Elías Odell
Intentaba mantener la mirada fija en la carretera... pero eso era imposible teniendo un pie frotando de manera descarada mi entrepierna.
—Chére...
Suspiré hondo, antes de dirigir la mirada hacia el lado del copiloto; y ahí estaba Ma belle et coquine Femme, arrodillada en el asiento de espaldas a mí, con la cabeza fuera de la ventana mientras terminaba de fumar un cigarrillo. Era un deleite el contemplarla, su cabello rebelde le caía por la espalda, et ce cul, ¡Zut! Solo me contenía para no extender la mano y tocarlo al verlo apenas cubierto por su vestido corto, mientras lo meneaba de manera distraída al ritmo de la animada música que sonaba a volumen bajo en el radio.
—¿Qué sucede, Odell? —preguntó, viéndome de reojo con una sonrisa que fingía inocencia dibujada en sus labios.
Señalé con la mirada el pie que tenía estirado hacia atrás, jugueteando sobre la bragueta de mi pantalón.
—No podré conducir en este estado. —posé la mano en su tobillo, y acaricié la extensión de su pantorrilla.
Ella esbozó una sonrisa, antes de aventar la colilla fuera del auto. ¡Qué mujer para descuidar el planeta!
—Entonces enciende el piloto automático y cógeme una vez más. —pidió, con voz seductora, antes de volverse en mi dirección.
Aún de rodillas sobre el asiento, se inclinó, hundiendo el rostro en mi cuello para dejar besos húmedos en mi piel, mientras deslizaba su mano por mi abdomen bajo, hasta desabrochar mi pantalón y bajar la cremallera.
«Zut»
—Pero casi estamos en casa, Chére. —traté de resistirme, pero me era imposible.
Eché la cabeza a un lado para darle más acceso, estremeciéndome al sentir sus dedos deslizarse bajo la tela del bóxer para cerrarse alrededor de mi miembro. Cieux, esa mujer iba a acabar con mi poca cordura; era increíble, intrépida, audaz y atrevida. Demasiado hermosa y sensual. Me excitaba con solo respirar, y a su vez, me llenaba de maneras indescriptibles. Mi deseo por ella se había vuelto insaciable, y a pesar de lo agotado que me sentía después de una noche y madrugada tan intensa, no tardé en ponerme duro bajo su tacto.
—Eres un codicioso —dijo, comenzando a frotar mi erección de arriba abajo, sin liberarla. —. Ya estás duro.
—Eres tú quien me provoca, Chére —gemí, cerrando los ojos por segundos, disfrutando de las sensaciones. Los abrí de nuevo y, luego de activar el piloto automático, estiré mi brazo hasta deslizar mis dedos entre sus muslos y tocar su sexo. —. Tú igual, estás húmeda. —dije, comenzando a acariciar sus pliegues sobre la tela, sintiéndola gemir contra mi cuello.
Giré un poco mi cuerpo, obligándola a sacar el rostro de su escondite, e intenté besarla, pero echó la cabeza hacia atrás.
—Aliento matinal y tabaco. —se excusó, negando con frenesí.
Me encogí de hombros y me incliné hacia ella para adueñarme de su boca, sin previo aviso. Poco me importaba el estado en que nos encontrábamos, al fin y al cabo, estábamos en las mismas condiciones; yo estaba lleno de ella y ella de mí. El olor a sexo inundaba aquel auto.
Quería concentrarme totalmente en aquel momento, pero entonces el auto comenzó a sonar con un sistema de alarma que indicaba si había obstáculos o un tráfico pesado al frente, para que pudiera tomar el control. Ya que prácticamente nos encontrábamos en la entrada de nuestro hogar, supuse que quizás se trataba de algún árbol caído. Aún con el rostro ladeado hacia ella, observé de reojo hacia adelante y me desconcertó el encontrarme un aproximado de cuatro patrullas estacionadas.
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Rebeca Odell
Romance"Un matrimonio por conveniencia no es el fin del mundo" Rebeca Stain jamás imaginó que el frío y calcular Sloan tendría tanta razón, mucho menos, que la abusiva decisión de su padre la llevaría a conocer al hombre más interesante, caballeroso, atent...