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Honestamente, había estado teniendo un día de mierda.

Kimchi se comió media bola de masa para galletas que había dejado sobre la encimera la noche anterior, tenía que haberla metido a la heladera, pero se olvidó, y lo primero que vio al salir de su habitación en la mañana, fue el piso de la cocina lleno de vómito, y al gato acurrucado en una bola sobre la alfombra. Alarmado, lo tomó en brazos y corrió donde la veterinaria al final de la calle, ni siquiera se molestó en lavarse la cara o vestir ropa decente.

Por fortuna, Kimchi estaba bien, había vomitado toda la masa de galletas, solo necesitaba electrolitos para rehidratarse, y perder los dos kilos extra de peso que misteriosamente había ganado en el último mes. Minho no sabía cómo, el gato jugaba y comía como siempre, tal vez su metabolismo se había ralentizado a medida que envejecía, no estaba seguro, pero debía tener alrededor de ocho años desde que la abuela lo había recogido de las calles, cuando era solo un gatito bebé.

Regresó a casa con más calma, llevando a Kimchi en los brazos, demasiado cómodo y meneando la cola, entretanto él se regañaba mentalmente por ser tan descuidado. Al llegar, lo dejó en su habitación mientras limpiaba el vómito de la cocina y ponía la cafetera, ya se había perdido la primera y segunda hora de clase, así que no se dio prisa por llegar a la tercera, en su lugar, decidió preparar el almuerzo, solo para encontrarse con que su nevera solo contenía sobras de anteayer, dos latas de soda y un cartón medio vacío de leche caducada.

Se frotó la cara con ambas manos y suspiró, sacó los contenedores vacíos y los puso en remojo. Su padre solía enviarle guarniciones dos o tres veces al mes, pero no lo hacía a menos que él le devolviera los contenedores limpios y completos, se enojaba a sobremanera si perdía o rompía alguno. Resolvió pedir algo de comida a domicilio y lavar los contenedores mientras tanto.

Tomó una ducha después de la comida y se dirigió por fin a la universidad, solo para encontrarse con la mala noticia de que habían tenido un examen sorpresa en una de las clases a la que no asistió, tuvo que recorrer la facultad de arriba abajo para poder encontrar al profesor y pedirle una segunda oportunidad, el cual lo rechazó, por supuesto, porque su día no podía ir peor, y le dijo que iba tener que trabajar para conseguir créditos extra.

Cuando volvió a casa estaba completamente agotado, al menos, su trabajo temporal en la librería había terminado, el dueño regresó de sus vacaciones y no lo necesitaba más, por lo que tendría las tardes libres de ahora en adelante.

Colapsó en la cama a lado de Kimchi, que no se había movido de ahí desde esa mañana, cuando lo dejó dormido antes de salir. En ese momento, realmente envidiaba al regordete felino.

Había estado teniendo un día de mierda, hasta que escuchó esa voz llamando a su gato desde la ventana, y ahora tenía a un colegial rodando sobre su alfombra con Kimchi en brazos, quien lucía mucho más animado después de la larga siesta y en compañía de su amigo.

Minho se quedó mirándolos un rato, al muchachito no le importó y siguió jugando con el gato sin prestarle atención. Dios, era su primera vez conociendo a alguien tan ingenuo y con tan poco sentido de autopreservación; suspirando, fue a la cocina y tomó de la nevera las dos latas de soda, abrió una y le ofreció la otra al invitado, quien le dirigió una curiosa mirada, seguida de una sonrisa que casi hizo sus ojos desaparecer. Se sentó en la alfombra junto a él y Kimchi, que parecía demasiado cómodo en su regazo, abrió la lata y le dio un sorbo, el otro chico hizo lo mismo, solo entonces Minho decidió volver a dirigirle la palabra.

—Así que, Han Jisung —dijo, inclinando la cabeza ligeramente para leer la placa con su nombre, prendada del lado izquierdo de su camisa—, de Jeil High... un hobae, también fui a esa secundaria.

—¿En serio? —preguntó Jisung, con más entusiasmo del que Minho hubiera esperado.

—Ajá, me gradué hace dos años —respondió, sin darle demasiada importancia al asunto.

Contrario del menor, quien se levantó para ofrecerle una reverencia de noventa grados.

—¡Encantado de conocerle, sunbae-nim!

Minho medio sonrió, negando con la cabeza. Y Jisung volvió a echarse sobre su estómago para seguir jugando con el gato, el mayor los observó a ambos en silencio por un rato, hasta que, algo aburrido, volvió a tomar la palabra.

—Oye, Jisung... —empezó, y el menor dejó al gato de lado para mirarlo— ¿Te das cuenta de que acabas de entrar a la casa de un completo desconocido, en medio de un callejón solitario, donde seguramente nadie sabe que estás, dándole tu nombre completo y el lugar en donde estudias...?

El menor se sentó muy deprisa, miró a la puerta de la casa y luego lo miró a él otra vez.

—La cerré con llave —dijo Minho, engrosando la voz al mismo tiempo que lo miraba como Kimchi a una de sus presas, solo porque le parecía divertido tomarle el pelo, es decir, darle una buena lección de autocuidado.

El menor se quedó muy quieto, seguramente comenzando a asustarse mientras ideaba mentalmente alguna forma de escapar.

—P-por favor... no me haga nada —pidió en voz baja, temblorosa.

Minho bufó, dirigiéndole una diabólica media sonrisa.

—¿Quién dice que no lo he hecho ya? —mencionó, señalando la lata de soda a medio beber, que Jisung había dejado a un lado.

Pero se dio cuenta de que la broma estaba yendo demasiado lejos cuando los ojos de Han se llenaron de lágrimas y vio su labio inferior comenzar a temblar.

Minho negó con la cabeza, chasqueando la lengua.

—Jisung-ah, no deberías seguir a cualquier tipo a su casa solo porque te gusta su gato —dijo, colocando una mano sobre su hombro con un gesto y voz más amables, Jisung soltó un pequeño sollozo de sorpresa, pero no se alejó—, no confíes en alguien solo porque te dice que fue a la misma escuela que tú, y, sobre todo, no aceptes comida ni bebida de alguien que acabas de conocer.

Jisung asintió frenéticamente con la cabeza.

—¡No volveré a hacerlo, sunbae-nim, lo prometo!

El mayor le dirigió una sonrisa, no era de burla esta vez, sino que lo había encontrado un poquito adorable.

—Minho. Me llamo Lee Minho —dijo, revolviéndole el cabello antes de dejarse caer en la alfombra y abrazar a Kimchi.

—Minho sunbae-nim.

—No tienes que llamarme sunbae, ya no estoy en tu escuela —se rio—. Puedes llamarme hyung, y puedes venir a jugar con Kimchi siempre que quieras, pero los bocadillos están prohibidos hasta nuevo aviso.

Jisung asintió contento, tomando al gato y aferrándolo contra su pecho. Minho se limitó a mirarlo en silencio, fascinado y un tanto confundido, Han Jisung le parecía un chico bastante peculiar, ingenuo, un tanto infantil para su edad, e incluso ligeramente molesto, pero bueno, si al gato le agradaba, debía haber una buena razón para ello, estaba dándole el beneficio de la duda.

La casa con el gato en la ventana [minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora