Cap 34

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El cuerpo inerte del caballero de acuario yacía en el suelo.
Su rostro mantenía una expresión seria, inexpresiva; si sus ojos estuvieran abiertos su mirada estaría apagada y perdida, pero eso haría creer que todavía tenía algo que podía ayudarlo a regresar; Milo aferraba su delgado hilo de esperanza en cosas inútiles, no había nada que podría hacerlo regresar y la negación lo volvía ciego.

Mu se acercó al cuerpo de Camus y reviso el pulso, pero enseguida negó con la cabeza  mirando al grupo de caballeros junto a Athena en señal de la muerte presente; aunque a Athena no se le veía el rostro, era fácil darse cuenta de los escalofríos y temblores leves que le recorrían el cuerpo.

Por su parte Milo se quedó atrás, en silencio y firme. Mantenía una respiración lenta y su corazón parecía que podría detenerse; un gran nudo se formó en su garganta , cerró los ojos y los apretó mientras su cuerpo se tenso de una forma intensa.
Tragó saliva y espero lejos del grupo, hasta que Aldebarán lo miró.

— ¿Por qué no te llevas tú al chico?

Él abrió los ojos y su mente regreso al presente de golpe

— ¿Qué?

Pregunto casi en un suspiro.

— Deberías llevarte al chico, él rubio

Él se exaltó por un momento para luego caminar hacia adelante. Parecía que sus piernas iban a doblarse en cualquier momento, pero dió pasos grandes para poder llegar hasta donde Mu estaba con Hyoga. Al pasar a lado de Camus, contuvo el aire y cerró los ojos hasta llegar al otro lado.
Ya frente a Mu, miró a Hyoga al cual ya estaba cargando.

— Sigue vivo. Me sorprende mucho

Mu lo paso cautelosamente a los brazos de Milo, pero el temía que sus brazos no aguantaran y estuvieran estables, pero hizo un esfuerzo para que sus sentimientos no lo invadieran.

— Hay que seguir

Dijo Athena y los demás hicieron caso a la orden, pero él espero un poco. Se dió media vuelta y miro a Camus nuevamente.
Tenía ganas y la necesidad de llorar, de tirarse al suelo y sostenerlo en sus brazos, de besarlo una última vez y poder suplicarle perdón, pero mientras más deseaba hacer algo, llegó a la conclusión que a lo único que le demostraría esa angustia y sufrimiento es a un cuerpo, un cuerpo sin vida, pues Camus ya no estaba ahí, y no volvería; tal vez solo quería soltar todo lo que tenía en su corazón y tal vez un poco en su abdomen que le causaba tanto dolor, pero tenía que hacer algo o iba a perder la cabeza.

— ¿Milo?

El volteó. Mu esperaba en la salida de la casa de acuario para poder continuar.

— Ya voy

Dijo tragandose de nuevo sus lágrimas.

***

L

o último que encontraron fue a Afrodita y a un chico, los dos víctimas de las rosas envenenadas del caballero de piscis.

De cierto modo, Milo también sentía pesar por la muerte de sus compañeros, pero Camus seguía sobre él como una carga de la cual todavía no había si quiera analizado un poco.

— Igual está vivo

Dijo Athena, haciendo que todos se sorprendieran.

«¿Por qué?»

Pensó Milo. Era una maldita injusticia que ellos tuvieran que morir y los caballeros de bronce hayan sobrevivido solo por haber sabido mejor lo que estaba ocurriendo. El patriarca los había engañado a todos y ahora por su culpa todos estaban muertos.

Ayúdame camus. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora