Capítulo 4: Haru

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 — Hola, Oliver.

Me volví a girar y comencé a comerme mi palmera. Aquello no me iba a fastidiar mi día de cumpleaños. No sentía nada por él, aquello desapareció, pero si quedó el dolor, el dolor que me provocó que me abandonara sin explicación ninguna. Para cuando me di cuenta, mi hermano se había sentado junto a mí.

— ¿Te has enfadado?

Me volví a girar, Oliver seguía ahí, aunque se había alejado unos metros del banco. Devolví la vista a mi hermano unos segundos para volver a mirar la puesta de sol.

— No, no me he enfadado, solo estoy molesta. No entiendo porque me fastidias mi cumple. Si me buscaba haberlo dejado donde lo has encontrado.

— Quería venir a recogerte para que no fueras cargada hasta casa de nuestros padres. Ya que no hemos podido pasar el día juntos, quería compensar a mi hermanita pequeña. Antes de salir llamó a la puerta y preguntó por ti.

— ¿Te acuerdas de la canción de Pimpinela? La solución es tan fácil como no abrir la puerta. — Ambos sonreímos.

— Muy graciosa. Venga, vamos, que mamá ha preparado tu comida y tú tarta favorita.

Suspiré y asentí. Mi hermano cogió mis cosas y yo me comería mi palmera por el camino. No quería saber nada de Oliver. Cuando llegue a su altura me percate era aún más alto desde la última vez que lo vi.

— ¿No quieres hablar, verdad?

— No. Llegas tardes, eso se me paso ya hace mucho. Será mejor que sigas siendo un fantasma.

Y así fue, no hubo ni una palabra más durante todo el camino. Después, cuando llegamos, caminó detrás nuestro hasta que nos separamos cada uno en su puerta.

— De todas formas. Felicidades, Haru. — Entramos cada uno en su casa, el sonido de las puertas cerrándose fue lo último que se escuchó, y no sentí nada.

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