle, tu mamá... Tu mamá pidió verte hace un par de días —revelaba Bebe —. Sé que no es el momento para decírtelo, sabemos que ahora tienes otros problemas. Pero ya no sabemos qué hacer.

Eso lo dejó un poco desconcertado. Fue una noticia que no esperaba y lo tomó totalmente desprevenido. Pero hace unos momentos ya había tomado una decisión. Sacó una daga que siempre cargaba consigo, esa misma daga que una vez Cartman le arrojó. Desde aquél día prefirió cargar con ella, por cualquier emergencia. Cortó uno de sus tantos mechones de su rojo cabello. Se lo entregó a Bebe, quien lo miraba confundida ante ese acto. Tomó su pizarra y escribió: