Corea del Sur....
Amo este país más que a mí propia vida, solo bromeó, pero si adoro su arquitectura futurista que se ve por todas partes, increíbles centros comerciales con las últimas tendencias de moda, bares de karaoke y una asombrosa cultura ancestral. No todos los países del mundo conservan sus tradiciones tan bien como los coreanos y sería un completo sueño pasar unos días allí para descubrir la hermosa cultura, sueño que estoy cumpliendo en este momento.
Muevo mi pierna de arriba a abajo con desespero. Este viaje es tedioso o yo soy muy impaciente o ambas. 8 horas dura el vuelo desde Londres hasta Seúl y lo peor de todo es que estoy en medio de mi hermana mayor y un señor que no deja de mirarme las piernas. Que asco. Podría tener la edad de su hija, 16 jodidos años.
Trato de calmarme porque le prometí a papá y a Margot no meterme en problemas.
Finalmente aterrizamos en territorio surcoreano ¡Dios! La emoción y la felicidad que siento en este momento no caben en mi pequeño cuerpo plano. Hay muchos lugares que conocer, tantos platillos típicos que probar y tantas fotografías por sacar. Me temo que tres días no serán suficientes.
¿Y si me quedo de ilegal?
—Primero vamos al hotel—informa mi hermana mientras esperamos nuestras maletas—Y después a Starfield Library.
Una de las bibliotecas más bonitas del mundo está situada en Seúl en un centro comercial, lo impresionante es que las estanterías tiene más de 13 metros de alto. En el exhaustivo itinerario que hice para disfrutar de cada lugar que visitemos está programado visitar esta biblioteca, aunque creo que mi itinerario se va ir a la basura con Jeanne junto a mi.
Subimos al taxi cuando nuestras maletas llegan y le agradezco a Margot que me haya inscrito a clases de coreano hace un año, Jeanne no sabe ni decir hola en este idioma y si es por ella estaríamos buscando en el traductor de nuestros celulares.
—¿Cómo es que sabes hablar coreano?
—Tu sabes hablar francés y yo coreano—le guiño un ojo divertida.
—Es muy difícil.
—No cuando de verdad quieres aprender.
Ella bufa sonoramente antes de girar su vista hacia la ventana de su lado, hago lo mismo y miro a través del cristal. Aún es de día, en más o menos dos horas anochece y cuando llega la noche es cuando la ciudad de Seúl cobra vida.
Todo aquí es bonito y más el hotel que mi padre reservo para nosotras: Hotel Peyto Gangman. Un hermoso hotel de lujo cubierto por espejos que tiene a mi hermana fascinada. El interior es tan reluciente y es tan silencioso que temes caer o si quiera respirar para no romper la perfección del lugar.
A la hora de darnos la bienvenida, las personas nos saludan con una reverencia o una leve inclinación de cabeza en señal de respeto. Entramos a nuestra habitación y abro la boca, impresionada al ver el gran de tamaño de espacio. Creo que Carl exagero un poco, es lo suficientemente grande como para que 6 personas convivan en armonía y sin necesidad de tocarse.
Nos damos un corta ducha para eliminar las malas energías y mientras nos arreglamos para salir bebemos un poco de café cargado para alivianar un poco el sueño y cansancio que el viaje dejo.
—¡Vamos!—chilla Jeanne.
—Lleva un paraguas—le entrego uno de colores pasteles que vienen con la habitación y ella me mira como si me hubiese vuelto loca—El clima aquí es bipolar.
Estamos en julio y por lo que he leído 13 de los 31 días llueve como si no hubiera un mañana. Es mejor prevenir que lamentar y no quiero pasar estos tres días en cama porque me moje con la lluvia.