¿Cuánto tiempo podía aguantar sin respirar? Uno, dos, tres... quince.
Salí del agua tomando una profunda bocanada de aire para que el oxígeno llegara a mis pulmones, al mismo tiempo en que me incorporaba hasta quedar sentada. Me sentía decepcionando por la escasa cantidad de tiempo que resistí, pero eso desapareció en el momento en que escuché a mis espaldas el ronco y profundo gemido de Elías inundando aquel cuarto de baño, mientras sus piernas se tornaban rígidas bajo mis muslos.
Sonreí, extendiendo los brazos y aferrando mis manos a los bordes de la bañera, antes de comenzar a mover las caderas de una manera sensual, sintiéndolo introducirse cada vez más profundo en mi interior, llenándome de un placer inexplicable, mientras me encontraba montándolo de espaldas, con mi trasero frotándose contra su abdomen bajo.
—¡Zut! —gruñó, deslizando sus manos por mi torso para acunar mis senos con ellas, halándome hacia atrás, hasta que mi espalda chocó con su fuerte pecho. —. Si Ma Femme me despedirá así cada vez que tenga que salir, comenzaré a viajar más seguido.
Una suave risa brotó de mis labios, y me aparté de él, gimiendo al sentir su miembro deslizarse fuera de mi interior, antes de girarme en aquella bañera para verlo de frente y acomodarme en su regazo, rodeando su cuello con mis brazos.
—Pues entonces tu esposa te atará a la cama, para tenerte siempre cerca. —murmuré contra sus labios, antes de adueñarme de su boca con fiereza.
Él gimió, gustoso.
—Pero atado a la cama no podré trabajar —su lengua acarició mi labio inferior, antes de que me sujetara de la cintura con una mano, mientras la otra guiaba su miembro hacia mi entrada. —. Y si no trabajo, no podré darte el mundo.
Gemí contra su boca, mientras lo sentía invadirme duro, lento y caliente.
—Yo no quiero el mundo —me aferré de su cuello, abrazándome contra él una vez que comenzó un suave y sensual vaivén. —. Solo te quiero a ti, ¡Ah, joder! —mi cuerpo tembló cuando agarró mis caderas, moviéndome de manera que mi clítoris de frotaba contra su pubis, ayudándome a restregarme sobre él de una manera perfecta.
Me estremecí, y eché la cabeza ligeramente hacia atrás, disfrutando la sensación de sentirlo llenándome por completo.
Carajo, realmente amaba aquella clase de mañanas tan apasionadas. Me volvía loca de placer, demente de deseo, y todo lo que quería era perderme para siempre en él; en sus apetitosos labios y fuertes brazos, anhelaba fundirme en su exquisita piel marcada y llenarme de su esencia hasta saciarme por completo.
Era el verdadero paraíso.
—Tienes que regresar lo más pronto posible, o te sustituiré con un consolador. —bromeé, poniéndome de puntillas para alcanzar sus labios y darle un tierno beso.
—Haces que sea difícil marcharme —murmuró en mi boca. —. Al menos vístete.
Si, quizás era un golpe bajo encontrarme desnuda, aún con gotas de agua escurriéndose de mi cabello y deslizándose de mi cuerpo, mientras lo seguía por la habitación, viéndolo prepararse para salir.
—¿Qué tal si mejor te quedas? —inquirí, avanzando hacia la cama sentarme en el borde, cruzando las piernas y guiando la mano a mi rostro, mordiéndome el dedo índice de manera coqueta.
—Zut —jadeó, tragando saliva antes de acercarse a mí, para inclinarse, apoyando sus manos a mis costados, hasta que nuestros rostros estaban a centímetros de distancia. —. Eres una tentación... una cruel y sexi tentación. —murmuró viendo mis labios con deseo.
Cerré los ojos y entreabrí la boca esperando ansiosa sus besos, cuando de pronto el celular en su bolsillo sonó. Él suspiró, un tanto molesto por la interrupción, mientras se incorporaba y lo tomaba para ver de quien se trataba.
ESTÁS LEYENDO
Rebeca Odell
Romance"Un matrimonio por conveniencia no es el fin del mundo" Rebeca Stain jamás imaginó que el frío y calcular Sloan tendría tanta razón, mucho menos, que la abusiva decisión de su padre la llevaría a conocer al hombre más interesante, caballeroso, atent...