t r e i n t a i o c h o

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No recordaba la última vez que había deseado volver a casa temprano, pero desde que Taeho ya no estaba en sus vidas, y su madre tenía más tiempo para él, había comenzado a hacerlo más seguido.

El olor a especias y pan recién horneado lo recibió cuando abrió la puerta y se apresuró a la cocina, sorprendido de encontrar a su madre ahí, removiendo una salsa en una olla.

—Wow —fue lo único que atinó a decir.

—Hey, ¿Qué tal la fiesta? —preguntó Jia con una sonrisa— Te estuve esperando para desayunar.

—M-me desperté tarde, lo siento —Jisung murmuró, aun procesando la poco familiar imagen de su madre cocinando, no recordaba haberla visto hacerlo nunca—. ¿Y la señora Jung?

—Le di el día libre —respondió Jia, después de probar la salsa una última vez.

Apagó el fuego y siguió con el resto de la preparación. Cuando Jisung se acercó más a la isla de la cocina, notó la pasta con carne en un refractario, acercó una silla alta, y se sentó del otro lado, olisqueando con desconfianza.

—¿Por qué?

—Quería preparar algo yo misma, hace mucho que no lo hago —dijo Jia. Sacó unos panecillos del horno y metió la pasta luego de verter la salsa encima—. ¿Quieres ayudarme con esto? —le preguntó, acercándole un recipiente con mantequilla mezclada con especias, Jisung asintió torpemente y comenzó a untar los perfectos y redondos bollitos con la mantequilla.

—Creo... que es la primera vez que te veo cocinar —habló Jisung en voz baja, el comentario había salido más bien como un pensamiento en voz alta, pero Jia lo escuchó de todos modos.

—¿Sí? —cuestionó ella— Lo hacía para ti cuando eras un bebé, supongo que no lo recuerdas —Jisung negó con la cabeza—. Cocinaré más seguido de ahora en adelante —dijo Jia—, aunque probablemente no vuelva a tener un día libre en un par de semanas.

Jisung estuvo contento solo de imaginarlo, incluso si dudaba un poco de las habilidades culinarias de su madre.

—Yo podía ayudar también —comentó con entusiasmo—, y podríamos invitar a Minho, s-si eso está bien para ti.

Jia sonrió, cediendo ante el impulso de estirar el brazo y pellizcar una de las sonrojadas mejillas de su bebé.

—Me encantaría —aseguró—. Vamos, ayúdame a poner la mesa.

Jisung asintió, bajando de un salto de su silla, se dirigió a la alacena en busca de platos y cubiertos.

Terminó de arreglar todo justo en el momento que la pasta salió del horno y Jia se apresuró a servirla mientras estaba caliente. Se sentía extraño, aunque de una manera agradable. No era la primera vez que Jisung compartía una comida a solas con su madre, pero era la primera vez que ella cocinaba algo especialmente para los dos.

—Ten cuidado, no vayas a quemarte —dijo, acercándole su plato.

Jisung asintió, mientras intentaba registrar en su mente cada detalle de ese recuerdo valioso. Probó primero uno de los panecillos, gratamente sorprendido por lo perfectamente hechos que estaban, incluso sin la mantequilla, la masa era suave y esponjosa, solo con la cantidad justa de azúcar. Después, tomó un bocado de la pasta y no pudo evitar el jadeo de sorpresa cuando la saboreó. Nunca se habría imaginado que su madre era tan buena cocinera, incluso hubiera dudado que ella misma preparó todo de no haberla visto hacerlo cuando llegó.

—¡Está delicioso! —exclamó.

—¿Esperabas algo diferente? —Jia cuestionó, ligeramente ofendida.

La casa con el gato en la ventana [minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora