De todos los libros que Luke podía leer, ninguno de los que tenia frente a él llamaron su atención.
Repasó durante casi tres noches los desafortunados hechos de hacia cuatro días. Uno a uno, desde el momento en que comenzó el banquete hasta que las piernas de Aemond cedieron ante el veneno. Cada escena se desarrolló dentro de su cabeza con lentitud para no omitir detalles. No encontró lo que buscaba, pero llegó a varias conclusiones. No pudo ser cualquiera, el autor de esa querella era alguien inteligente y bien informado, absurdamente consciente de la reacción que podría tener cada uno de los presentes. Esa persona armó el plan con cautela, pues no existía manera de anticipar esa reunión familiar. Esperó pacientemente para tener lo que quería.
"Todos podríamos estar en peligro", dijo Jace a la reina esa misma noche cuando la omega quiso lanzar acusaciones contra ellos. De la acalorada discusión de unos contra otros, que duró horas y horas, resultó la mudanza.
La habitación del príncipe era la más alejada del barullo de los pasillos en el Torreón de Maegor. El viento golpeaba con fuerza durante las noches y durante los primeros dos días pensó que jamás conciliaría el sueño otra vez.
Su cuarto día dentro de esa cámara comenzó antes de que el sol se asomara por la ventana.
«Menuda situación», pensó cepillándose el rostro con una mano.
Jace tuvo la idea. Todos los miembros de la familia real se tenían que mudar temporalmente a las cámaras del Torreón para asegurar su resguardo. Aquel acto deliberado en contra de la familia no podía pasar nuevamente. Alicent aceptó gustosa, tenerlos a todos en un mismo sitio le permitía vigilarlos y, ese era el cometido de su hermano. Que la reina tuviera la seguridad de mantener un ojo sobre ellos, cuidando cada movimiento, manteniéndola tranquila en lo que las aguas se aclaraban y los sucesos se descubrían.
Sólo la reina, Otto y los Maestres conocían la condición de Aemond. Luke no quería preguntar mostrando un inusual interés, eso podría ser sospechoso. Nadie lo decía en voz alta, pero cualquiera depositaría su desconfianza en él.
—Príncipe —llamó una vocecilla temblorosa desde las afueras de la habitación—, soy yo, Tyshara.
Luke abrió la puerta encontrándose a la omega que llevaba una nueva ronda de libros en las manos. El omega se movió del umbral para permitirle la entrada a la habitación. Tyshara dejó los libros sobre la mesa donde Luke tenía el resto de los tomos.
Los ojos de la chica lo miraron con tristeza y no pudo vitar rodearlo en un fuerte abrazo. —Lo siento mucho... lo siento tanto —dijo sorbiendo por la nariz—. Es una pena todo lo que está pasando, lo que pasó. Mi hermana, el extranjero... el príncipe Aemond.
La reacción de Tyshara descolocó a Luke. Al segundo día de su encierro, la omega apareció casi arrodillándose suplicándole perdón por lo que Cerelle hizo. Y, aunque el omega quiso decirle que conocer a su hermana había sido una experiencia desafortunada, no quería darle a su amiga una carga que no le correspondía, además, tenía otras cosas en que pensar.
Se habían visto desde entonces, hablaron del tema hasta al hartazgo, no lograba entender lo que la rubia estaba haciendo.
—¿Pasó algo? —preguntó confundido.
—No me imagino como se debe sentir la reina en este momento. El Rey, Lord Mano... todos —habló con más angustia.
Luke la separó de él para mirarla en otro intento por descubrir que era lo que estaba pasando. El omega se dio cuenta que la expresión de la rubia había cambiado, de un rostro afligido y triste, a un semblante de cautela. Tyshara se llevó el dedo índice sobre los labios para luego señalarle la puerta. Fue entonces que el omega lo notó.
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129 d.C |Lucemond|
Fiksi PenggemarEl cuerpo de Lucerys no conseguía moverse, frente a él, dándole la espalda, Aemond Targaryen llevaba hacia sus labios una copa de vino. "Gracias", dijo el omega con sinceridad. "No fue para tu beneficio", respondió el matasangre. Lucerys sonrió. "L...