Capítulo 2

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Finalmente llegó 2 de diciembre, el día del partido por el que me había entrenado con ansias y hasta el cansancio.

La noche anterior no pude descansar bien, por pensar en los posibles resultados del partido. Había gente que perdió la fe en nosotros, en nuestras capacidades y modo de juego, tanto así que se atrevieron a decir que íbamos a perder por una goleada, otros, muy pocos, nos defendía y también estaba el grupo al que le importábamos un carajo.

Todos bajamos del bus de la selección. Uno a uno, los jugadores de mi país fueron entrando al camerino que nos designaron con anterioridad, mientras que, Heungmin y yo, íbamos al final, habíamos hablado un poco durante el viaje del hotel hasta acá, sobre cómo enfrentaríamos a nuestros rivales; para ser honesto, internamente me encontraba un poco ansioso, porque mi sed de ganar me consumía por completo.

Una vez entonamos el himno nacional y se anunció al equipo titular, nos fuimos al área de las bancas

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Una vez entonamos el himno nacional y se anunció al equipo titular, nos fuimos al área de las bancas. El coach nos dio un corto discurso motivacional y luego fuimos enviados a la hermosa y llamativa cancha verde que nos esperaba.

Estaba ciertamente emocionado, pero a la misma vez sentía tanta ansiedad que es difícil de explicar cómo realmente me siento en este momento. Cosas del mundial de fútbol, supongo.

El partido inició con normalidad, traté de dar lo mejor de mí en mi posición de delantero, con los pases que me daban o recuperando los rebotes que eran perdidos, y así perdí la noción del tiempo.

Entre correr, saltar, patear y el contacto físico con mis contrincantes me sumí en un nivel de concentración increíble, hasta que escuché que el árbitro pitó porque el equipo contrario iba a realizar un cambio en uno de sus jugadores.

Iban a sacar al número 7.

Cristiano Ronaldo.

Ese tipo que me había dado esa sonrisa extraña la vez pasada.

De solo recordar aquello, me sentí enojado y, como estaba un poco cerca de él, observé sus movimientos. El tipo caminaba tan lento que mi ansiedad incrementó a niveles monumentales, no se por qué carajos no salía rápido de la cancha, ¿Le pesaba la vida o los zapatos?

Y aquello me molestó tanto, que actué sin pensarlo.

— ¡Lárgate! —grité, mientras lo miraba —. Sal rápido de la cancha.

La verdad es que nos estaba haciendo perder el tiempo, para remontar el partido.

Sentí que las personas a mi alrededor me miraron con suma atención, pasando su mirada entre Cristiano y yo. Por su parte, Ronaldo hizo el gesto «Shhh», para, según él, mandarme a callar.

— ¡Idiota! ¡Lárgate! —grité sintiendo aún más enojo.

Carajo, este tipo solo sabe molestarme o qué.

No obstante, no conté con que mis palabras hubieran hecho enojar a más gente a mi alrededor. Me di cuenta que el jugador senior del equipo de Portugal, Pepe, se acercó a mí y me empujó levemente como con molestia.

¿Y a este qué le había hecho?

— ¿Qué es lo que te pasa? —lo escuché hablar en inglés, que por desgracia logré entender y eso encendió mi instinto de pelea.

Lo empujé de vuelta.

—Tú no te metas —respondí con molestia, en inglés, para que me entendiese.

Y, cuando estuve a punto de darle otro empujón, el delantero central Heechan se acercó para detenerme.

Cálmate, Guesung, después te dan tarjeta roja —se dirigió a mi en coreano.

De verdad quiero golpearlo, hyung —le dije —. Pero a Ronaldo.

Él esbozó una risa discreta y elevó sus hombros como restándole importancia a mis palabras.

Después de ese pequeño incidente, el partido continuó con su rumbo normal, hasta que el tiempo extra se terminó y ganamos 2-1.

El equipo entero entró en un estado de tensión apenas acabó el partido, pues, a pesar de llevar la victoria en este momento, dependíamos de los resultados de otro partido. Fueron los minutos más largos de mi vida, hasta que se terminó y, Uruguay a pesar de haber ganado, no logró los puntos suficientes para clasificar.

El estadio entero se desató en emoción, muchas de las personas que vinieron a vernos jugar, lloraban por la emoción que sentían. Todos nos abrazamos de manera grupal, sin creer lo que sucedía: entramos a octavos de final.

Heungmin Son, nuestro excelente capitán, no pudo contenerse las lágrimas de felicidad y yo no pude contener el abrazo que le di, tras eso, interacción con nuestras compatriotas de las gradas y un par de fotos para la prensa, todo el equipo volvió a su respectivo camerino.

Pero, mientras aquello sucedía, sentí una mirada sobre mí que me incomodó un poco. Busqué a la persona que me observaba, hasta que mis ojos chocaron con aquellos ojos color aceituna que había visto hace menos de una semana.

Cristiano Ronaldo me miraba con una extraña expresión en el rostro.

¿Qué quería ahora?

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