Aún logro escuchar la música de la radio sonando de fondo. Aún puedo ver el papel amarillo descolorido rasgado en la pared, aún puedo ver tu sonrisa pero la verdad es que el sonido de tu risa se la ha llevado los años. Aún puedo rememorarlo todo a blanco y negro.
#11
Trastorno bordeline
Nunca fuiste la descripción de "normal" que un padre esperaría de su hijo, no es porque no le dieses a mamá una tarjeta hecha a mano cada año en el festival del día de las madres, y tampoco fue a causa de que nunca deseabas salir a jugar baseboll con papá; la verdad es, Gerard, que de ti nadie podía esperar algo por que siempre resultaría ser lo contrario.
Yo te conocí en la iglesia del pueblo, eras ese niño de mejillas regordetas y agujetas desamarradas que se sentaba todos los días al final de la fila izquierda, sin nadie a tu lado y sin ninguna sospecha de que habías venido solo. Yo era ese niño que ayudaba al sacerdote a cargar cosas como si él no tuviese manos, ese niño pequeño y de cabellos rebeldes que llevaba las hostias y el vino a donde fuera que el hombre lo pidiese.
Siempre creí que debías de ser un niño totalmente religioso, porque parecía que solamente hablabas con Dios y con los santos; Recuerdo mirarte desde mi posición y ver cómo rehuías de las personas que se sentaban a tu lado, y cómo comenzabas a temblar cuando te preguntaban por algo.
Fue en un verano cuando me paré frente a ti por primera vez: Te extendí la canasta de las ofrendas y tu miraste el dinero allí dentro como deseando tomarlo, y yo sinceramente esperaba a que hicieras lo que fuera, pero que hicieras algo, entonces con las manos temblorosas buscaste en el bolsillo trasero de tu pantalón y sacaste una brillante moneda de 10, para luego dejarla caer sobre el resto de los metales redondos.
Y tintineó.
Tampoco fuiste mucho lo que un niño católico debiera ser, nunca te vi parado frente a todos para aceptar a el cuerpo y la sangre de Dios por primera vez, tampoco te vi haciendo el padre nuestro y rezando el ave María, y jamás, jamás, jamás le diste tu mano a las personas que se acercaban para pedírtela al momento de decir "La paz del señor este contigo"
Quizá eso es porque la paz ni el señor estuvieron presentes en tu vida, no más de lo que un padre alcohólico y una madre ausente podrían esperar.
Pasaron los años y con ellos la indiferencia de la gente creció a tu alrededor, algunos se habían preguntado por quién eras tú, otros se preguntaban en dónde estaban tus padres, algunos más simplemente te sonreían murmurando lo buen niño que eras por siempre asistir a la iglesia.
Yo nunca fui uno de ellos; La única razón por la que aceptaba pararme frente un montón de imbéciles que blasfeman un día y piden perdón de rodillas al siguiente es porque mi madre así lo había querido, pero en cuanto tuve un poco de control sobre mí mismo deje de hacerlo.
Fue a los 15 años cuando volví a prestarte un poco de atención, Gerard, estabas sentado en una de las bancas esperando a que la gran familia que se había reunido para celebrar una boda saliese de la Iglesia, para que así tu pudieras recuperar tu lugar alejado de todos pero siempre escuchando atentos a las palabras del sacerdote.
Nosotros éramos un grupo de imbéciles con necesidad de probar ser hombres, es por eso que comenzamos a llamarte con nombres horribles y risas terriblemente vulgares. Odio admitirlo, Gerard, pero yo inventé un puñado de apodos que utilizamos en ti.
Te encogiste en ti mismo y cerraste los ojos, probablemente deseando que te dejásemos solo o que en realidad no estuviésemos ahí, pero éramos jóvenes, y seguimos siendo imbéciles, es por eso que cuando te levantaste y trataste de huir te seguimos. Recuerdo a dos de los más grandes correr tras de ti y alcanzarte, tirarte al suelo y comenzar a patearte las costillas. Te hiciste pequeño, pero no hiciste nada más que eso.
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Como una bomba de tiempo, sabíamos que estábamos destinados a explotar [Frerard
FanfictionConjunto de One Shots Frerard, algunos sin mucho sentido, otros con todo el dolor y el odio del mundo. Les dejo aquí, mis pequeños demonios y mis pequeñas fieras escurridas en papel. Algunos narrados por Frank, otros vividos por Gerard. Uno más enfe...