EPÍLOGO.

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—¿Estás seguro de que fue prudente pedirle a Urho que viniera?

Rosen picó a Jin en las costillas, señalando con la cabeza hacia donde Jungkook y Urho estaban con el agua hasta las rodillas en las olas rompiéndose, platicando sin parar sobre ciencia. Urho había acordado tenerlo como asistente de investigación durante su segundo año en la universidad, y ahora estaban muy amistosos.

Jin se recargó en su silla de playa, estirando sus piernas pálidas y disfrutando del comienzo del calor veraniego. Habían ido a la casa de
playa de los padres de Jungkook, y planeaban quedarse allí por dos
semanas. —Si no paran de discutir sobre cómo los orgasmos anales y la lordosis de los omegas están ligados a nuestro ADN de Lobo, y teorizar sobre eso, entonces puede que sí me arrepienta.

Rosen se rió mientras aplicaba aloe sobre los hombros de Yosef.

—Ambos tienen mucho en común —murmuró Yosef, irritable después de haberse quedado dormido bajo el sol durante la primera tarde de sus vacaciones, y ahora sufrir de quemaduras por ello—. Debes odiar cuando se ponen a discutir así.

Jin se encogió de hombros. En el fondo, estaba feliz de ver a su ex amante llevarse tan bien con su alfa. Yosef tenía razón de que tenían más en común de lo que pensaban. Aunque si le decía eso a Urho, lo único que conseguiría sería un comentario vulgar de que ambos estuvieron dentro de su trasero.

Pero era mucho más profundo que eso.

Ambos hombres compartían una devoción hacia sus amigos y familia, lo que demostraba su fuerza de carácter y amorosos corazones.

La mayoría de los días, no podían creer lo afortunado que había sido por encontrar a Urho cuando lo necesitaba, y después haber sido encontrado por Jungkook cuando no sabía que lo necesitaba.

No podría estar más feliz.

Miró hacia Xan, el mejor amigo de Jungkook, quien hacía un hoyo en la
arena y fruncía el ceño hacia los veleros a la distancia. En cuanto a felicidad se trataba, Xan era otra cosa. Se compadecía mucho de él y deseaba conocerlo mejor. A pesar de que Jungkook insistía que Xan era un bromista, hasta el momento había estado muy callado, pero cuando hablaba, era lo suficientemente entretenido. Aunque sus ojos se detenían demasiado tiempo en Urho, y a Jin le preocupaba lo que pudiera suceder si Urho se percataba. Pero hasta ahora, todos se llevaban de maravilla y no había habido ninguna pelea.

Bueno, aparte de Zephyr, quien había peleado como un demonio para evitar ser agarrada y llevada a una pensión donde permanecería hasta que volvieran. Jin aún tenía un rasguño en su antebrazo y una mordida en la mano como resultado de eso, aunque Urho le había puesto una inyección por ello y Jungkook le aplicaba todas las noches la medicina que le recetó.

—¿Estás emocionado por volver a tus clases el próximo otoño? — preguntó Rosen.

—¿O te has vuelto flojo y demasiado mimado por las atenciones de Jungkook? —dijo Yosef.

Jin se rió, hundiendo sus dedos en la arena. —Admito que terminé disfrutando de mi tiempo sabático más de lo que esperaba, pero sí, estoy ansiando dar clases. Mas no el que mis estudiantes me den problemas porque su compañero de clases es mi alfa.

Xan resopló, obviamente escuchando, pero no aportando mucho a la conversación: —Sí, buena suerte con eso —murmuró.

—He querido preguntarte —dijo Yosef, apuntando a un lugar en su costado al que Rosen olvidó ponerle aloe—. ¿Cómo está Miner?

—Muy bien. Y lo creas o no, todavía entra celo. No es lo mismo desde la operación, pero las hormonas que lo desencadenan, siguen funcionando. Ahora pueden relajarse durante ellos, sin preocuparse ya
que no tiene útero para embarazarse.

—Es fantástico.

—Jungkook dice que sus padres son más felices de lo que lo han sido en años, y le creo. Actúan como si estuvieran de luna de miel. —Jin deslizó su mano hacia abajo para rascar el vello debajo de su ombligo.

Una parte de él aún anhelaba tener un hijo de Jungkook, pero ya no le preocupaba que fuera a reprocharle el no ser capaz dárselo. La fascinante forma en que Jungkook cuidaba de él en todos los sentidos, física, emocional y financieramente, anulaba por completo su miedo. Lo aniquilaba.

—¡Xan! —llamó Jungkook—. ¡Ven aquí! —Le hizo señas a su amigo para que fuera con él. Los rayos del sol se vertían en el pelo de Jungkook, haciéndolo parecer como un ángel enviado por Dios Lobo.

Xan se puso de pie y se dirigió al mar, salpicando a Urho y Jungkook.

Jin sonrió mientras la risa de Jungkook llegaba hasta él, directo a su corazón.

Se tragó su gratitud como una bola de alegría y luego se desparramó aún más en su silla de playa, dejando que el sol calentara su pecho y brazos descubiertos. Cerró los ojos, sintiéndose seguro alrededor de sus seres queridos. El sonido de las olas y la brisa fresca se apoderó de
él con dulzura, adormeciéndolo en la felicidad, pero sobresaltándose cuando Jungkook se derrumbó encima de él, húmedo y frío por el agua del océano.

—Despierta, cariño. Ven a nadar conmigo. El agua está riquísima. — Besó su boca—. Como tú.

Jin se rió, aferrándose a su felicidad, sin dejarla ir, y salpicando tras su futuro en el mar azul cerúleo.


FIN

Celo LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora