Capítulo 9

162 13 1
                                    

Rebeca Stain

"La mujer que me enseñó a coger"

—Oh. —fue lo único que brotó de mis labios, mientras volvía la mirada con sorpresa y un poco de consternación hacia la mujer que se encontraba sentada frente a nosotros.

La curiosidad me invadió, y no pude evitar escrutarla; era de tez pálida, complexión delgada y alta. Tenía el cabello castaño, ojos azules un poco saltones, nariz respingadas y labios semi-carnosos. Era elegante y hermosa, a pesar de que aún con la cantidad de maquillaje que llevaba se le marcaba la edad en cada una de sus facciones.

¿De dónde rayos había sacado Elías a esa mujer?

—Elías, querido... ¿qué manera de decirlo es esa? —preguntó, manteniendo una sonrisa de autosuficiencia en los labios.

—Perdóneme usted, West, ahora lo corrijo... Chére, ella fue la mujer que me enseñó el arte de la copulación.

—Te enseñé mucho más que eso —rodó los ojos, riendo, antes de acomodarse un mechón de su cabello tras la oreja. —. Te enseñé a encontrar el placer en dar placer, te enseñé a conocer el cuerpo de una mujer. —sus labios se extendieron en una sonrisa que reflejaba picardía, mientras sus pupilas se dilatan con lujuria, seguramente al imaginar lo que narraba.

Noté que Elías se ponía tenso, era muy evidente que toda aquella situación le incomodaba, ¡y no por nada! Ella nos había abordado en medio de una cena, haciendo declaraciones que seguramente a una esposa tradicional le generaría conmoción, pero, joder, yo no era una esposa tradicional, mucho menos una santa, como para reprocharle a Elías por tener un pasado...

Aunque, si era sincera, pensé que su pasado sería un poco más joven.

—Seguro tu esposa disfruta mucho de los frutos de mi creación, ¿no es así, linda? —posó la mirada en mí.

—Victoria, por favor, no te dirijas a mi esposa. —respondió, en un tono más serio del que había mantenido durante aquella extraña conversación, si es que se le podía llamar así.

Su mandíbula se prensó, como si el que ella me involucrara fuera el talón de Aquiles; parecía molesto, por lo que me apresuré a darle un ligero apretón a su mano, indicándole que todo estaba bien.

—No sabes cuánto lo disfruto. —respondí sin dudar, y la sonrisa de aquella mujer se desvaneció de golpe.

En ese momento lo supe, había dado en el clavo. ¿Acaso ella pretendía hacerme enojar o algo? Cielos, si ella le enseñó a coger así, bendita sea por haber estado antes que mí.

—Lo disfruto de más, realmente me enloquece y obsesiona la manera en que me coge, tan salvaje. Debería felicitarte, ¿no? Le enseñaste bien, me excita sin siquiera esforzarse y me hacer venir de maneras indescriptibles.

Su expresión cambió, parecía molesta por no haber logrado su cometido y eso me llenó de satisfacción.

—Vaya —fijó la mirada en Elías. —. Sí que tiene clase. —comentó con sarcasmo.

Torcí una sonrisa sugerente en dirección a aquella presuntuosa mujer, y le sostuve la mirada. De pronto, la tensión en aquel lugar fue tanta, que habría podido cortarse con una navaja, y el concurso de miradas se volvió realmente incómodo para los tres, pero ni ella, ni yo, estábamos dispuestas a ceder.

—Victoria, ven conmigo, te lo ruego —pidió Elías, terminando con el concurso de miradas al ponerse de pie. —. Chére, regreso en un momento. Puedes ir decidiendo si comemos aquí o nos marchamos —dijo, dándome un beso en la frente, antes de retirarse junto a aquella mujer.

Rebeca OdellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora