• XXIV •

907 137 105
                                    

— ¡Encuentren a ese maldito obeso!

Gritaba a Yentl a los guardias, desesperadamente, por no hallar al príncipe Eric por ningún lado. Lo había dejado por un pequeño momento solo y cuando volvió este no dejó ni un mísero rastro. Mordía sus uñas, impaciente. No podía estar muy lejos. Ya estaban en mar abierto y no había forma de que no se encontrara dentro de ese barco. 

Estaba impaciente porque su conjuro para cambiar de forma estaba cerca de caducar. No podía mantenerlo al mismo tiempo que contenía la maldición del tritón y el control mental del príncipe. Pero entonces sintió como este último de la nada se "evaporó". Fue como cortar una cadena que sujetaba firmemente. Estaba incrédula ¿Cómo pudo romper su hechizo? Dio varios pasos harta, mordiendo su labio inferior con furia. Pero paró cuando llamaron a la puerta. Planchó su vestido de novia rápidamente e intentó presumir una expresión calmada e indiferente.

—Pase —permitió con elegancia.

—Oh, Yentl —entró la reina Liane con preocupación — ¿Ya encontraron a mi hijo? Oí que se escapó ¿Cree que se haya arrepentido de este compromiso?

—Su majestad, me temo que puede que sea así —no pudo evitar bufar con enfado —. Pero no es nada que no se pueda arreglar. Ya mandé guardias a buscarlo, cuando lo encuentren lo traerán de vuelta y volveré a "charlar" con él.

—No puedo creerlo.

Suspiró Liane tomando asiento en una mesita yYentl hizo una expresión de desagrado. No la quería ahí, a nadie en realidad,se sentía exhausta y lo que menos deseaba en esos momentos de presión era teneralguien a su alrededor. Necesitaba "concentrarse". Pero la reina eramuy despistada y no notaba que no era bienvenida. 

—Mi pobre calabacín... Tal vez no debí presionarlo, esto de casarse tan rápido con usted. No lo digo para ofenderla. Pero pienso que esta boda es demasiado apresurada...

— ¿Y qué sugiere, su majestad? ¿Quiere cancelar la boda con los invitados ya presentes? —Yentl arqueó una ceja y dijo en tono de burla —. No hay nada que podamos hacer, hoy me casaré con su hijo. 

— ¿Y si lo extendemos a mañana...?

La reina Liane no paraba de discutir el tema. Estaba preocupada por su hijo, que se fuera sin decir nada le parecía una mala señal y era comprensible. Acababa de "terminar" con aquél dichoso prometido que él mismo le dijo "amar". Casarse con otra persona de un día para otro debía de serle demasiado. Se sentía mal por presionarlo tanto, y por ello se desahogó con Yentl; contándole todas sus penas, como era que se sentía la peor madre de todas, a pesar de que siempre actuaba con la intención de hacerle el mejor bien a su hijo de alguna forma siempre terminaba perjudicándolo.

Yentl bufaba y tomaba asiento, cruzándose de brazos y piernas. Lo que menos quería en ese momento era escuchar los problemas de madre e hijo. Le importaban un culo. Pero no tuvo de otra que fingir una sonrisa y escuchar los sollozos de su futura suegra, asintiendo o disintiendo de acuerdo a la expresión que surgiera. 

Así fue durante un buen rato. Solo pedía internamente que los guardias entraran y anunciaran que encontraron a la bola de grasa andante para de nuevo atarlo y casarse de una vez por todas con él. Sin embargo, de pronto sintió que esa segunda cadena que sujetaba fue cortada. Aquella que ataba al tritón, o mejor dicho humano, porque ese maldito pelirrojo lo había conseguido.

—Ese hijo de puta... ¡Esa maldita sabandija! —exclamó Yentl golpeando la mesa con sus puños — ¡Ese asqueroso tritón resbaloso!

— ¿De quién habla? —Liane se encogió de hombros por ese repentino cambio en su actitud.

El Tritoncito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora