Capitulo 26

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"Nadie está disponible para atender su llamada. Su llamada será dirigida al buzón de voz de—Hannah Davis—. Después del tono, por favor grabe su mensaje. Cuando termine de grabar, puede colgar o presione # para más opciones."

Ryan Capestrani suspiro de frustración y colgó el teléfono. Ya había dejado un par de mensajes y no quería dejar otro, no quería molestar a Hannah.

Era extraño—Hannah nunca le cancelaba de último minuto. Era una de las con las que le gustaba jugar, si buscabas la palabra "puntual" en el diccionario, verías una foto de ella viéndote fijamente. Luego ella inevitablemente lo pellizcaría en las costillas antes de besarlo.

Alrededor de hace unos cuantos meses, después de su promoción en el trabajo, había estado mucho más ocupado de lo normal, y sabía que, como el año escolar estaba acabando, Hannah estaba estresada. Ese es por qué había planeado algo muy especial para la noche del viernes.

Alrededor de hace cuatro o cinco semanas, le había dado pistas de que quería que se mudara con él. Ryan había pagado un adelanto en un nuevo departamento, y ciertamente era lo suficientemente grande para los dos—incluso se había asegurado de que tuviera un cuarto extra disponible para que lo pudiera convertir en un estudio/librería.

Si, mientras veía su nuevo apartamento, podía afirmar que era ciertamente lo suficientemente grande para que los dos vivieran juntos como novio y novia.

O como esposo y esposa.

Busco en su bolsillo y saco una pequeña caja de terciopelo rojo. La abrió, miro el anillo de compromiso que había comprado el mes pasado.

Cuando conoció a Hannah hace un año y medio, le había encantado. Había sido una clienta en el lugar del que se encargaba, un restaurante Japones llamado Kampai, con algunas de sus viejas amigas de universidad. Se veía tan inteligente, ingeniosa y muy hermosa. También hizo preguntas incisiva sobre la cocina que mostraban que era una conocedora total. Seguía encontrando excusas para atender su mesa y esencialmente volverse su camarero personal esa noche. Antes de que dejara el restaurante esa noche, le dio su número y bromistamente le dijo que podía llamarlo si tenía alguna queja o sugerencia sobre su comida.

Dos días después, le llamo de vuelta y hablaron en el teléfono por horas. Unos cuantos meses después, Hannah le confeso que quería llamarlo la misma noche que lo conoció, pero no quería parecer muy ansiosa.

Ryan nunca había creído en las almas gemelas o en el amor a primera vista antes de conocer a Hannah. Pero entre más la conocía, más profundamente caía por ella—incluso amaba sus extrañas peculiaridades, como el hecho de que tenía seis o siete libros tirados por su casa, porque podía cambiar entre lecturas dependiendo del humor en que estuviera, o el hecho de que era increíblemente particular de donde se sentaba cuando iban a un restaurante porque creía que había una manera científica de saber cuál mesa podía darte el mejor servicio.

Por supuesto, no dolía que no podían dejar alejar sus manos uno del otro. Hannah le había dicho una vez que no se había dado cuenta de lo maravilloso que el sexo podía ser hasta que lo conoció. Ryan se sentía igual—cuando estaban juntos, no solo tenían sexo. Estaban haciendo el amor, en el verdadero sentido de la palabra.

Los últimos dieciocho meses habían sido los más felices de su vida, y esperaba ser capaz de llevar la misma cantidad de alegría a la de Hannah. Quería que esos días felices siguieran para siempre.

Y mañana, estaba planeando hacer la pregunta. Reservo todo Kampai solo para los dos—el lugar donde se conocieron, exactamente la misma mesa. Cena, y luego...la proposición.

Cerro la caja del anillo, rascando su poblada barba.

Había planeado cenar con Hannah esta noche, dejar unas cuantas pistas más sobre querer que se mude con él. Arreglar la sorpresa de mañana.

El Objeto DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora