Capítulo 15

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Rebeca Stain

Tiempo Atrás

—Quisiera que nunca tuvieras que irte de mi lado —suspiré embelesada, apoyando la frente contra la espalda del chico que se encontraba sentado en el borde de mi cama, quitándose los zapatos.

Luego de una exhaustiva jornada estudiantil, pasar la tarde con mi novio era la mejor manera de relajarme, aunque solo fuese a recostarnos juntos en la cama para platicar por largas horas.

—Lo sé, muñeca —respondió, antes de tomar mis manos para apartarlas un poco y así ponerse de pie, girándose en mi dirección. —. Pero esto no será eterno. Pronto llegará el día en que no tengamos que separarnos, estoy trabajando y reuniré lo suficiente para que podamos mudarnos juntos.

Sonreí, ilusionada por sus palabras.

—No te faltará nada, tendré la capacidad de darte todo a lo que tu padre te ha acostumbrado —continuó, inclinándose hasta apoyar sus manos en mi cama para acercar su rostro al mío. —. Te haré muy feliz, Rebeca Stain.

Posé las manos en sus mejillas y acorté el poco espacio que había entre ambos, ansiosa por sentir sus cálidos labios.

—Me harás feliz aun si no puedes darme todo esto, Thomas —aclaré, acariciándole las mejillas con mis pulgares. —. Lo tengo todo, y aun así siento que no estoy completa hasta que estás a mi lado; solo quiero una vida contigo, una pequeña casa y, ¿cuántos hijos?

Él soltó una carcajada.

—Los que la vida nos dé... ¿te parecen doce?

—¡¿Doce hijos? —expresé aterrada. —. Yo pensaba en tres.

Su risa se incrementó, en tanto tomaba impulso para abalanzarse sobre mí, quedando ambos recostados en mi cama. Envolví su cuello con mis brazos y enrosqué las piernas en su cintura, aferrándome de él como un coala, en tanto repartía tiernos besos por todo su rostro.

—No importa cuantos sean, seguro los amaré tanto como a su hermosa madre —dijo, posando una mano en mi mejilla. —. Te amo, Rebeca y quiero estar contigo el resto de mi vida.

—También te amo. —respondí sin dudar, antes de estirarme hacia él para besarlo con anhelo.

—¡Rebeca! —la puerta de mi habitación se abrió de golpe, y ambos nos apartamos de manera súbita.

Mi pulso se aceleró cuando divisé a mi padre de pie al otro lado del umbral, con una expresión molesta en el rostro, antes de que sus airados ojos se posaran en mi novio.

Si bien se suponía que había aceptado mi relación con Thomas, no le agradaba en lo absoluto que él me visitara en casa y mucho menos que nos encerráramos en mi habitación; eso lo ponía furioso. Siempre fui cuidadosa, procurando que mi novio no se encontrara en casa al llegar mi padre, la abuela me apoyaba, aunque casi nunca era necesario ya que papá siempre estaba en su oficina.

Pero aquel día, justo aquel día, había decidido regresar temprano.

—Quiero que te largues de mi maldita casa.

—Papá, no tienes que ser grosero.

—Tú te callas, te he dicho que no traigas muchachos a mi casa, mucho menos los encierres en tu habitación, esto no es un putero, Rebeca.

—¡Papá!

—Deberías concentrarte mejor en tus estudios y no perder el tiempo con este don nadie; eres mi hija, la heredera de mi imperio.

Rebeca OdellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora