11 ❪ enzo fernández ❫

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—¿Qué le inventaste? —preguntó Enzo en cuanto me subí a su auto.

—Hola, amor mío. Sí, sí, estoy re bien. Muchísimas gracias por preguntarme, gordo; sos tan tiernis —le sonreí falsamente y después lo miré con cara de orto.

Él se rió, negando con la cabeza, y se acercó a mí para dejar un cálido beso sobre mis labios.

—Hola, mi amor —susurró a un centímetro de mi boca y me volvió a chapar.

Lo separé, agarrandole los dos cachetes con mi mano derecha.

—Acá no, Enzo, nos pueden ver.

Él asintió y empezó a manejar. ¿Destino? Un lugar llamado La Granja que quedaba en Córdoba. Íbamos a pasar una semana en una cabaña que habíamos alquilado.

Le tuve que inventar a Julián que me iba de vacaciones a lo de mis papás, que vivían en Jesús María (quedaba cerca de La Granja) y él me creyó ciegamente.

—¿Qué excusa le metiste? —volvió a preguntarme el morocho mientras ponía una mano en mi muslo y le daba unas cuantas palmaditas.

—Que me iba a la casa de mis papás —hice una mueca y lo miré—. ¿Vos qué le inventaste a tu mujer? —lo último lo dije con amargura.

Odiaba eso.

Estar escondiendonos. Mintiendo casi siempre para poder vernos. Engañando.

Pero no podía evitarlo. Amaba a Enzo de una manera impresionante.

Él me miró de reojo y sacó su mano de mi muslo antes de responder.

—Le dije que me iba a visitar a un amigo de la secu que se había mudado a Córdoba —se encogió de hombros y frenó cuando el semáforo se puso en rojo.

Fruncí el ceño.

—¿Qué compañero se mudó a Córdoba?

—Qué se yo, creo que ninguno. Pero Valentina no sabe eso.

Me reí a carcajadas y él volvió a manejar cuando el semáforo estuvo en verde. Yo prendí el equipo de música del auto y en seguida empezó a sonar "dm", suspiré. Ya me tenía los ovarios llenos esa canción.

—¿Qué suspiras, la concha de tu vieja? Mi auto, mi música —me dijo con burla y yo revoleé los ojos—. Tú ere' loco con ella —gritó—. Ella e' loca conmigo —empezó a tocar bocinazos y a mí me dieron ganas de tirarme por la ventana del auto de la vergüenza—. ¡Vive dándole like, cabrón, yo a ella ni la sigo! —empezó a alentar con la mano y yo me tapé la cara.

Iba a ser un viaje largo.

[...]

Llegamos a la cabaña que alquilamos un día después, justo a la noche. Nos instalamos así nomás y nos tumbamos un ratito en la cama. Estábamos cansadisimos.

ONE SHOTS ❪ scaloneta ❫ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora