Capítulo 19. Eve of Madness

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Addam contempló por varios segundos el semblante tranquilo del menor. Sus ojos habían viajado hacia donde el horizonte se perdía con el mar, y no parecía haberse dado cuenta.

El viento movió con suavidad los rulos que se formaban en su espesa mata, al tiempo que la punta de su nariz se entintaba de un ligero carmesí.

«No se parece nada a los demás», pensó el alfa.

El príncipe Lucerys, era, desde su humilde opinión, muy diferente a Lord Corlys y la princesa Rhaenys.

Incluso él, que deseaba no tener similitudes con los Velaryon, se les parecía más que el mismísimo príncipe.

La primera vez que escuchó hablar de él, fueron, en su mayoría, comentarios que lo describían como amable; carismático; y terriblemente parecido a su padre. Si Laenor Velaryon, era la viva imagen de Lord Corlys como muchos aseguraban, entonces el príncipe no se parecía nada a ellos.

La idea de vivir toda una vida oyendo todo tipo y clase de comparaciones, debió ser triste y deprimente como seguramente le había acontecido. Afortunadamente, el omega Velaryon había nacido en una cuna llena de privilegios, donde adultos como, Corlys, Rhaenys y otros más, lo defendieron.

Alyn y él, no tuvieron la misma suerte.

El príncipe Lucerys podía tener una vaga idea de lo que se sentía sufrir una vida llena de infortunios, pero nunca sabría lo que era sentirse rechazado y desplazado, por un montón de extraños que pensaban que su nacimiento era un error.

Sufrir del odio ajeno, no era lo mismo desde la comodidad de un castillo, que hacerlo desde un frío cuartucho, en el puerto de una gran isla.

—Cuando era niño, solía pasar horas intentando descifrar que tan profundo era el mar —dijo el omega con tono gentil—. Por supuesto que nunca me atreví a adentrarme más allá de unos cuantos metros. La idea de ser tragado por las aguas, fue más fuerte que mi curiosidad.

—¿Le teme al agua?, mi príncipe —preguntó el alfa sonriéndole con la misma gentileza—. Es peligrosa, pero le aseguro que también es amable.

—¿Amable?

Addam asintió. —Lo pude comprobar por mí mismo. Cuando era niño caí un par de veces y nunca me pasó nada. El mar es amable, con quien es amable con él.

A veces, cuando el alfa se atrevía a tocar el tema de su infancia, no parecía tan molesto por esta.

—No le temo al mar. Le tengo respeto —aseguró el castaño—. El respeto me lleva a ser precavido y cuidadoso.

—En Hull el respeto se gana siendo el más fuerte. Me parece que usted podría ganarse la estima de muchos.

Lucerys le sonrió, al tiempo que lo instaba a continuar con paseo.

—Te advierto que ser condesciende conmigo no es necesario. No soy como los otros nobles que conoces.

—Es bueno saberlo. Me acostumbré hacerles comentarios amables a personas de gran porte y poca amabilidad, con tal de sobrevivir.

—¿Es así? —inquirió el omega con curiosidad—. Creí que tenías que ser un bravucón para salir adelante, ¿me has estado mintiendo?

Addam negó plasmando una sonrisa —No le mentí. Toda mi vida se movió en un conjunto de cosas. Alyn y yo teníamos que portarnos con los marineros y los comerciantes de una forma, y con los nobles de otra.

—Creo que empiezo a entender. Si alguien se portaba mal con ustedes, debían reaccionar de la misma forma. Si alguien ofrecía una moneda por sus servicios, ustedes se portaban amables para conseguir una ventaja de eso.

129 d.C |Lucemond|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora