—La discreción nunca fue tu fuerte.
Mysaria contempló la figura de Daemon, mientras era iluminada a contra luz. Llevaba ropa ligera, botas desgastadas y una capucha que cubría su platinada cabellera.
El tono sarcástico de la mujer, no pasó desapercibido. El alfa sonrió deshaciéndose de la parte superior del disfraz, avanzando unos cuantos pasos al interior de la guarida.
El sitio no parecía la sede de un enorme burdel. Se veía como otro lugar elegante lleno de figuras ornamentadas.
—Fuiste bastante específica —dijo Daemon tomando una de las uvas que se hallaba sobre la mesa frente a él—. Querías ver al amo al que sirves. Aquí me tienes.
La mujer arcó una ceja con cierta incredulidad. —¿A mi amo de pronto se le cayeron las tetas?, ¿Es eso posible?
Daemon entornó los ojos regresando la uva a su sitio.
—Espero que tengas algo para nosotros. No vine hasta aquí para nada.
Mysaria se alejó de su lugar, haciendo un gesto para invitar a Daemon a tomar asiento. Ambos se situaron a los extremos de la pequeña mesa cuadrada, apreciando momentáneamente del apacible silencio.
—El hombre que buscan posiblemente no está en Westeros —dijo la de cabello azabache, moviendo los dedos al aire haciendo que una chica joven se acercara hacia ellos. La esbelta mujer salió de entre los pliegues de una cortina, en la que Daemon ni siquiera había reparado. La chica le entregó algo a Mysaria y se retiró—. Tampoco puedo aseverar donde se encuentra. Es mejor que consideren una traición interna.
La mujer extendió el rollo de papel hacia Daemon. El platinado lo tomó de entre sus delgados dedos, desenrollándolo con parsimonia. —¿No encontraste algún sospechoso?
—Encontré a más de un interesado en hacerles daño —respondió con cierto mote de burla—. ¿Quieres escuchar los nombres?
El alfa negó mientras comenzaba a leer.
La referencia de Mysaria era bastante específica. En ese punto tan delicado de las cosas, había más de un par beneficiado con la caída de todos ellos.
La familia estaba pasando por una etapa de transición importante, en la historia de la dinastía. Una heredera omega, con tres hijos sin rasgos Targaryen, causaba cierto revuelo entre los nobles, aunque el cuestionamiento fuera a voces discretas.
Que Rhaenyra fuera heredera, teniendo a Aemond como potencial contendiente, ya era algo difícil de tragar. Que Jace no se pareciera en nada a ninguno de sus padres, y que fuera el tercero en la línea al trono, difícilmente pasaba desapercibido.
Sólo aquellos que convivían diariamente con los hijos de Rhaenyra, sabían lo mucho que, en carácter, estos se parecían a ella.
—Esa sirvienta no lo hizo como venganza —declaró dejando el papel en el centro de la mesa—. Que su familia le haya entregado a la corona el control sobre sus tierras, lo dice.
—Lord Mano mandó investigar a los familiares de la mujer —Mysaria señaló hacia la copia del documento—. Como habrás leído, Otto Hightower los hizo firmar esa cesión de derechos. La disculpa emitida por la familia, está cargada de culpa y vergüenza.
—No es para menos. Son una casa menor —concluyó Daemon—. Es normal que se sientan avergonzados.
—Entonces considera lo que te he dicho. Alguien de adentro puede ser el culpable.
Daemon chasqueó la lengua a disgusto. Eso ya lo habían considerado.
De los dos ataques dirigidos hacia la familia del Rey, sólo el atentado efectuado sobre Lucerys, parecía tener suficiente evidencia como para ser investigado. Aunque ambos movimientos fueron realizados en sus narices, el mensaje que Aemond recibió, era la prueba más fehaciente de esa conjetura.
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129 d.C |Lucemond|
FanficEl cuerpo de Lucerys no conseguía moverse, frente a él, dándole la espalda, Aemond Targaryen llevaba hacia sus labios una copa de vino. "Gracias", dijo el omega con sinceridad. "No fue para tu beneficio", respondió el matasangre. Lucerys sonrió. "L...