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Algo que México siempre quiso hacer con una pareja era tomarse fotos, creía que era algo romántico, pero nunca logro tener algo serio con alguien, claro, eso hasta que conoció a cierto chico chico alto, piel tostada, cabello negro y rizado que llegaba hasta los hombros.
Era el mejor novio que podría imaginar, el chico más tierno, comprensible, asertivo, inteligente, además de atractivo. Era como si algo lo hubiera creado para que encajara perfectamente con el. Pero claro, no todo puede ser tan perfecto. Su increíble novio tenía un pequeño defecto. No le gustaba tomarse fotos, o eso parecía, por que después de tener casi dos años de novios, y medio año de amistad, ni una foto con el ha podido tomar.
El brasileño siempre ponía excusas, como el ángulo, la luz, la escenografía, de todo pero nunca salía la foto que el moreno más bajo. Hasta que un dia, México, con molestia, le reclamó al brasileño que con vergüenza le dijo que se dejaría tomar fotos, si lograba sacarle una foto desprevenido en donde se le viera la cara por completo.
Por que claramente México ya lo había intentado de varios modos, mientras estudiaban, o mientras que él de rizos comía, pero en todas salía borroso o Brasil se alcanzaba a cubrir el rostro.
Ahora llegamos a la actualidad.
Dos meses después de que el mayor le diera aquel trato, estaban en la habitación del mexicano, siendo de madrugada, ambos acostados en la cama, uno durmiendo mientras que el más pequeño era abrazado como si fuera un peluche, asegurándose de que el contrario estuviera dormido.
Se separó de su cuerpo con cuidado mientras que alcanzaba el teléfono de Brasil, el cual estaba debajo de la almohada. Pero aún con sueño, le costó recordar la contraseña de su novio, así que con paciencia tomo su mano, específicamente su dedo pulgar, poniéndolo sobre la pantalla del teléfono para después ver como este se desbloqueaba segundos después, buscó la cámara prendiendo el flash sin tener alguna otra opción y se acomodó de forma en que ambos pudieran salir.
— Y a la una... dos... tres
Susurro para después sacar la foto y sentir como el flash le lastimaba los ojos. Pero cuando sintió al brasileño removerse, apagó el teléfono escondiendolo bajo su almohada de la manera más rápida y discreta que pudo, con el miedo de que el mayor se diera cuenta, pero solo fue tomado por la cintura y siendo apegado hacia el cuerpo contrario, siendo tratado como un peluche.
Se dejó hacer, acomodándose en el pecho de Brasil, recargando su rostro contra él y con unos cálidos brazos en su cintura que le abrazaban con cariño.
No pudo evitar dormirse de inmediato.
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— Oye, México.
Hablo brasil revisando su teléfono en el comedor, viendo como el moreno más bajo llegaba con el juntos a dos platos.
— ¿Qué pasa?
— ¿Qué es esto?
Brasil le enseñó su teléfono, específicamente la foto que tomó hace unas horas.
— Una selfie, donde sales perfectamente.
— Me doy cuenta.
México volteó a verlo, alcanzando a ver una sonrisa de parte del contrario.
— Ok, lo logramos, ahora creo que me dejaré tomar fotos cuando quiera.
— ¡Perfecto!
México lo abrazó siendo correspondido de inmediato, ahora realmente creía que no podría tener un mejor novio que Brasil.
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