Capitulo 1

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Traducido por Andreani

Corregido por Melii

Irónicamente, desde los ataques, las puestas de sol han sido gloriosas. Fuera de nuestra ventana del condominio, el cielo arde en llamas como un mango con hematomas de colores: naranja vivo, rojos y morados. Las nubes se incendian con los colores del atardecer, y estoy casi asustada de que aquellos que estamos atrapados por debajo nos incendiemos también.

Con la moribunda calidez en mi cara, intento no pensar en otra cosa que en hacer que mis manos dejen de temblar mientras metódicamente cierro mi mochila. Me pongo mis botas favoritas. Solían ser mis favoritas porque una vez recibí un elogio de Misty Johnson sobre el aspecto de las tiras de cuero que bajaban formando una red a los lados. Ella es —fue— una animadora y conocida por su buen gusto por la moda, por lo que pensé que estas botas eran mi testigo de declaración de moda a pesar de que están hechas por una compañía de botas para senderismo. Ahora son mis favoritas porque las tiras son perfectas para sujetar un cuchillo. 

También introduzco afilados cuchillos para carne en el bolsillo de la silla de ruedas de Paige. Dudo antes de poner uno en el carrito de mi mamá, que está en la sala de estar, pero lo hago de todos modos. Lo deslizo entre una pila de Biblias y un montón de botellas vacías de refrescos. Muevo algo de ropa encima, cuando ella no mira, con la esperanza de que nunca averigüe que está allí.

Antes de que esté totalmente oscuro, llevo a Paige por la sala de estar, hasta las escaleras. Ella puede moverse por su propia cuenta, gracias a su preferencia por una silla convencional sobre el tipo eléctrico. Pero puedo decir que se siente más segura cuando yo la empujo. El ascensor es inútil ahora, por supuesto, a menos que estés dispuesto a arriesgarte a quedarte atascado cuando se va la electricidad.

Ayudo a Paige a salir de la silla y la llevo sobre mi espalda mientras nuestra madre rueda la silla tres tramos de escaleras. No me gusta sentir lo esquelética que esta mi hermana. Está demasiado ligera ahora, incluso para tener siete años de edad, y me asusta más que todo lo demás combinado.

Una vez que llegamos al vestíbulo, pongo a Paige devuelta en su silla de ruedas. Le acomodo un mechón de cabello oscuro detrás de su oreja. Con sus pómulos salientes y sus ojos del color azul como la medianoche, casi podríamos ser gemelas. Su rostro se asemeja más al de un duendecillo que el mío, pero agrégale otros diez años y se vería justo como yo. Aunque nadie jamás nos confundiría, incluso si ambas tuviéramos diecisiete años, más de lo que la gente mezclaría frío y caliente o blando y duro. Incluso ahora, tan asustada como está, las esquinas de su boca se elevan en el fantasma de una sonrisa, más preocupada por mí que por ella misma. Le regreso una, intentando irradiar confianza.

Subo corriendo las escaleras de vuelta, para ayudar a mamá a bajar su carrito. Luchamos con lo desgarbado, haciendo todo tipo de operaciones mientras nos tambaleamos por las escaleras. Esta es la primera vez que he estado contenta de que nadie estuviera en el edificio para escucharlo. El carrito esta atiborrado de botellas vacías, mantas de cuando Paige era bebé, pilas de revistas y Biblias, cada camisa que papá dejó en el armario cuando se mudó y por supuesto, las cajas de sus preciosos huevos podridos. Ella también ha rellenado cada bolsillo de su suéter y de su chaqueta con los huevos.

Considero dejar el carrito, pero la discusión que tendría con mi madre tomaría mucho tiempo y sería mucho más ruidosa que ayudarla. Solo espero que Paige esté bien durante la cantidad de tiempo que toma bajarlo. Debía patearme a mi misma por no bajar del carro primero y así Paige podría estar en el piso de arriba, lugar relativamente seguro, en lugar de estarnos esperando en el vestíbulo.

Para el momento en que llegamos a la puerta del edificio, yo ya estoy sudando y mis nervios están desgastados.

—Recuerden —digo—. No importa lo que pase, sólo sigan corriendo por El Camino hasta llegar a Page Mill. Entonces diríjanse a las colinas. Si nos separamos, nos encontraremos en la cima de las colinas, ¿De acuerdo?

Si nos separamos, no hay muchas esperanzas de pudiéramos reunirnos en algún lugar, pero necesito seguir fingiendo esperanza porque eso puede ser todo lo que tenemos.

Pongo mi oreja en la puerta de nuestro edificio de condominios. No escucho nada. Ni viento, ni pájaros, ni coches, ni voces. Jalo de la pesada puerta sólo un poco y doy un vistazo.

Las calles están desiertas excepto por unos automóviles vacíos estacionados en cada carril.

El día pertenece a los refugiados y a las pandillas callejeras. Pero por la noche, todos desaparecen, dejando las calles desiertas al atardecer. Ahora, hay un fuerte temor de lo sobrenatural. Ambos, mortales depredadores y presas, parecen estar de acuerdo en escuchar sus temores primarios y ocultarse hasta el amanecer. Incluso la peor de las nuevas bandas callejeras deja la noche a cualquier criatura que pueda rondar por la oscuridad en este nuevo mundo.

Al menos, lo han hecho hasta ahora. En algún momento, los más desesperados comenzarán a tomar ventaja de la noche a pesar de los riesgos. Espero que seamos las primeras, así seremos las únicas ahí afuera, por ninguna otra razón que esa arrastraría a Paige lejos de ayudar a alguien en problemas.

Mamá se sujeta de mi brazo mientras mira fijamente a la noche. Sus ojos están intensos por el miedo. Lloró tanto el año pasado desde que papá se fue que sus ojos ahora están hinchados permanentemente. Tiene un terror especial de la noche, pero no hay nada que yo pueda hacer al respecto. Empiezo a decirle que todo estará bien, pero la mentira se congela en mi boca. Es inútil tranquilizarla.

Tomo una respiración profunda y jalo bruscamente la puerta para abrirla.

Ángeles Caídos (Angels Fall): Penryn y el fin de los diasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora