Deuda de sangre

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El silencio reinaba en Midgard, el cielo estaba cubierto de nubes negras y por el aire pululaban las cenizas del gigantesco incendio forestal, producto de la brutal batalla que se libró en aquel bosque. Ya no quedaba rastro de aquel hermoso paisaje, solo destrucción y muerte, múltiples cuerpos carbonizados de lo que alguna vez fueron elfos oscuros se podían ver regados por toda la zona. Un gigantesco cráter era testimonio de la brutal pelea que tuvo lugar entre entidades de fuerza titánica, y aun así la pelea no había llegado a su final.

El asgardiano y el druida comenzaron a intercambiar golpes, ambos guerreros poseían un estilo de pelea muy diferente. Fenrir atacaba ferozmente, lanzando golpes continuamente en una brutal combinación de ataques que no tenían fin, el druida por otra parte se encargaba de bloquearlos o desviar los golpes con la palma de su mano.

Fenrir era más agresivo, su enemigo era más calmado.

Fenrir tenía una postura rígida, su enemigo movimientos fluidos.

Uno desperdiciaba energía atacando sin cesar y el otro se limitaba a desviar los ataques para no malgastar energías.

Aunque eran diferentes en muchos sentidos había algo en lo que estaban igualados y era la fuerza. Al no haber mucha naturaleza a su alrededor, el druida se vio obligado a mezclar parte de su energía vital para poder acceder al senjutsu y de esa forma acceder a su touki, gracias a eso podía hacerle frente a la monstruosa fuerza de Fenrir cada vez que cruzaban golpes. Pero esto conllevaba un gran riesgo ya que mientras más tiempo estuviera haciendo uso del senjutsu, su energía vital se iría consumiendo gradualmente.

Por el contrario, Fenrir no corría tal riesgo ya que las runas de fuerza solo consumían sus reservas mágicas, y ya que el no empleaba ni sabia usar hechizos podía permitirse el uso prolongado de esta ventaja física. Aun así, existía un peligro el cual era las numerosas heridas que había recibido a lo largo de las batallas en los días anteriores. Sin un descanso adecuado su cuerpo estaba agotado física y mentalmente, además el uso irresponsable de las runas a máxima potencia dejó secuelas graves en su brazo, hasta tal punto que si no media la potencia de sus golpes podía perderlo.

Fenrir toma la iniciativa una vez más y continua con la lluvia de golpes a diestra y siniestra, pero sus esfuerzos parecen ser inútiles ya que el druida los esquiva con facilidad, era como si pudiera leer los movimientos del perro de guerra y eso era exactamente lo que sucedía. Además de otorgar un incremento en la fuerza, resistencia y velocidad, el senjutsu permitía sentir el ki de los seres vivos, gracias a esto el druida podía leer el flujo del aura de Fenrir, lo que le permitía adelantarse a sus movimientos por escasos segundos de ventaja.

Para poder moverse el cerebro envía una señal al cuerpo, para poder atacar el cuerpo toma determinada postura, un golpe, una patada, absolutamente todo produce una señal por más pequeña que sea, aquel que pueda ver e interpretar esas señales tendrá la ventaja en una pelea.

Aun así, Fenrir no se rindió y siguió golpeando tan rápido como podía sacrificando precisión por velocidad, pero su enemigo ya empezó a percibir los patrones de Fenrir y con eso empezó a esquivar con mayor facilidad. La gran mayoría los evadía inclinándose hacia los lados, y los que estaban cerca de impactar los desviaba con la palma de la mano, aparentemente no había salida de ese punto muerto.

Cualquiera creería eso, pero no Fenrir.

Cuando uno de los puños del Asgardiano estuvo a punto de impactar contra el rostro del druida, esto no lo desvió con la palma, sino que lo bloqueo con el antebrazo, retrocediendo con los pies arrastrando el suelo por la fuerza del impacto. Esto llamó la atención de Fenrir quien sonrió maliciosamente y se lanzó nuevamente al ataque, con un único pensamiento en su cabeza. - (¡Te tengo!) -

DxD El AsgardianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora