Capitulo 32

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La cabeza me da vueltas con lo que acabo de escuchar. Ni siquiera los ángeles saben por qué están aquí. ¿Significa esto que hay posibilidad de convencerles de que deben marcharse? ¿Podría Raffe ser la clave para provocar una guerra civil entre ángeles? Mi mente trata de dar sentido a las políticas de los ángeles y las oportunidades que esto puede presentar.

Pero controlo mis pensamientos. Porque nada de eso me ayudará a encontrar a Paige.

—Pasaste todo este tiempo hablando con él, ¿Y sólo haces una pregunta sobre mi hermana? —Le miro fijamente—. Él sabe algo.

—Sólo lo suficiente para ser cauteloso.

—¿Cómo lo sabes? Ni siquiera le has presionado por información.

—Le conozco. Algo le asustó. Es todo lo lejos que irá por ahora. Si le presiono, ni siquiera dirá algo.

—¿No crees que esté involucrado?

—¿En un secuestro infantil? No es su estilo. No te preocupes. Es casi imposible mantener un secreto entre ángeles. Vamos a encontrar a alguien dispuesto a hablar.

Se dirige hacia la puerta.

—¿Eres realmente un arcángel? —susurro.

Él me da una sonrisa arrogante.

—¿Impresionada?

—No —miento—. Pero tengo un par de quejas que me gustaría presentar sobre tu persona.

—Habla con la gerencia intermedia.

Le sigo hasta la puerta, fulminándole con una mirada mortal.

Tan pronto como salimos por las puertas dobles del club, nos liberamos del sofocante calor y del ruido. Nos dirigimos del vestíbulo de mármol hacia una fila de ascensores. Tomamos el camino más largo a través de la sala, permaneciendo cerca de las paredes donde las sombras son más densas.

Raffe hace una parada rápida en el mostrador de facturación donde un dependiente rubio en traje está tras el mostrador. Está de pie como un robot, como si su mente estuviera en otra parte hasta que llegamos cerca de él. Tan pronto como estamos en el rango de sonrisa6, su cara se anima en una máscara cortés y profesional.

—¿Qué puedo hacer por usted, señor? —De cerca, su sonrisa parece un poco rígida. Sus ojos, aunque respetuosos cuando mira a Raffe, se vuelven fríos cuando me miran a mí. Bien por él. No le gusta trabajar para los ángeles, y los humanos coqueteando con ellos le gustan aún menos.

—Dame una habitación —El aura de arrogancia de Raffe aumentó durante el camino. Se erige en toda su altura y no se molesta en hacer algo más que mirar al hombre mientras habla. Ya sea porque quiere al secretario lo suficientemente intimidado como para hacer preguntas, o porque todos los ángeles se comportan así con los humanos y no quiere ser recordado por ser diferente. Supongo que ambas cosas.

—Las plantas superiores están todas tomadas, señor. ¿Algo más bajo estará bien?

Raffe suspira como si esto fuera una imposición.

— Bien.

El secretario mira en mi camino, después garabatea algo en su anticuado libro de contabilidad. El secretario entrega a Raffe una llave y dice que estamos en la habitación 1712. Quiero pedir una más para mí, pero me lo pienso mejor. Basándome en las mujeres que tratan de encontrar acompañantes en el edificio, tengo la sospecha de que los únicos humanos que pueden moverse aquí son solamente los sirvientes.

El empleado se gira hacia mí y dice: —Siéntase libre de coger el ascensor, señorita. El poder es de confianza aquí. La única razón por la que usamos llaves en lugar de tarjetas electrónicas es porque los maestros lo prefieren.

Ángeles Caídos (Angels Fall): Penryn y el fin de los diasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora