Ir de compras para distraerme era una buena manera de sobrellevar el aburrimiento que me provocaba no tener nada que hacer en las tardes; durante la mañana asistía al spa luego de hacer ejercicio, me aseguraba de que todo estuviese en orden con los tramites de mi nuevo club, ya que el anterior lo había dejado en las capaces manos de Darcy, y finalmente pasado el mediodía, estaba libre.
Comúnmente solía salir con mi abuela, la oportunidad perfecta de pasar tiempo juntas, pero ese día mi universo había preferido irse a un retiro espiritual, dejándome a la deriva. Por suerte, mi amiga también estaba libre, ya que entre semana el trabajo en el club no era demasiado.
—¿Qué te parece esto? —pregunté, parándome bajo el umbral del probador para posar de manera sensual.
—Creo que Elías perderá la cabeza cuando te vea —comentó en un tono pícaro. —. Esa lencería te queda perfecta.
Sonreí, satisfecha con su respuesta, antes de avanzar hacia el espejo de cuerpo completo para verlo por mí misma; y en efecto, no lucía nada mal.
—Le daré una sorpresa cuando regrese —mordí mi labio inferior. —. Dejaré mi cabello suelto, quiero verme salvaje.
—Le dará un infarto a ese hombre —soltó una risita, poniéndose de pie y avanzando en mi dirección. —. Todavía no entiendo como congenian, Elías es demasiado chapado a la antigua, tierno y caballeroso, mientras tú... tú eres una verdadera zorra promiscua.
Abrí la boca, fingiendo indignación.
—Al igual que tú —comencé a reír. —. Créeme, Darcy, no debes dejar que te engañe su carita de ángel.
Carajo, si tan solo pudiera verlo en acción. Aquel hombre era feroz, perverso y ligeramente pervertido... Solo de recordarlo se me estremecían las entrañas.
—No me sorprende, si te cásate con él, debe ser porque el hombre da la talla.
—Más de lo que te imaginas. —mordí mi labio inferior con descaro y ambas reímos ante eso.
Joder, estaba segura de que si inventaban una máquina del tiempo y volvía año y meses atrás para decirme a mí misma que no me reusara a casarme con aquel hombre, seguramente mi yo del pasado me habría dado una bofetada, acusándome de haber perdido la cabeza. ¿Qué podría decir? Aún para mí era difícil de entender cómo me había prendido tan perdidamente de aquel tipo, al punto de convertirse en una obsesión que ya rayaba en la locura. Y era tanta, que durante los últimos dos días había contado las horas, minutos y segundos para volver a tenerlo a mi lado...sobre mí, o debajo, el orden no alteraba el resultado.
—Nena —Darcy frunció el ceño, mientras observaba mi reflejo. —. Gírate hacia mí.
—¿Qué sucede? —pregunté extrañada, por el tono serio en su voz, y me giré para verla de frente.
—Es qué —trató de acomodarme el sostén, lo que me hizo ver que, a pesar de ser de mi talla, no me quedaba a la medida. —. Te crecieron los senos.
Ella sabía de lo que hablaba, teníamos la misma medida cuando estábamos en la universidad, al punto en que cuando alguna iba de compras sin la otra, podía comprarle alguna blusa, vestido e incluso sostén probándoselo ella.
—¿De verdad? —inquirí. —. B-Bueno, no me sorprendería. Hay un mito que dice que si te besan mucho los pechos te crecen, ¿no? Elías pasa pegado a ellos. —una ligera carcajada brotó de mis labios para disimular el jadeó que me provocó un escalofrío al recorrer mi espina dorsal, solo de recordar aquellos escenarios y añorar con locura la placentera experiencia de sentir su boca cálida y húmeda cubriendo mis delicados pezones.
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Rebeca Odell
Romance"Un matrimonio por conveniencia no es el fin del mundo" Rebeca Stain jamás imaginó que el frío y calcular Sloan tendría tanta razón, mucho menos, que la abusiva decisión de su padre la llevaría a conocer al hombre más interesante, caballeroso, atent...