Ten.

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[Negación.]

Me niego a amarte, me niego a casarme.

"¿Crees que estamos haciendo lo correcto, cariño?" Cuestionó la elegante mujer cerrando el libro que yacía entre sus manos

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"¿Crees que estamos haciendo lo correcto, cariño?" Cuestionó la elegante mujer cerrando el libro que yacía entre sus manos. Su mirada viajó hasta los ojos castaños de su esposo, preocupada al ver aquellos orbes que siempre la veían con amor, tan lúgubres, apagados y cansados. "Siento que... Nos estamos equivocando con esta decisión." Suspiró, se sentía agobiada e inquieta, sabía de más que Luzu no estaba conforme con sus responsabilidades y se negaba a seguir el estricto régimen que por años siguieron como legado.

Se sentía triste porque su hijo se negaba a obedecerlos, también porque al parecer, se estaban ganando su odio con esas simples peticiones. ¿Qué tan malo era casarse? Quizá para cualquiera sería como todo un sueño hecho realidad casarse con alguien tan grácil, perfecto e impetuoso como lo era la figura de Quackity, aquel chico que desprendía belleza por cada pequeño poro.
No comprendía porqué su primogénito aborrecía la idea de unirse en matrimonio con el híbrido de pato, ¡Estaba segura de que ambos harían la pareja perfecta! Además, la presencia de Quackity en el castillo traería no solo estabilidad, también vendría consigo la aceptación por cada uno de los pueblerinos debido a su personalidad tan carismática y encantadora que era capaz de ganarse los corazones de todos sus fieles.
Quackity era simplemente, el partido perfecto. Muy a diferencia de ese tal Auron al que con tanto añoro su hijo amaba. Entendía lo que era amar y no poder estar juntos pues ella misma había pasado por una situación similar cuando fue desposada por el Rey de Karmaland, su actual esposo.

En otras Naciones, Reinos e Imperios los omegas eran esclavizados y tratados como juguetes sexuales para los gobernantes con la única ideología de que servían como concubinas. Su única labor era traer al mundo los hijos del gobernante para así ampliar su legado, hacer más fuerte su linaje con el propósito de lanzarse a la guerra, ampliando así su territorio.
Había emperadores con un Harém tan grande de hasta 50 omegas que solo utilizaban con fines sexuales, algo inhumano y a su vez, tan triste.
Sin embargo en Karmaland el Reinado era muchísimo más diferente que en los demás Imperios, no solo porque se negaban a la idea de tener cientos de concubinas, sino porque consideraban el matrimonio como algo sagrado, como una bendición en donde traicionar a tu pareja traería consigo el descontento de los Dioses. El papel de los Omegas en Karmaland tenía otro desempeño; traer estabilidad y paz.

Y ese sería el roll que tomaría Quackity cuando formará parte de la familia, traer estabilidad y paz al Reino. Algo que sin duda, ya estaba logrando.

El Rey dejó el periódico reposar frente a la pequeña mesita del té, exasperado por la inquietud de su amada esposa. Podía sentir sus emociones a través del vínculo, aquello que tanto la agobiaba comenzaba hacer lo mismo con él y entendía a lo que se refería, el heredero al trono estaba mostrando una actitud reacia ante sus obligaciones, sin mencionar aquel asunto que tan enfurecido tenía al Reino. La estabilidad pendía por un hilo a causa de su hijo Luzu y ciertamente le costaba comprender qué le hacía falta con tanto antaño a su primogénito.

Matrimonio. [Luckity.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora