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Realmente estábamos caminando sin rumbo, de la nada terminados en un lugar muy bonito, nunca había estado ahí, nos tumbamos en el césped y solo se me ocurrió decir una cosa.
-Daniel, veamos las estrellas.
-Las estoy viendo ahora Juliet.
Nos quedamos un momento en silencio, pero realmente disfrutaba tanto ver las estrellas.
-Juliet.
-Si.
-Quiero saber más de ti.
-Qué quieres saber Daniel.
-¿Cómo es tu familia?
-Daniel, porqué tenías que empezar con algo tan complicado.
-Lo siento, no debes decirme si no quieres
-No, está bien, solo dame un momento.
-Vale.
-De acuerdo. Estoy sola, no tengo familia Mis padres murieron cuando era muy pequeña, en realidad no los recuerdo, mis abuelos se encargaron de mi, ellos querían que viviera a su manera y yo, quería ir tras mis sueños, así que hui.
-Juliet...
-Está bien, no tienes que decir nada.
-Tampoco tengo familia.
-¿En serio?
-Mi padre murió, mi madre quedó totalmente mal con su muerte, y solo se fue.
-Pero aún tienes a tu madre, aún tienes familia.
-Pero ella no quiere verme, dice que es como ver a mi padre. Eso debería ser algo bueno.
-Si, debería.
-¿Extrañas a tus padres Juliet?
-No lo sé, apenas si puedo recordarlos, a veces me gustaría llegar a casa y tener a quien contarle cómo estuvo mi día, tener a alguien con quien llorar.
-Puedo ser tú hombro para llorar.
-No te conozco aún, ¿por qué lo harás?
-porque me siento igual.
El silencio se apoderó del lugar, jamás me imaginé encontrar a alguien con quien pueda contar, Daniel se convirtió en alguien especial, él me comprende, quizás podamos ser buenos amigos.
-Juliet, ¿nos vamos? 
-Sí
Daniel se levantó y me tendió la mano, el camino a casa no parecía ser tan largo, descubrí un nuevo lugar, ahora será nuestro lugar.
-Daniel.
-Qué pasa.
-Visitemos este lugar cada vez que queramos ver las estrellas. 
-¿Quieres decir que volveremos a vernos?
-Claro.
-Está bien chica, vengamos a ver las estrellas.
-Vale.
Caminé dando pequeños saltitos mientras tocaba las hojas de los árboles.
Fue la primera vez en mucho tiempo que actué cómo una niña, sin me que dijeran que soy una persona Inmadura, a Daniel parecía no importarle, acompañaba ese estrés ocasionado por mis malos chistes, mi torpeza y mis adorables gestos con una hermosa sonrisa.
Salimos del que parecía ser un parque abandonado, donde lo único que ahora había era naturaleza, eso lo hacía hermoso. El camino fue relativamente corto, al menos para mí casa. Daniel me acompañó hasta la puerta de casa, se despidió de mí con un cálido abrazo. Ese chico era todo lo contrario al chico del violín, su mirada era cálida y reconfortante, parecía ser una persona tranquila, sin miedos y con el corazón intacto, estaba dispuesta a seguir hablando con él, tengo que ampliar mi lista de amistades. Abrí la puerta de casa, Daniel se fue apenas me vio entrar. Estaba satisfecha con el delicioso sushi, tomé una ducha y fui a la cama.

Las notas de nuestros corazones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora