Prólogo

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El primer día de clases es emocionante para muchos y horrible par otros. Para Merlina es la peor tortura que podría existir, y si bien le gustan las torturas, detesta las de este tipo.

La única razón por la que ese día era mínimamente disfrutable era que volvería a ver a Enid, su mejor amiga de toda la vida. Si, se veían casi todos los días durante vacaciones, pero aun así adoraba cada momento junto a ella.

Y es que Enid, desde el primer momento, había logrado romper aquella coraza de orgullo y frialdad con la que se refugiaba la gótica. Había logrado que esta viese el mundo de una manera distinta, menos pesimista.

Merlina odiaba salir de su zona de confort, pero lo hacía por ella, porque no quería alejarla con sus actitudes narcisistas, tóxicas y obsesivas.

Había cambiado únicamente por ella, y aveces cuestionaba si eso era bueno o no.

Entró por la puerta principal de la escuela. Un golpe de nostalgia le dio al sentir el aroma a humedad proveniente de la alfombra de la entrada, ver los estantes con galardones y la estatua del fundador del establecimiento. Nada había cambiado, podía asegurar que ni siquiera habían limpiado durante las vacaciones, pues podría hacerse una manta con todo el polvo que había.

Las miradas recelosas de algunos alumnos no se hicieron esperar. La mayoría le tenía cierto odio, era tachada como la típica chica rara, una rebelde sin causa. Y todo eso empeoró después de haber tenido una pequeña pelea con la típica chica popular, inteligente y rica de la escuela: Bianca Barclay. Con sus influencias, la chica había conseguido que la mitad de la escuela la viese mal, aunque eso poco le importaba.

Caminó hasta su casillero, el mismo de siempre, y que tenía algunos stickers de calavera pegados por todas partes. Lo abrió y dejó ahí los libros y cuadernos que ocuparía más tarde en clases, para luego cerrarlo de manera brusca, llamando la atención de algunos alumnos chismosos.

Cuando estaba a punto de largarse a su correspondiente salón, sintió unas manos rodear su cuello, brindándole una calidez que recordaba muy bien, una que le encantaba y la única que soportaba.

Enid Sinclair rió melodiosa detrás de su oreja. Le cubrió los ojos a la Addams con sus manos, la gótica solo rodó los ojos, divertida y algo avergonzada ante la niñeria de su amiga.

— ¡Adivina quién soy, Addams! — Exclamó cantarina, posicionando du cabeza sobre el hombro de su amiga.

— Si eres Satanás te pido que por favor me lleves pronto al infierno, no soporto mi vida.

La Sinclair carcajeó y quitó sus manos de sus ojos, permitiéndole ver otra vez. — No, tontita ¡soy yo! Te extrañé tanto, hace mucho que no nos vemos.

— Enid, nos vimos ayer... — Una risa nasal se le escapó. Acarició las hebras rubias de su amiga al ser abrazada por esta. Podía visualizar la figura de la Barclay en la lejanía, viéndole con recelo. — Vamos a clases, ya están a punto de empezar.

Enid asintió con dicha y la siguió hasta su salón, pues no tenía idea de donde quedaba. Al llegar, pudieron ver al profesor ya en la sala, sentado en su escritorio sin prestarle atención a la juerga que habían formado los alumnos.

Ambas chicas tuvieron una pequeña discusión, nada grave, pues Enid quería sentarse en los asientos de al frente, pero Merlina quería los de al fondo. Al final optaron por los del centro: no estaban ni muy atrás y ni muy adelante.

Merlina se sentó a un lado de la ventana, Enid a su costado. La rubia le hablaba animosamente, pero Merlina no parecía prestar mucha atención, sólo respondió con sonidos de afirmación o asintiendo.

Finalmente sonó el timbre y el profesor se levantó de su asiento. Saludó a todos los alumnos charló un rato con algunos, ese viejo era bastante agradable. Le pidió a los alumnos nuevos que se presentarán, solo 2 pasar adelante. Y cuando el segundo de ellos terminó de hablar, un tercer chico se asomó por la puerta.

— Ah... Disculpe la tardanza, profesor. No sabía dónde estaba mi casillero... — Se disculpó avergonzado, cabizbajo y rascando su nuca.

— No se preocupe, joven. Aprovechando que está ahí ¿por qué no viene y se presenta frente a los demás?

El joven asintió y se paró frente a todos. Una sonrisa tímida se formó en su rostro, luego abrió la boca para así empezar a hablar.

— Hola, es un gusto estar aquí. Soy Ajax Petropolus. Soy nuevo, vengo desde Colorado. Espero llevarme bien con todos.

El profesor sonrió y le indicó que se sentara en uno de los asientos disponibles.

— Tremendo cenutrio ¿no, Enid? — Cuestionó jocosa mientras jugaba con un bolígrafo sobre su mesa. Se vio obligada a volverá hablar al no recibir respuesta de parte de su compañera. — ¿Enid?

La chica siguió sin responder, pues toda su atención estaba centrada en aquel chico de gorra que tímidamente se sentaba en los bancos de atrás. Una sonrisa boba apareció en su rostro: aquel chico era hermoso.

Merlina frunció el ceño al no ser escuchada y se echó sobre su mesa, rayándose las manos con el bolígrafo. Enid ni le prestó atención, estaba completamente distraída viendo a aquel joven de gorra y dulce mirada.

Suspiró embobada, recostado su cabeza sobre la mesa. — Ajax es muy guapo ¿no crees, Merlina? — Susurró sin prestarle atención al profesor, quien explicaba con emoción en la pizarra.

Hasta una patada en los testículos era mejor que ese pelotudito, según Merlina. — Oh, no me digas que ahora te atrae ese niñato, ya tuve suficiente con los 3 chicos de los que te enamoraste el año pasado...

Si, había tenido más que suficiente, su corazoncito se sentía pisoteado. Agradecía que aquel  amor" que su amiga había sentido por ellos no duró más de un mes, esperaba que con Petropolus ocurriese lo mismo.

— No lo sé... Es lindo, y tierno. ¿Crees que debería pedirle su número?

Merlina rodó los ojos y se cruzó de brazos. ¿Tan desesperada estaba Enid por conseguir novio?

Sin saberlo, un nuevo infierno acababa de iniciar para ella.

Y no era de los infiernos que le gustaban.

The Other Woman | Wenclair AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora