one shots de algunos de los integrantes de la scaloneta (selección argentina)
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jugadores:
davo xeneize (especial)
neymar jr (especial)
enzo fernández
leandro paredes
dibu martinez
julián álvarez
lionel messi
paulo dybala
gonzalo montiel
rodrigo...
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Cansada estaba.
Harta de la situación. Harta de la convivencia. Ya no quería seguir así.
Y me iba a ir. No lo soportaba.
Todas sus escenas de celos, sus reproches, acusaciones, desconfianzas...
Ya me tenía los ovarios por el piso.
Suspiré, guardando la mayor cantidad de ropa posible en mi valija. Quería irme rápido, antes de que él llegara.
Re forra de mi parte. Pero no podía despedirme, sino se me iba todo el plan al carajo.
No iba a poder resistirme a esos ojos, esa mirada tan bella que tenía, esos labios carnosos, su barba...
Y me arrepentí en menos de dos segundos.
¿Qué concha iba a hacer?
¿Lo iba a dejar al igual que su ex mujer? ¿Lo iba a dejar al igual que la principal fuente de todas sus inseguridades?
Su ex mujer lo dejó por un hombre más joven. Mucho más joven que él. Y ese era el miedo constante de Nico.
Él temía que yo lo dejara por alguien de mi edad, pues no era una novedad que Nico y yo nos llevábamos varios años de diferencia. Él no entendía que yo nunca lo iba a cambiar por alguien más.
No lo comprendía. No le entraba en la cabeza que yo lo amaba.
Así que fui incapaz de meter otra prenda en la valija; y así como la había empezado a armar con rapidez, comencé a sacar toda la ropa.
—¿Paola? ¿Qué estás haciendo?
Casi me caí de culo.
Me quise matar.
Nicolás estaba en la puerta, mirando con el ceño fruncido la valija que se encontraba ante mí. Tragué saliva y me acerqué a él rápidamente, negando con la cabeza.
Ya me habían entrado las ganas de llorar y se me había hecho un nudo en la garganta.
Era una maricona de mierda.
—¿Me vas a dejar? —la voz de mi marido salió en un susurro casi inaudible. Pude sentir la rabia y el dolor de sus palabras.
—No, mi amor, no. Déjame explicarte —alcancé a decir antes de que con un rápido movimiento me apoyara contra la pared y pusiera una de sus manos en mi cuello, sin hacer ningún tipo de presión.
La expresión de bronca que tenía en la cara se esfumó de inmediato cuando su labio tembló. Y se largó a llorar.
Lloró por mi culpa.
Lo hice llorar, sabiendo lo inestable que era.
Respiré con tranquilidad. Sabía perfectamente que no me iba a hacer nada.