Capítulo 3

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Elías Odell

Para cuando la claridad de la mañana iluminó la habitación de hotel donde me encontraba, las imágenes y sonidos de mis sueños aún revoloteaban en mi cabeza, era algo difícil de olvidar, si más que sueños, eran placenteros recuerdos y todos giraban alrededor de la misma persona; mi amada esposa. Al encontrarme lejos de ella, no podía dejar de pensarla, y juraba que podía verla a un costado de la cama, tumbada de lado, con su escultural y hermoso cuerpo al descubierto, sosteniéndose la cabeza con la mano mientras mantenía una sonrisa entre tierna y pícara.

Despertarme con una erección era habitual en mí, ¿cómo no? Teniendo en cuenta que me encontraba casado con un mujer apasionada, salvaje, sensual y ardiente que cumplía cada una de mis expectativas y deseos. Aquella mañana no fue una excepción, y aunque los últimos dos días había logrado contenerme, deseando cumplir su petición, en aquel momento estaba tan duro que dolía, y sabía que no bajaría por sí solo.

Aún sin abrir los ojos, deslicé la mano por mi abdomen, y froté con vagancia mi erección, por encima de la tela del pijama, una ligera corriente como de electricidad recorrió mi espina dorsal, haciéndome emitir un leve gruñido y aferrarme con más fuerza.

«Zut, será imposible detenerme»

Debí suponer, desde el momento en que me pidió no hacerlo, que la misión sería un fracaso rotundo, ya que cada fibra de mi cuerpo destilaba un deseo intenso por ella. Era abrumador y agónico la forma en que me hacía sentir el solo pensarla, y es que aquella mujer era extremadamente sexual y desenfrenadamente erótica...

...Me hacía perder el control...

...Me volvía loco.

Intenté tragar saliva para aliviarme, pero tenía la garganta seca. Suspiré profundo y estaba a punto de dejar mi erección al descubierto para comenzar a acariciarme directamente, cuando de pronto el celular sonó en el buró a un costado de la cama, haciéndome abrir los ojos de golpe.

—Merde... ¿quién sería tan inopor...

Me incorporé de golpe, una vez que observé en la pantalla que se trataba de Ma Femme, y no dudé en contestar, creyendo que debía tratarse de una verdadera emergencia para que realizara una videollamada a tan tempranas horas.

—Chére... ¿Está todo bien?

—Ah, ¡hola! Sí, sí, tranquilo.

Suspiré de alivio, antes de dejarme caer recostado una vez que observé a través de la pantalla que estaba bien, tranquila, y según veía, se encontraba en el gimnasio en aquel momento, usando la caminadora.

—¿Te desperté? —inquirió, un tanto apenada, mientras detenía la maquina y se limpiaba la cara con una toalla.

—No, descuida —inhalé hondo, tratando de ignorar el palpitar en mi erección suplicante de atención, pero se me era difícil, en especial al verla ahí, usando un diminuto top, sudada y jadeante. —. E-Es grato verte, aunque sea a través de una pantalla.

Intenté disimular.

—Igual, te echo mucho de menos, estoy contando los días —esbozó una sonrisa, pero esta no pasó de ser una mueca. —. Elías, h-hay algo que quisiera pedirte, o más bien proponerte... no sé cómo definirlo. —murmuró lo último.

Fruncí ligeramente el ceño al notarla algo... ¿nerviosa?

—Claro, Chére, dime lo que sea que quieras o necesites.

Ella mordió ligeramente su labio, antes de desviar la mirada, pareciendo meditar muy bien sus futuras palabras.

—¿C-Chére?

Rebeca OdellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora