06 ❪ dibu martinez ❫

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Me reía de un chiste dicho por Otamendi bajo la atenta mirada de mi novio: Emiliano Martinez. Antes de que los chicos viniesen a nuestra casa, habíamos tenido un pequeña discusión porque, según Emi, mi vestido era muy corto.

Claramente lo mandé a la mierda y me puse un short todavía más corto para hacerle la contra.

Y ahora, el hecho de que yo estuviera muy pegada a Nico, lo hacía enojarse más. Se le notaba de acá a la China.

Estuve toda la jornada hablando con todos, menos con mi novio. De vez en cuando cruzábamos miradas, pero yo rápidamente giraba la cabeza para sonreírle al que tuviera en frente. Sabía que eso le molestaba, por eso lo hacía.

Cerca de las tres de la mañana, ya todos se habían ido. Yo salí para despedirme de Nico, y cuando quise entrar a mi bella casita, la puerta estaba trabada.

Me reí a carcajadas.

—¡Que inmaduro de mierda que sos, Emiliano! —le grité mientras le daba un golpe a la puerta.

—¡Inmadura vos, enana pelotuda!

Abrí la boca, indignada.

—¡Enana la tenés, pajero!

En menos de un segundo, la puerta se abrió de par en par y Emi me agarró del cuello para después hablarme bien de cerca, nuestras narices rozaban y a mí se me dibujó una sonrisa en la cara.

La que me venía.

—¿Querés ver que tan "enana" la tengo? —me preguntó con un tono de voz que me voló la tanga.

—Haceme lo que quieras, mi amor —logré pronunciar y en seguida me dio un beso de esos que te hacen palpitar la concha.

Su boca demandaba la mía, su lengua jugueteaba con la mía, y, sentir el sabor tan conocido de sus labios, me excitaba como la puta madre.

No tardó en agacharse, colocar sus manos en la parte trasera de mis muslos y cargarme, haciendo que enredara mis piernas en al rededor de su cintura. Entró de nuevo a la casa y cerró la puerta con fuerza.

Me bajó de golpe y, de un solo empujón, me estampó contra la pared y pegó su cuerpo con el mío. Estábamos re cerca.

Mis piernas temblaron y mi respiración se aceleró.

—Hacete la canchera ahora, hija de mil puta —me dijo burlón y yo entre-abrí mis labios para soltar un jadeo. Sabía muy bien que eso lo re calentaba y funcionó. Volvió a apretarme el cuello con una de sus grandes manos y me susurró en el oído—: I'm gonna fuck you until you can't walk.

(Te voy a coger hasta que no puedas caminar).

Me desarmó completa. Listo, ya estaba. Que me hiciera mierda que yo no iba a poner resistencia.

Yo misma empecé a sacarnos la ropa a la velocidad de la luz y lo empujé varias veces hasta llegar al sillón. Él se sentó y yo me arrodillé al frente suyo. Los dos ya estábamos completamente en bolas así que fue más fácil todo.

Lo miré de forma inocente y lentamente me acerqué a su pene, que por cierto, era enorme.

Pero grande grande era.

Sin exagerar.

Mi novio estaba re bien dotado.

Pasé mi lengua lentamente de forma circular sobre la punta hinchada y llena de líquido preseminal de la pija de Emi.

Él gimió y tiró su cabeza hacia atrás mientras que me agarraba del pelo y de una me hacía meterme su chota en mi boca.

La primera arcada se hizo presente, pero seguí saboreando la longitud de mi novio.

A la otra mitad (la que no llegaba a estar en mi boca) empecé a estimularla con una de mis manos.

Emi volvió a gemir y aceleró mis movimientos. Cuando sentí que su pija se tensó en mí y supe que estaba por venirse, me la saqué de la boca y me levanté.

Emiliano me miró con el entrecejo fruncido.

—Si serás hija de puta —me dijo con voz ronca.

—Esta hija de puta te encanta —susurré mientras me subía sobre él y acomodaba su pija en mi entrada. Lentamente hice que me la metiera.

Sabía perfectamente que esta no era su pose favorita, pero esta vez tenía ganas de ser yo la que llevase el control.

Soltó un largo suspiro y puso sus manos en mis caderas para guiarme; pero rápidamente se las saqué. Él me miró con una ceja alzada y una sonrisa.

—¿Te haces la canchera de nuevo?

Con una facilidad impresionante, me levantó de arriba suyo e hizo que me pusiera en cuatro sobre el sillón.

Me reí y negué con la cabeza. A la mierda con lo de tener el control. Que me hiciera bosta si quería.

—A ver si se te bajan un poco los humos con esto —y me la metió de una.

Solté un fuerte gemido. No me guardé nada.

Las embestidas que Emi me daba eran profundas, rápidas y fuertes. Eran demandantes. Un claro mensaje de que yo era suya.

Y razón tenía.

Toda suya era, al igual que él era todo mío.

—You like it like that? —murmuró con voz grabe y gemí más alto.

(¿Te gusta así?)

Como me ponía que hablara en inglés. Su acento. Su pronunciación. Dios mío. Que me hiciera 10 hijos si quería, yo no tenía problema.

Como no le di una respuesta, me dio una nalgadas y aceleró sus movimientos. Volví a gemir.

—Answer me, whore —demandó mientras me agarraba del pelo y me lo tiraba, haciendo que mi cabeza se fuera un poquito para atrás.

(Respondeme, puta)

—Sí —gemí alto para que me escuchara.

—¿Sí qué? —aumentó más el ritmo y pude sentir un cosquilleo en mi centro. Si seguía así, yo iba a alcanzar el orgasmo en menos de 10 segundos.

—Sí me gusta, Emi.

Y justo después de que terminé de decir eso, me vine y él también. Sentí todo su líquido llenarme y solté un jadeo.

Emiliano salió de mi interior y se sentó en en sillón, con ambos brazos apoyados sobre el respaldar; yo me acurruqué en su pecho, tratando de respirar con normalidad.

Pasé mi dedo por su pecho y comencé a dibujar pequeños círculos sobre este.

La voz de mi bello novio inundó mis oídos.

—¿Otra ronda?

Sonreí y volví a subirme encima suyo, pasando mis manos por su cuello.

—Te habías tardado mucho en preguntar, amor —y lo besé.

No pude caminar con normalidad durante dos días.

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