Lucerys entró a aquella bóveda cavernosa sin entender por qué lo hacía realmente. Levantó la vista, frente a sus ojos, la gran cúpula de Dragonpit lo envolvía en un suave silencio.
Caminó por toda la extensión de la tierra hasta llegar a un surco cuadrado sobre esta, las antorchas iluminaban el amplio espacio de aquel majestuoso recinto. A pasos ligeros, entró en las fauces de aquel pozo. La fuerza con la que su corazón latía, sacudía la carne de su pecho. Aquella oscuridad era tan densa que casi no alcanzaba a ver.
El rugir de una bestia explotó haciéndolo recular.
«Tengo que regresar», pensó, pero sus pies no lo obedecieron y siguió avanzando. El camino era tan largo que parecía no terminar.
Escuchó a lo lejos el murmuro de alguien, una voz infantil, era un niño. ¿Qué hacia un niño ahí?, con recelo, se asomó por donde aquella figura le daba la espalda.
Era un chiquillo que llevaba en la mano una antorcha, su cabello era platinado, usaba vestimentas verdes y botas negras. Lucerys lo reconoció de inmediato.
Sintió como las piernas le fallaban, tuvo que sostenerse de la pared para no caer. Su estómago se apretó, una evidente señal de peligro. Arrastró un pie y luego otro, pero el crujir de la grava bajo su bota llamó la atención de aquel chico.
Cuando el infante reparó en su presencia, viró por completo para mirarle. Tenía el rostro desfigurado, una enorme herida cruzaba su rostro, la sangre caía manchando su ropa. El niño sonrió. Donde se supone que debía tener el ojo derecho, un enorme hueco negro se abría paso en su infantil semblante.
Lucerys quiso vomitar.
El niño le regaló una sonrisa amplia, pero el ojo que tenia no reflejaba felicidad alguna.
-Te he estado esperando -le oyó decir con voz tranquila.
-No, no -respondió el omega con miedo-. ¡Aléjate de mí! -ordenó.
-Han pasado seis años, sobrino -mustió el chiquillo dando un paso hacia el castaño-. Te ves exactamente igual.
Lucerys entró en pánico, palpó su cuerpo con urgencia sin encontrar ningún cambio. Le escuchó reír.
-¿Me veo diferente? -continuó el niño inclinando la cabeza-. ¿Te gusta mi nuevo rostro?
Lucerys desabrochó el primer botón de su ropa, no podía respirar. El chiquillo no dejaba de mirarlo. Le estaba arrebatando el oxígeno.
-Perdóname -dijo casi suplicando. Los ojos de Lucerys se mojaron- perdóname Aemond.
El niño lo miró sin ningún cambio. -Tu disculpa ha llegado demasiado tarde.
-¡No, porfavor! -suplicó Luke y sus rodillas cayeron al piso.
-¡Vhagar! -gritó el chico levantando la antorcha. De las sombras, las fauces de aquel enorme dragón se mostraron ante el cuerpo inmóvil del omega. Apretó con fuerza la tierra entre sus dedos-. Dracarys.
Cuando Lucerys abrió los ojos, se encontraba en sus aposentos dentro de la embarcación que se dirigía hacia King's Landing. Respiraba con dificultad, el sudor había mojado su ropa.
Sólo era un sueño.
Tomó asiento a orillas de la cama, las manos todavía le estaban temblando. Aquella imagen de su tío ordenándole a Vhagar matarlo se volvería real en cualquier momento. No tenía el don de la adivinación o los sueños, pero aquello lo consideró una señal.
Necesitaba algo de aire.
Cambió su vestimenta, no quería que notaran lo perturbado que ese viaje lo tenía. Cepillo su cabelló, lavó su rostro y salió para refrescarse.
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129 d.C |Lucemond|
FanfictionEl cuerpo de Lucerys no conseguía moverse, frente a él, dándole la espalda, Aemond Targaryen llevaba hacia sus labios una copa de vino. "Gracias", dijo el omega con sinceridad. "No fue para tu beneficio", respondió el matasangre. Lucerys sonrió. "L...