Éste es el primero, ahora también el último

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Toda historia tiene un final, pero no nosotros. Nunca nosotros.

#12

Este es el primero, ahora también el último

El polvo está en todos lados.

Hay polvo debajo de los sofás y sobre el buró, sobre la televisión inexistente y sobre las fotos que se han caído de la mesita hace millones de noches atrás, y las cuales nadie ha recogido. Hay notas de polvo y mariposas de invierno revoloteando fuera de la ventana, queriendo entrar dentro de la casa para cubrirse del frío. Pero aquí dentro también lo hay.

Los dedos de mi mano se mueven un poco, trato de desentumirlos porque a causa del frío y el dolor se han quedado en esa extraña posición toda la noche. Mi boca jala aire en silencio, mis pulmones intentan hincharse tan solo un poco más, mi existencia trata de aferrarse a la vida y no a la tierra.

Hay mucho polvo en el suelo.

Hay botellas de alcohol y jeringas de insulina por todos lados; solía bromear diciéndote que si no lo hacía una, la otra terminaría por dejarte ciego. Reías y besabas mi pelo, luego me tomabas de la mano y negabas con una sonrisa que siempre me pareció tranquila.

Los cristales rotos de una botella se han incrustado superficialmente en mi brazo izquierdo, quizá todos menos uno, pues también hay sangre a mi alrededor.

Tienes una caja escondida debajo de la cama, y cuando te he preguntado me has dicho que ahí has encerrado tus recuerdos y también tus pesadillas. Me pregunto si algún día, cuando mi cuerpo esté debajo de toda esta tierra, también podré enterrar las mías.

Llevo tanto tiempo en la misma posición, boca abajo y con una mano aplastada bajo mí estómago, que ya no siento nada. No hay dolor ni tampoco hay frío, y quizá tampoco tenga miedo. Pero sé que es mentira.

Sé que dentro de poco tendré que levantarme de aquí y todo mi cuerpo dolerá tremendamente, que mis dedos entumidos no están solo entumidos sino que también están rotos, que el cristal enterrado en mi brazo no está ahí desde la noche pasada sino que quizá desde hace 3, pues no sé cuánto tiempo estuve dormido. O inconsciente. O quizá morí por un rato. Sabré cuánto tiempo ha pasado una vez vea cómo ha empezado a cicatrizar la carne en torno al cristal, cubriéndolo con tejido muerto mientras está teñido con sangre seca que nadie limpió.

Desde mi posición no puedo ver a través de las grietas de la madera si la camioneta sigue ahí o si has salido y te la has llevado. La puerta no parece estar bien cerrada, pues deja entrar con mayor intensidad el frío de diciembre, pero mis piernas no tienen intenciones de moverse, y mi cerebro y mente no desean siquiera intentar huir.

Allá afuera también hay polvo, solo que está cubierto con notas de hielo.

También guardas un libro de psiquiatría junto a un par de imágenes de santos, dices que es para ayudarte, para ayudarnos. Que algún día serás capaz de dejar de amarme tanto.

Porque a esto le llamas amor.

Tienes un cuaderno donde guardas recortes periodísticos, dices que lo haces porque algún día encontrarás uno que hable de ti o de tu madre. Dices que está loca, que esa vieja hace 27 años debió de ser enterrada en una cárcel. Yo te miro en silencio mientras revuelvo la cuchara en un té sin azúcar.

Quizá algún día nuestras fotos aparezcan en la tercera hoja de uno de esos. Me gustaría que el encabezado en lugar de decir algo sobre un asesinato, hable sobre un libro. Nos he hecho un libro, Gerard.

Nos he vestido con la ropa que han usado mis esqueletos durante todo este tiempo en el que los he tenido guardados, y he sacado todos estos secretos y esta desesperación de tal manera porque así cómo tú los entierras, los míos escarban la tierra para salir.

Como una bomba de tiempo, sabíamos que estábamos destinados a explotar  [FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora