Merlina faltó a la escuela dos semanas. Durante ese tiempo, se descuidó a sí misma de manera extrema. No comía, no se aseaba, no dormía, no se comunicaba con nadie. Ni siquiera se movía de su cama: se la pasaba ahí, como si fuese una persona en estado vegetativo; no era consciente del tiempo, ni de su estado, ni de su entorno.
El cambio drástico en su rutina era más que notorio: Su hora de escritura se había reducido a nada, al igual que sus prácticas de cello, sus tardes de reflexión o las salidas con su amiga.
¿Podía considerarla su amiga a este punto? La rubia no la había llamado, ni siquiera le había mandado un misero mensaje, al igual que todos los demás. No le importaba a nadie, estaba sola.
Y siempre lo estaría.
Y cuando finalmente despertó de su largo trance depresivo, decidió volver a la escuela para no volverse loca en el ambiente apestoso y lúgubre de su habitación.
Vistiendo la misma camisa arrugada de siempre, junto un sudadera negra oversize y pantalones igual de holgados; entró al salón de clases y recibió de inmediato las miradas de los presentes. ¿Quién no se le quedaría viendo estando en ese estado tan deplorable? Tenía sus labios partidos y rojizos, unas ojeras gigantescas, un rostro demacrado en general. Caminaba encorvada, con su mochica sucia colgando de su hombro izquierdo y los cordones de sus zapatos sueltos. Y lo que más resaltaba, a pesar de no ser tan visible, eran las vendas apretadas que cubrían sus muñecas y se extendían hasta cubrir todo su antebrazo.
Se sentó en el mismo lugar de siempre: un asiento junto a la ventana, que no estaba ni muy atrás ni muy adelante. No se molestó en mirar a la rubia a su lado, pues no quería encontrarse con aquellos orbes azules que le hacían perder la cabeza.
—Hola. —Le escuchó decir. Se oía angustiada, como si hubiese esperado ese momento por mucho tiempo.
Merlina no respondió, porque sabia que si lo hacía, no podría contener sus ganas de llorar o hacer alguna estupidez de la que más tarde se arrepentiría.
Cuando el profesor de Lengua y Literatura llegó a la sala, la gótica empezó a cabecear hasta que finalmente cayó dormida.
Y como ahora no tenía a Enid para estarla despertando, recibió un regaño del profesor a los minutos después. El viejo, furioso, le ordenó que buscase un compañero con quien realizar el trabajo grupal que había encargado. Merlina no pudo evitar mirar hacia atrás, en donde la Sinclair y el Petropolus realizaban el proyecto con notable emoción, riendo, tomados de las manos.
Su corazón se hizo trizas.
Golpeó su cabeza contra la mesa varias veces, regañándose a si misma por lo idiota que era.
—Disculpa, ¿tienes con quien hacer el trabajo?
Levantó la mirada, intentando descifrar a quien pertenecía aquella voz masculina, desconocida para ella. Miró hacia un lado, y se encontró con un cuerpo esbelto, vistiendo un uniforme impecable, un rostro casi perfecto, cabello largo y castaño.
¿Quién era? Xavier Thorpe.
—No haré el trabajo. Busca a alguien más con quien hacerlo. —Respondió hastiada, enterrando su cabeza entre sus brazos cruzados sobre la mesa,
—Todos los demás ya formaron grupos. Eres la única que queda. —Sonrió incómodo, sin querer fastidiar a la Addams, pero haciéndolo de todos modos. —¿Puedo sentarme aquí?
Ella se alzó de hombros. El chico simplemente se sentó a sj lado, dejando una carpeta roja sobre la mesa, junto a un bolígrafo y un cuaderno. Él intentó buscarle conversa de distintas maneras, pero sus resultados fueron nulos. Empezó a explicar de qué consistía la tarea, pero ella tampoco prestó atención.
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The Other Woman | Wenclair AU
FanfictionWednesday | Wenclair AU [ESP] Enid está enamorada de su nuevo compañero de clases. Merlina le ayuda a acercarse a él, aun si no tiene experiencia en el amor, aún si siente atracción por ella desde hace años. Ella solo era su amiga, la otra mujer, y...