d i e c i s i e t e

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«Por todos los ángeles del cielo y del infierno»

Han Jisung no era creyente, pero estaba a punto de rezar una plegaria a quién sea que haya enviado al señor Lee justo en el momento adecuado para evitar tal humillación.

Hasta esa mañana, todavía ingenuamente pensaba que el enamoramiento que tenía con Minho era algo temporal, que iba a pasar, que si seguía cerca de él eventualmente encontraría algo que no le gustara y toda esa locura terminaría, pero no estaba funcionando. 

Por el contrario, cada vez se sentía más y más enamorado, notando detalles que antes no veía, como la forma en la que lo miraba con tanta atención, como si lo que él decía era la cosa más importante del mundo, y cómo su cabello se veía de un bonito castaño dorado a la luz del sol, lo atractivo que se veía con gafas, la forma en la que su sonrisa era ligeramente asimétrica, las venas de sus brazos y- «basta».

No podía ni verlo a los ojos y era obvio que sus padres notaban la incomodidad porque no dejaban de intentar hacer conversación.

—Preparé carne de cerdo porque Minho dijo que te gusta —habló la señora Lee.

—Todo está delicioso, gracias —murmuró Jisung, sin levantar la mirada de su plato.

—Mamá no cocina muy seguido —señaló Minho—, pero hoy es una ocasión especial.

Su tono era suave y amable, estaba seguro de que trataba de hacerlo sentir cómodo de nuevo, pero, aunque era dolorosamente consiente de lo poco que todos estaban disfrutando la cena por su culpa, no podía relajarse, tenía los hombros tan tensos que sus movimientos lucían robóticos cada que se llevaba comida a la boca y le estaban dando ganas de llorar porque sentía que estaba arruinándolo todo, la visita de Minho a casa de sus padres, la primera impresión que les había dado, la comida que su madre había preparado para él y...

Minho cubrió su mano con la suya, que estaba hecha un puño a su costado, por debajo de la mesa, tan fuerte que se había clavado las uñas en la palma, aunque lo hizo de forma inconsciente.

El mayor no dijo nada, ni siquiera volvió a mirar en su dirección, solamente tomó su mano y acarició el dorso con su pulgar, hasta que la tensión desapareció y sus manos y sus hombros se relajaron, y pudo pasar la comida sin tener que hacer un esfuerzo sobrehumano.


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El resto de la cena transcurrió con tranquilidad, después de eso se sentaron todos en el salón, la madre de Minho preparó té y su padre cortó algunas frutas para todos, mientras conversaban poniéndose al tanto de sus vidas, el señor Lee había comenzado a tomar clases de carpintería, la señora Lee estaba pensando tomar otro diplomado, a Minho le gustaban casi todos sus nuevos profesores, excepto uno, pero la materia era obligatoria así que necesitaba soportarlo.

Jisung los escuchaba en silencio, comiendo mandarinas y disfrutando del té caliente, se sentía extraño, era como ver una de esas familias felices que solo hay en la TV o en los cuentos, pero en la vida real.

Entonces, tres pares de ojos se posaron sobre él, cuando Minho terminó de quejarse de su profesor de pensamiento crítico.

—¿Qué tal tus vacaciones, Jisung-ah? —preguntó Daeun—, Minho dijo que terminaste primero en tu curso de verano.

—Eh... si —respondió el menor, un poco orgulloso y tímido a la vez—, mi cuento va ser ilustrado por una artista famosa que hace webtoon, la antología será publicada después de navidad.

—Tus padres deben estar muy orgullosos —dijo Daeun y Jisung sintió una pequeña punzada de dolor en el pecho, bueno, al menos uno de sus progenitores si estaba orgulloso—. Espero que nos invites a la presentación.

—¿D-de verdad quieren ir? —cuestionó Han, sorprendido, pues pensaba que la madre de Minho solo estaba siendo amable tratando de incluirlo en la conversación cuando le había preguntado por su escritura.

—¡Por supuesto que queremos ir! —exclamó el señor Lee—. Es un logro muy importante y Minho no nos quiso decir de qué va el cuento, dijo que esperemos a que sea publicado.

—No es la gran cosa... —Jisung murmuró.

—¡Si lo es! —Minho aseguró—. Por algo fuiste el primero, deberías presumir más, no solo eres bueno en cuestión de gramática y estructura, las cosas que escribes, son bellas y profundas, puedo decir que pones tu corazón en ello, eso es algo que la gente reconoce en un escritor.

Jisung fue incapaz de decir una palabra, no le importaba tanto tener el reconocimiento de la gente, pero que Minho dijera esas cosas, tener el reconocimiento de la persona que le gustaba y que admiraba, le llenaba el corazón de alegría y era tan abrumador que quería llorar y reír al mismo tiempo.

No podía decir nada porque temía avergonzarse enfrente de los padres de Minho y porque ni siquiera podía pensar en un agradecimiento adecuado, así que solo lo miro sonriendo, esperando que viera a través de sus ojos, cuanto significaba tenerlo de su lado.

Minho asintió, lo entendía.

Clic

El sonido del teléfono de Daeun los devolvió a ambos a la realidad.

—Ay lo siento, es que se ven tan bonitos, tenía que tomar una foto.

—Mamá... —Minho se quejó.

—Esta bien —dijo Jisung—, se ve que le gusta tomar fotos —observó, señalando todas las fotos de Minho pequeño que había alrededor del salón, unas en marcos sobre los muebles, otras colgadas en las paredes.

—Con un bebé tan adorable, cómo no hacerlo —Daeun sonrió mientras miraba a su hijo.

—Soy un adulto ahora —Minho suspiró.

Ella lo ignoró, dirigiéndose a Jisung:

—¿Quieres ver las de los álbum?

—¡Si!

—Pero- —Minho protestó, pero su madre ya se había levantado en busca de los álbum de fotos, su padre se rio y le dio un par de palmadas en la espalda mientras le pasaba un trozo de manzana, compadeciéndolo.

Jisung pasó una buena parte de la tarde mirando sus fotos, con su madre contándole cada detalle vergonzoso de su infancia, como lo mucho que lloró el primer día de clases en la guardería o cuando se llevó a casa a la mascota de la clase, un hámster llamado Butter y lloró porque no quería devolverlo.

Tenía que haberla detenido cuando le contó de la vez que lo enviaron temprano a casa porque se ensució los pantalones, pero ya ni siquiera lo intentó, total, su imagen cool estaba completamente arruinada, así que se resignó y solo se dedico a mirar la tv con su papá.

Con todo eso, definitivamente no se arrepentía de haberlo llevado a casa, a pesar de los altibajos, Han se veía tan feliz y cómodo, riéndose y conversando con su madre, no podía dejar de sonreír mientras los veía.

—Él te gusta, ¿verdad? —habló Seyoon, sacándolo de su ensoñación. La cara de Minho seguramente era un poema, porque su padre no pudo evitar reír cuando lo volteó a ver—. Lo sospeché desde que no dejabas de hablar de él cada que venías a casa, y como estabas tan ansioso porque conociera a Clavo y Canela, pero lo he confirmado al notar como lo miras.

—¿Cómo lo miro...?

—De la misma forma en que yo miro a tu madre. 

La casa con el gato en la ventana [minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora