-¿Más desayuno, Mondo?-preguntó tu madre con una linda sonrisa.
-Muchas gracias señora, así estoy bien.-mencionó con una risilla.
Mondo Owada, un pandillero, pero cuando se trata de tu familia, se vuelve el ser más puro, lindo, respetuoso e inocente que existe.
Las clases daban inicio a las 7:00 a.m., por lo que sin que se dieran cuenta, te dirigiste a tu habitación.
Era más que claro que tenías sueño aún, por lo que decidiste tomar una pequeña siesta de unos cinco minutos.
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Con cinco minutos nos referimos a dos horas, por lo que el reloj marcaba las 6:30 a.m.
-¡Mocosa tarada!-gritó Mondo-¡__________!
-Solo cinco minutos más...-murmuró la mencionada con cansancio.
El oji-lavanda solo la tomó como costal de papa hacia el patio, ni tiempo de despertar se dio cuando notó que se encontraba arriba de la moto de su amigo.
Ni se dio tiempo de decir nada, Mondo ya había arrancado.
Pero por alguna razón, el sonido de la moto la relajaba.
Mondo y __________ se conocen desde siempre, uno viven al frente del otro, por lo que era costumbre el sonido estruendoso.
Algo pasó por la cabeza de la fémina, recordando un ligerito detalle.
-Oh shit...-murmuró preocupada.
-¡¿Qué?!-preguntó furioso-¡Dios! ¡Vivimos como a 40 minutos de la academia sin tráfico.
-Mondo...-llamó un poco asustada.
-¡No desayunaste! ¡Ni siquiera te bañaste! Y llegaremos a la escuela ¡Otra vez tarde!-recalcó con mayor enojo en sus palabras.
Una cara de perrito regañado se mostró en la cara de la menor.
-A este paso, llegaremos incluso antes de que den el timbre.-sonrió desafiante.
Un ligero sollozo soltó la fémina.
-¡¿Ahora qué demonios tienes?!-preguntó irritado.
-¡Dejé la mochila en la casa!-gritó exaltada la fémina.
Un silencio entre ellos quedó, lo único que se escuchaba era el sonido de los carros pasando.
Por un momento pensó que iba a recibir un golpe por parte de su amigo, lo único que hizo fue darse vuelta e ir en el sentido contrario.
No sabe ni como ni cuando, cuando llegaron a casa, por inercia probablemente, en menos de dos minutos ya había tomado su mochila y tomaron rumbo a la academia.
-Perderemos la primera clase, por lo menos es una en la que no nos afecta la falta.-mencionó la fémina intentando bajarle el enojo a su amigo, pero éste no le tomó importancia.
Y así, todo el trayecto fue silencioso y tenso; las clases duraban cincuenta minutos, por lo que la primera terminaba a las 7:50 a.m., ellos llegaron a las 7:20 a.m.
Lo primero que sucedió al bajar, fue recibir un ligero golpe en la cabeza pero un graaan sermón.
Y así, por esa próxima media hora tuvo el regaño más grande de su vida, probablemente así no se volvería a dormir antes de ir a la escuela, y por ello sonrió internamente.
Moraleja: no olviden nada importante en casa y recordarlo a medio camino del trascurso.
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