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Cálidos como el abrazo de mamá, los rayos solares se extienden hasta el tour bus, atravesando una de las ventanas que está entreabierta.

Siendo curioso, se permite observar lo que hay en el interior de aquel pedazo de hojalata con cuatro ruedas.

La paz es absoluta, y el aroma a sándalo se percibe en el aire como si fuera expulsado constantemente por un difusor. 

Todo el lugar se encuentra igual que la noche anterior; restos de ropa húmeda y manchada en el suelo, y algunas otras prendas desparramadas sobre la mesita ratona.

Un cigarrillo se consume lentamente en un cenicero, dejando que el humo forme espirales infectando el lugar con su característico aroma.

Amoldados al cuero del sillón, los cuerpos de dos jóvenes descansan plácidamente, con los ojos cerrados como si hubieran sido tallados con delicadeza. Pechos subiendo y bajando al mismo ritmo que las olas del mar de Minneapolis.

Rizos desparramados sobre el pecho tatuado de un demonio que arde, simulando ser las llamas del infierno.

Manos descansando sobre una espalda marcada por besos, brazos encerrando el cuerpo de un viajero en el tiempo que parece esconder los siete pecados capitales bajo esa faceta de nene bueno e inocente.

Piernas enroscadas con las del otro, creyéndose raíces. Pieles suaves que no saben hacer otra cosa que no sea estar unidas.

Perezosamente, y sintiendo el calor del sol de Minneapolis golpearle las mejillas, Louis abre los ojos.

Siente un peso sobre el pecho y entre las piernas, cabellos que le hacen picar los pectorales. Manos que se aferran a sus bíceps como si en algún momento fuera a soltarlo.

Una sonrisa se dibuja en su rostro sin querer, mientras observa somnoliento y perdido la imagen con la que se despierta.

Tiene a su dolly acostado sobre su pecho, con sus labios entreabiertos dejando escapar pequeños suspiros. El cuello marcado con sus propias huellas dactilares y atisbos de rasguños en alguna parte de su espalda.

Realmente, si su padre pensó que lo estaba castigando al crear este calvario para él, quiere avisarle que se equivocó absolutamente. Podría despertar todos los días de su vida así.

Tan sólo imaginar una realidad en la que ambos decidieran fugarse y olvidar todo, dejar atrás la fama, el dinero, la gloria, le hace picar los dedos de las manos.

Louis es consciente que con un sólo chasquido lo tendrían todo.

Suspira.

No le importaría deberle el alma a su abuelo si tan sólo lo ayudara con esto.

Maldito viejo barbudo, insolente e injusto.

Deja caer la cabeza hacia atrás, hundiendo la coronilla en el cuero del sillón. Está harto de pensar y pensar alternativas que jamás tienen una salida.

Respira profundamente por la nariz, y de pronto siente que el aroma a ese cigarrillo lo conoce de algún lado.

Y eso que recién hace el intento de abrir los ojos.

—¿Qué mierda?

—Hola, hijo. Buenos días. Yo también te extraño, a veces —la voz áspera de su padre se escucha desde algún punto de la habitación, mas Louis no puede observarlo. 

No quiere moverse mucho de donde está tampoco, pues no quiere despertar a Harry y que se termine enterando de la verdad de esta manera. 

Aún está buscando el momento de explicarle lo que ocurre de una forma en la que su reacción no sea intentar huir, o en el peor de los casos, matarlo.

Physical [L.S] ✔ #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora