c u a r e n t a

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Invierno era definitivamente su estación menos favorita del año. Los días eran más cortos, se estaba poniendo pálido por falta de vitamina D, y no importaba cuantos pares de calcetines usara, sus pies todavía estaban fríos. Por si fuera poco, tenía casi dos semanas que no hablaba mucho con sus amigos, pues estaban muy ocupados preparándose para el CSAT.

Además de fríos, los días de invierno eran inmensamente aburridos. Jisung pasaba sus tardes en casa de Minho, acurrucado con Kimchi en el sofá, o en la alfombra mientras el mayor trabajaba en sus proyectos finales. O en casa, calentándose frente a la chimenea con su madre cuando tenía días libres, como ese.

—Jisung-ah, ¿estas seguro de que no quieres presentar el examen? —cuestionó Jia, tentativamente— ¿solo por si acaso?

Jisung suspiró, apartando la mirada del manga que leía para mirar a su madre.

—Estoy 100% seguro —dijo.

Jia no respondió, parecía que realmente quería discutirlo, pero se estaba conteniendo. Jisung le sostuvo la mirada, listo para volver a defender su punto si ella insistía.

—¿Deberíamos preparar snacks para tus compañeros? —ella finalmente habló.

Jisung sonrió, aliviado.

—Suena bien —aceptó con entusiasmo—, ¡podemos escribir algunas notas de ánimo también!

—¿Qué tal galletas de avena? —sugirió Jia con una sonrisa, mientras se levantaba, pero la mueca de disgusto en el rostro de su hijo la hizo detenerse en su camino a la cocina— ¿por qué pones esa cara? —se rio.

—¿No podemos hornear galletas de chocolate normales? —preguntó Jisung.

—La avena es más saludable —insistió Jia.

—Ew.

Ella sonrió de nuevo.

—Está bien, voy a ordenar chispas de chocolate, es lo único que nos falta —dijo, comenzando a buscar en la app de delivery—, y de paso algunas bebidas.

Jisung asintió, dirigiéndose contento a la alacena en busca del resto de los ingredientes. Jia lo siguió, sacó un par de delantales de un cajón, que ambos se ataron mutuamente, y después procedió a encender el horno.

Pronto la cocina se llenó de un cálido ambiente y un dulce aroma. Para Jisung aún era extraño ver a su madre moverse tan cómodamente por la cocina, era una imagen tanto desconocida como fascinante.

—Mamá, ¿dónde aprendiste a cocinar? —le preguntó— Que yo recuerde, la abuela nunca ha cocinado.

—Mm... aprendí durante la universidad —ella respondió—, eran periodos de mucho estrés, y estar en la cocina, donde puedo tener el control de todo, me ayudaba a sentirme mejor, en especial cuando se trataba de postres.

Jisung la miró con un puchero y los brazos cruzados.

—¿Y por qué nunca me preparaste ninguno?

Jia no pudo evitar sonreír al pellizcarle una de sus infladas mejillas, ¿desde cuándo ese niño rebelde había comenzado a actuar tan adorable?

—Tienes que comer comidas saludables para que crezcas bien —argumentó.

—Mamá... —Jisung suspiró, mirándola hacia abajo. Él era un poco más bajito que otros chicos de su edad, pero viendo la estatura de su madre, todavía más pequeña en comparación, no entendía de donde venía su esperanza de que él creciera más.

—No me refiero a tu estatura —ella se rio, aunque se sentía un poco ofendida.

Jisung también se rio, encontrando graciosa la situación. Esperaba que el buen humor fuera añadido también a la receta, y que, junto con sus mensajes de ánimo escritos a mano, sus compañeros ganaran fuerzas para hacerlo bien durante los exámenes.

La casa con el gato en la ventana [minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora