CAPÍTULO 9

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Las clases terminaron con normalidad, cada quien desaparecía a su manera, y aunque mi andar era lento, no esperaba retener alguna compañía indirecta. No había avanzado mucho cuando comencé a sentir una presencia por mi espalda, no como de alguien que se acerca en bicicleta, sino como de alguien que me perseguía desde hace rato. Fingí incredulidad y seguí caminando, hasta cruzar en un callejón silencioso, donde me escondí detrás de un contenedor de basura. Le escuché correr, bajando la velocidad en cuanto se dio cuenta de que había perdido a su objetivo. Resultó ser un treintañero, rubio, de tez muy blanca, como de metro ochenta, y con un evidente semblante de angustia que se marcaba en la frustración que buscó aliviar al llevarse las manos hacia el rostro. Me levanté del suelo y salí de mi escondite para enfrentarlo, pues su silueta coincidía con la inquietud que me había estado atormentando desde hace varias semanas.

—¿Por qué me sigue? —El sujeto giró de la impresión, retomando la compostura de ser descubierto.

—Eres Ciaran, el hijo de Roxanne Lambert, ¿cierto? —De su chaqueta sacó una fotografía de dos policías que me paralizó por un momento—. Soy compañero de Robin Olsen, el oficial Clemens...

—¿Qué es lo que quiere? —le interrumpí, para que guardara la fotografía.

—Supongo que conocías a Robin.

—No realmente.

—Pero estabas enterado de su relación con tu madre.

—Eran... muy unidas, ¿qué con eso?

—Sí, es verdad, ellas eran cercanas... muy cercanas. —Era evidente que él sabía más de lo que aparentaba y yo no me sentía dispuesto a lidiar con ese tipo de conversación—. Roxanne no tenía muchos amigos, por eso llamaba a Robin cuando necesitaba ayuda, así que estoy seguro de que la última llamada registrada de la casa de tus padres hacia el teléfono de mi amiga debió ser importante.

—No comprendo qué es lo que trata de hacer —lo evadí—. Mi madre falleció recientemente, y ¿usted se aparece solo para empeorar mi proceso de duelo?

—No, no, eso no es lo que...

—¡No me interesa! —Trataba de verme molesto, lo que justificaba el nerviosismo y temblores en mi voz—. Mi madre fue una mujer decente, y no permitiré que se hable mal de ella en mi presencia. Lo que sea que esté pensando, no es y ya.

Me dispuse a marchar, quería salir corriendo de ahí.

—¡Está desaparecida! —exclamó, mas me resistí a voltear—. No he sabido nada de Robin, desde el funeral de Roxanne.

Apreté los puños para centrarme en el momento, no debía flaquear, sentía que era tarde para hacer lo correcto.

—No creo en las coincidencias... Así que si sabes algo, por favor, Ciaran, necesito que me lo digas.

—Ya le dije que no sé nada de su amiga... Le sugiero comenzar a creer en las casualidades porque no puedo ayudarle como quisiera.

La adrenalina me consumía, así que tuve que correr a modo de huida de ahí, importándome poco las conclusiones que sacaría de ello, en lo único que pensaba era en escapar de aquello que me negaba a enfrentar. Llegué a casa con el corazón en la boca, me sentí morir por un momento. Y aun después de ver hacia varias direcciones, para confirmar que me hallaba solo, todavía sentía que alguien o algo me acosaba, de manera que cerré la puerta con fuerza al ingresar a mi hogar.

—¿Y ti qué te sucede? —preguntó Enar con cierta molestia en la voz.

—La están buscando —murmuré por falta de aliento.

—No te entendí una mierda, ¿de qué hablas?

—Me topé con un oficial después de clases. —Giré a verlo, mis palabras apenas le habían afectado—. La policía busca a la amante de mamá.

La palabra «amante» sí lo hizo reaccionar, descomponiéndole el semblante completamente. Más que preocupado, se veía molesto.

—No digas estupideces, ellas solo eran amigas. —Caminó de regreso a la cocina—. Y deja de preocuparte por nimiedades, que nadie puede relacionarnos con esa perra.

—No, no lo entiendes. —Lo seguí—. Él sabía más de lo que debería.

—¿Qué sabía?

—Lo mismo que nosotros, sospecho.

—Entonces no tiene idea de nada.

—¡Deja de fingir, mierda! Que no tengas el valor para reconocer que te abandonó, no implica que...

Me interrumpió al empujarme contra la pared, suspendiéndome la respiración con su antebrazo en mi cuello.

—CONTRÓLATE —pronunció en tono intimidante y ambiguo de emoción—. No entiendo por qué de pronto te alteraste, pero deberás controlarte si no quieres convertirte en un estorbo... ¿Comprendes lo que digo?

—Te odio.

Su mirada murió en ese momento, mas terminó por arrepentirse en actuar y me liberó de su agarre. Traté de no toser para evitar elevarle el orgullo, es verdad que me había asustado por un segundo, pero jamás le permitiría sentirse superior a mí.

—¿Qué te dijo el oficial?

—Intuye que mamá planeaba huir y que pidió ayuda para ello, o al menos infirió saberlo. Es probable que seas el sospechoso principal.

—Me tiene sin cuidado lo que asuman —aseveró displicente, desviando la mirada, aunque me costó creerle que no le importaba.

—De verdad que no te entiendo... Dices que la amabas, entonces, ¿por qué la lastimabas?

—Así es como muestro mi amor, me temo. —Tomó asiento en una de las sillas junto a la mesa, dejando salir un suspiro desalentador—. Nunca pude imitar su forma explícita de declarar su amor, y solo asumí que podría comprender la mía... Ahora veo que no fue así y que solo la obligué a aceptar lo que le hice pensar que merecía.

—¿Te arrepientes?

—No... Sigo sin aceptar que alguien sea mejor que yo para su vida, solo debí prestar más atención a los detalles que le hacían infeliz para satisfacerla como era debido.

—Si no comprendes que aquello que la hacía infeliz eras tú, de nada sirve que fingieras ser alguien que no eres para complacerla.

Se le quedó viendo al florero sin flores en medio de la mesa, realmente trataba de entender lo que hizo mal, mas no sabría decir si pudo reconocer sus flaquezas.

—Parece ser que cualquiera la conocía mejor que yo... Maldición, si tan solo hubiese visto las señales —masculló, desconcertándome.

No pude decir nada después de eso, lo que interpretó como lástima hacia él. Me encontraba confundido: aquello que para mí había sido algo tan fácil de identificar, para él resultaba toda una sorpresa. Mi madre tenía una aventura desde hace un año, yo estaba seguro de eso, pero él no tenía ni la menor idea hasta que se le presentó en frente como una dosis de cruel realidad.

DICOTOMÍA INDIFERENCIADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora