Capítulo 42●

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Cuando Hermione volvió en sí, sentía un calor increíble. Sentía el cuerpo como si estuviera tumbada sobre nubes calientes. Giró la cabeza y respiró hondo. Un aroma familiar llenó sus sentidos mientras se apretaba contra el frescor de la almohada que tenía debajo.

El peso de la manta estirada hasta la barbilla le resultaba agradablemente pesado y sus miembros empezaban a recuperar la sensibilidad. Giró la cabeza hacia el otro lado y se estiró un poco bajo las mantas. Sus articulaciones emitieron un suave chasquido antes de volver a su sitio. Levantó las manos y se frotó la cara antes de que sus ojos empezaran a sentirse lo bastante ligeros como para abrirse.

Dejó caer los brazos junto a la cabeza y parpadeó bajo la tenue luz de la habitación en la que se encontraba. Su cerebro seguía un poco confuso, pero funcionaba lo suficientemente bien como para darse cuenta de que no estaba en el ala del hospital.

De hecho, estaba en una habitación en la que creía no haber estado nunca. Sus ojos se abrieron un poco más y una suave luz verde apareció. Sus ojos borrosos trataron de enfocarla mientras su mente armaba un rompecabezas que estaba segura de haber completado antes.

Un suave ronquido en la parte inferior derecha redirigió el procesamiento de su cerebro y se movió un poco para ver por encima de la subida y bajada de su propio pecho. Había una silla al lado de la cama, una gran butaca negra con el amor de su vida sentado dentro. Tenía la cara tensa, pero se daba cuenta de que estaba durmiendo.

Tenía los dedos apretados sobre el regazo y la pierna derecha, aquella sobre la que siempre parecía no recaer su peso cuando estaba cansado, estaba estirada delante de él. Tenía la cabeza apoyada en el ala de la silla inclinada hacia su sombra. Hermione se tomó un momento para apreciar su rostro.

Decidiendo dejarle descansar un rato más, Hermione apartó la cabeza, frotando la cara contra la almohada que tenía bajo la cabeza. Su suave color crema despertó su cerebro y sus ojos se abrieron de par en par. Con unos miembros que aún no habían cobrado vida del todo, se impulsó torpemente sobre los talones de las manos, ayudándose del gran cabecero para mantenerse en pie, y recorrió la habitación con la mirada.

Ya había estado allí antes. Sentía la boca un poco pastosa y se mordió el labio inferior para intentar recuperar la sensibilidad. Estaba en su habitación. Su habitacio. El aire olía a rancio, pero no había ni una mota de polvo. Todo parecía casi conservado. Como si el castillo hubiera puesto toda la habitación en éxtasis.

Con otro pequeño movimiento, dobló hacia abajo el gran edredón y la sábana tomando su atuendo. Esperaba llevar un pijama del ala hospitalaria, pero le dio un vuelco el corazón al ver cómo iba vestida. Era una de sus camisas, más suave de lo que jamás había sentido. El material era fino y estaba desgastado, y uno de los botones estaba astillado y colgaba suelto del cierre.

Sus ojos recorrieron la habitación y vieron el armario que había quedado parcialmente abierto. Podía adivinar de dónde había salido y un nuevo sentimiento surgió en su interior. Era una de sus camisas, una de las camisas que seguramente él habría llevado en algún momento de su época de estudiante. Una extraña especie de intimidad se instaló en su interior y no pudo evitar sonreír.

Sin embargo, la sensación se desvaneció rápidamente, sustituida por una tristeza morosa. Pasó las manos por la tela desgastada hasta el estómago. Ya no le dolía, pero sentía una presión sorda, o más bien la sensación de que le faltaba algo. Su ceño se frunció mientras trataba de decidir cuál de las dos cosas era cuando Severus se movió en su silla soltando un suave gruñido.

Hermione sonrió suavemente cuando él movió la cabeza hacia el otro lado de la silla dejando escapar un profundo suspiro antes de volver a sus suaves ronquidos. Hermione probó sus piernas levantando una y luego la otra. Las sentía pesadas, como si hubiera corrido una maratón, pero no le dolían. Todo seguía bastante embotado. Se dio cuenta de que no llevaba la ropa interior que había escogido aquella mañana, sino un pequeño pantalón corto que él debía de haberle transfigurado a partir de otra cosa.

𝕷𝖆 𝕾𝖊𝖗𝖕𝖎𝖊𝖓𝖙𝖊 𝖞 𝖑𝖆 𝕷𝖊𝖔𝖓𝖆 | 𝕾𝖊𝖛𝖒𝖎𝖔𝖓𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora