"Feliz Navidad, Severus".
La voz de Hermione era suave contra su oído y Severus sólo pudo alzar las cejas mientras empezaba a entrar en el mundo de la vigilia. Sintió el beso de ella a lo largo de la concha de su oreja antes de deslizarse por el pulso de su cuello.
Los suaves dedos de ella le bailaron ligeramente sobre el pecho antes de descender más, agarrando una parte concreta de su anatomía que estaba definitivamente más despierta que el resto de él. Sus ojos se abrieron entonces, todavía pesados por la falta de sueño, viendo la sonrisa de Slytherin desaparecer bajo sus mantas.
Hermione tarareó profundamente sobre la extensión de su pecho antes de dejar que sus labios exploraran su carne caliente. Su mano se mantuvo en la tarea y pudo notar que su amante empezaba a ser más consciente. Su mano dejó el hombro de ella para trazar la curva de su cintura antes de que ella bajara demasiado para que él pudiera alcanzarla. Rastreó con la lengua el contorno del músculo de su vientre antes de probar por fin lo que su mano había estado buscando.
Severus no pudo reprimir el profundo gemido que salió de sus labios cuando el calor de su boca se apoderó de él. Su mano se enroscó en las sábanas e hizo todo lo posible para que la cabeza no se le fuera de los hombros.
Hermione dejó de prestar atención a las divagaciones internas de su mente, que apenas funcionaba, y dejó que el placer de él encendiera el fuego en su interior. No se había esforzado en practicar la habilidad que estaba utilizando en ese momento, pero por la reacción de él se dio cuenta de que al menos estaba haciendo algo bien.
Cuando la manta que cubría su pecado fue retirada, Hermione no pudo evitar alzar los ojos. La mirada que la saludó hizo que el fuego dentro de su estómago creciera hasta convertirse en un poderoso infierno y ella, tanto como él, disfrutó de la vibración que produjo su gemido.
Severus estaba seguro de que nunca sería capaz de arrancar la imagen de su mente mientras sentía que la ola de su liberación se acercaba al precipicio. Sus ojos se abrieron de par en par cuando ella hizo caso de sus deseos internos. Sus caderas empezaron a levantarse por sí solas antes de que consiguiera el suficiente sentido común para apartarla. La mirada que ella le dirigió, combinada con la lenta lamida de su labio inferior, estuvo a punto de derribarlo, pero su voluntad no se frustró tan fácilmente. La atrajo hacia sí y le dio un beso feroz y un poco empalagoso antes de darles la vuelta.
Hermione no podía expresar ni una sola queja, ya que sus planes se veían interrumpidos con tanta facilidad. Sus pensamientos, sus manos y sus labios bastaron para acallar cualquier protesta. Su cuerpo se arqueó maravillosamente entre sus manos. El pelo de él le acarició ligeramente el interior del muslo antes de que ella hiciera sitio para que él se acomodara entre ellos.
Severus dedicó toda su atención a sus zonas más sensibles antes de bajar la cabeza. La esencia de ella inundó su lengua como dulce ambrosía y no pudo evitar ahondar un poco más para saciar su hambre.
Hermione dejó escapar un profundo gemido tembloroso. Sus manos pasaron por encima de su cabeza para aferrarse al cabecero. Su lengua era su arma más peligrosa, un arma que sabía muy bien cómo utilizar al máximo. Le subió las piernas a la altura de las rodillas y le apretó los dedos de los pies. Él seguía el ritmo de sus caderas, que se mecían suavemente, sin perder el compás. Cuando supo que ella estaba a punto de caer en la dulce felicidad, él se apartó y la dejó jadeando al borde del abismo.
Su mandíbula se aflojó y su cabeza se inclinó hacia atrás, tomando pequeñas bocanadas de aire. Sintió, más que vio, cómo él subía por su cuerpo más pequeño. Sus piernas lo rodearon instintivamente y su garganta dejó escapar un pequeño grito de placer cuando él, de repente, los unió.
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𝕷𝖆 𝕾𝖊𝖗𝖕𝖎𝖊𝖓𝖙𝖊 𝖞 𝖑𝖆 𝕷𝖊𝖔𝖓𝖆 | 𝕾𝖊𝖛𝖒𝖎𝖔𝖓𝖊
FanfictionSecuela de El poder del dolor. No es un fic independiente. El amor no es una marcha de la victoria. Una historia de cómo Siempre se convierte en Siempre. Lo que sucede cuando uno recuerda pero elige olvidar. Mientras que el otro se niega a olvidar l...