No estamos locos porque estamos enamorados, estamos enamorados porque estamos locos.
#9
Síndrome de doble personalidad
A Frank le gusta contradecirse. En sus cumpleaños no sé en qué color debo envolver sus regalos, no sé si el azul le va a fastidiar o si el rosa le va a incomodar. Por eso opto por comprarle cajas forradas en blanco y negro.
Tampoco sé qué es lo que quiere ver en la tv, algunas veces estamos viendo una película de crímenes y otras veces se enoja si no estamos viendo las noticias. Por eso prefiero no prender el televisor.
A Frank también le gusta hacer y decir cosas un poco crueles cuando estamos solos, como que estoy demasiado gordo o que soy demasiado feo. A veces después de hacerlo se pone a llorar y se disculpaba, pero otras se ríe de mí y hasta me golpea. Por eso prefiero ya no escuchar.
A Frank le gusta mirarme de esa manera que él sólo puede hacer, sus ojos son tan transparentes como el agua y esconden tantas tormentas y tantas calmas, a veces pienso que si me le quedo mirando me perderé dentro de ellos para ahogarme.
A Frank le gusta perderse dentro de mí de otras maneras. Sus besos tan sucios y sus palabras tan dulces, sus caricias son tan suaves que queman y sus golpes tan duros que no se sienten. Le gusta tomarme de la barbilla mientras presiona sus labios contra los míos, sus manos nunca se están quietas al igual que mi mente nunca puede terminar de elegir.
¿Está bien lo que hacemos? ¿Estaría mal no hacerlo?
Le gusta beberse de mí las lágrimas y los miedos, le gusta acunarme en las noches mientras me cuenta historias de terror. Él dice que debajo de nuestra cama hay un monstruo de grandes zarpas negras que me arrastrará al infierno, yo más bien pienso que el monstruo se arropa a mi lado cada noche y que sus garras desgarran mi piel para sacarme de allí abajo.
¿Está bien amar a Frank Iero? ¿Estaría mal no hacerlo del todo?
A Frank no le gusta cuando estoy callado, mucho menos cuando hablo demasiado. Sus ojos se oscurecen y el agua se pone turbia escondiendo un millón de monstruos marinos. A mí me gusta cuando sus palabras son menos afiladas que sus caricias, me gusta cuando araña mi cordura diciendo que me ama, y me gusta mucho más cuando sé que es verdad.
A Frank le gusta escalar montañas para sentirse que está en el pico del mundo, tocando las nubes y acariciando el cielo, como si haciendo esto estuviera tan sólo un poco más cerca de parecerse a Dios.
A mí me gusta fumar esperanzas y beberme mis sueños rotos. Me siento en la cama, desnudo y tan sólo cubriéndome con las sabanas frías que deja después de su partida. Respiro profundo y rememoro mi vida, el por qué estoy aquí atascado con un hombre que tampoco puede decidir si estamos bien. Si yo estoy bien. Si él está bien.
Hay una cabaña en lo alto de una montaña donde el sol se esconde tras las nubes con una promesa latente de que volverá a salir al día siguiente. La casa le perteneció a su padre y está construida en pura madera roída y congelada en la cual vivían los inviernos. Frank a veces dice que su infancia no pudo haber sido de otra forma: Su padre bebiendo con los pies arriba de un taburete frente a la chimenea mientras él contaba pedazos de astillas en la madera.
El viejo murió hace 6 años y le heredó a su hijo lo único que tenía: Su rencor, sus vicios y esa cabaña.
Ahora cada invierno subimos hasta la punta, a donde se puede tocar el cielo. Y Frank se ríe y grita entre carcajadas; sus ojos brillan en felicidad y en locura como si se estuviera burlándose de Dios.
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Como una bomba de tiempo, sabíamos que estábamos destinados a explotar [Frerard
FanfictionConjunto de One Shots Frerard, algunos sin mucho sentido, otros con todo el dolor y el odio del mundo. Les dejo aquí, mis pequeños demonios y mis pequeñas fieras escurridas en papel. Algunos narrados por Frank, otros vividos por Gerard. Uno más enfe...