Aemond consideraba a su sobrino altamente falto de carácter e innegablemente falto de resolución. Verlo ahí, sentado con las manos en puño sobre su regazo, rogando por una petición que le había sido negada cuatro veces en tres días, le sentó mal. Nunca, ni por asomo, creyó que fuera tan insistente.
A ese paso, el bastardo terminaría intentando acercarse a hurtadillas hasta lograr ver a Arrax.
Se las había apañado para bloquearle todas las vías hacia Dragonpit, con Jack tras él como una sombra, la tarea se volvió considerablemente fácil.
Luke hablaba de vínculos, necesidad y otras cosas que el consejo ni por asomo entendía. A los hombres presentes, solo les importaba pasar nuevamente de su petición para volver al público y disfrutar del espectáculo que los hombres y mujeres de las casas invitadas estaban regalando.
Un brillo de aparente tenacidad atravesó el rostro del omega cuando le explicaron por enésima vez el motivo por el cual debía quedarse ahí y volver a su palco donde todos lo esperaban.
El bosque real, espeso y tranquilo, veía su tranquilidad interrumpida por las risas y aplausos del público que vitoreaba desaforadamente a cada uno de los participantes de aquellas justas.
—Seguimos pensado que el príncipe Aemond tiene razón al no permitir que visite Dragonpit, príncipe —dijo Otto Hightower cargando con el recelo de la mirada de Luke—. Entiendo su preocupación para con Arrax, sin embargo...
Su sobrino chaqueó la lengua, impropio de un príncipe como él.
—¿Alguna vez ha montado un dragón? —preguntó antes de que Lord Otto pudiera terminar de enunciar las tan conocidas razones de resguardo—, ¿Sabe lo que es tener uno?
—Nunca —admitió con tranquilidad— pero este asunto...
—Entonces no sabe lo que se siente vincularse con un dragón, que este lo necesite y que no esté ahí para él. —rezongó interrumpiéndolo nuevamente. Aemond vio a su abuelo rascarse la cien apelando a la paciencia que tanto lo caracterizaba.
Persistencia, se lo podía reconocer.
—Hasta una perra es capaz de abandonar a sus perritos por su propio bienestar, no creo que al príncipe le cueste trabajo entender lo peligroso que es acercarse en un dragón en estado delicado —replicó Jasper Wylde asomando la cabeza.
Ese hombre si que era un descarado.
Iba a pronunciarse e intervenir por primera vez, no pretendía defender al menor. Hombres como Jasper necesitaban entender su lugar en esa mesa.
—Es interesante que lord Wylde nos acompañe en este día —comentó el alfa con total desparpajo obligando al otro a encogerse en su sitio—. La última vez que lo vi estaba en una posición incómoda, ¿Todo bien?
Wylde carraspeó quizá recordando que él tuerto lo atrapó con las manos encima de Aegon.
—Atendía asuntos familiares. —Se justificó con aparente culpa que solo Aemond entendió.
Luke resopló atrayendo la atención hacia él.
—Necesito ver a mi dragón —volvió a decir y Otto movió la cabeza con movimientos cortos lo suficientemente notables para echar por tierra los esfuerzos del omega.
—Aunque discrepo en la forma en que se la ha explicado el peligro —señaló hacia Wylde—. Las implicaciones de permitir que se acerque a Arrax son peligrosas. No solo puede ser atacado por un dragón que en este momento no tiene control sobre sí mismo, la persona que atentó contra la vida del príncipe Aemond puede aprovecharse de eso. Si algo le pasara, desataría un desequilibrio para todos.
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129 d.C |Lucemond|
Fiksi PenggemarEl cuerpo de Lucerys no conseguía moverse, frente a él, dándole la espalda, Aemond Targaryen llevaba hacia sus labios una copa de vino. "Gracias", dijo el omega con sinceridad. "No fue para tu beneficio", respondió el matasangre. Lucerys sonrió. "L...