Una, dos, cinco, siete, diez.
Una y otra vez, sin parar.
Cada mañana, mediodía y noche.
Él está harto pero yo no me canso.
No me deseo, no me gusto, me odio.
Aquí es grueso, y este lado también.
Me miro al espejo y no me veo bien.
Él me amenaza con dejarme, pero no le creí hasta que lo hizo.
Mal nacido. Ya veo cómo me querías.
Estoy peor.
Los días se han vuelto rojos y encerrados con pestillo.
Mi madre me llama enferma y yo le grito sin pensarlo.
¡Oh, bien! ¡Un kilo menos!
¡Oh, mierda! ¡Mas enfermeros!
Blanco, gris, rojo.
Todo está en silencio.
Todo es frío y macabro.
¿Más pastillas? Ni lo sueñes.
Yo seguiré con mis dedos, dejadme ser feliz.
No lo conseguí.
Ahora es más negro y triste.
¿Por qué lloráis, mamá, papá?