Prólogo

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Podía sentir las gotas de lluvia caer sobre mí.

Mis ojos se mantuvieron cerrados hasta la primera gota. Pese a que las copas de los árboles estaban por encima mío para poder protegerme, los pequeños espacios entre las hojas daban paso a que el agua llegara hasta mi rostro, habiendo ahora un poco de lodo sobre mis mejillas, mientras los rastros de la sangre que ya habían secado, volvían a ser notorios una vez más. El dolor que había sobre mí era tal que, preferí mantenerme acostada sobre el húmedo tronco, esperando a que las horas pasen sin tener que pensar en nada más. 

Había sido un día de esos. 

Normalmente esperaría a que el entrenamiento acabara para ir a casa y sanar lo que tuviera que sanarse, cenaría y después a leer algo. Son pocas las veces en las que he podido dormirme de inmediato por el cansancio, lo cual solo lleva a que esté despierta muchas horas después de que Pada haya dictado la hora de dormir. He aprendido a guardar total silencio mientras pasa de la noche a la mañana, durmiendo lo que sea necesario para cuando toca volver a entrenar. Es lo que vivimos todos los días, pero hoy no había sido uno. Hoy hubo sangre.

Desde donde estoy, con la vista algo nublada por el clima y por el sentir, puedo ver a lo lejos como el montón de nubes están reunidas para dejar caer su lluvia, casi como si fuera a propósito, por que conocen su temperamento y como los días de comienzo de año son los que derrumban su paciencia conmigo. Aunque también debe ser por la temporada, una que suele ser casi helada y sin ningún rastro de vida a nuestro al rededor. No es que haya mucha de esta aún el resto del año, pero la luz del sol estaba ahí para hacerme notar de muchas cosas que a simple vista no me dejaban ver. Ahora mismo no puedo ver nada más que las nubes, como me estoy ahogando en humedad, en lodo y en dolor.

Suspiro lentamente. No lo había hecho en unos minutos, casi sin sentir nada de mi respiración en lo que el agua me hacía despertar de aquel trance; quien sabe cuanto tiempo estuve de esa forma.

La dureza sobre la que estaba me ayudó a enderezar mi cuerpo lentamente. A pesar de que había sido una pelea más directa y de que tiene presente que eso me tomará más descanso de lo habitual, sé que quiere que vuelva a casa ya. Si no las consecuencias serían mucho mayores a lo ocurrido unas horas antes. Mis temblorosas manos pudieron sujetar las raíces sobresalientes del árbol para poder darme el impulso necesario, me senté cuando vi la oportunidad, esto solo significaba que ya había recuperado algo de movimiento y fuerza. 

Volví a suspirar.

Se sentía tan bien cuando... estaba descansando.

Cuando parecía que no era necesario levantarse y seguir.

No sabía si el hecho de volver a estar despierta me dejaba un alivio o un completo desánimo. Lo único de lo que puedo estar segura es que debo de estar en casa antes del anochecer. 

Con el rostro sucio, la ropa desgastada, las piernas casi inmóviles por lo entumecidas que estaban y la vista pesada, pude ponerme asombrosamente de pie. Tenía a los varios árboles del bosque resguardando aún mi cuerpo, funcionando como soporte mientras avanzaba en pasos lentos. Tenía que salir de ese montón de verde para poder encontrar el camino hacia nuestra casa. Soltaba quejidos y cerraba violentamente los ojos en cada movimiento, sin dejar de caminar. Si bien la lluvia no se había detenido, su rápido caer había disminuido, casi a la velocidad con la que yo daba mis pisadas sobre el gras y tierra regados. No demoré más, no quise ver hacia arriba en todo el trayecto, no quería distracciones en lo que me quedaba. 

Una pequeña luz de arcoíris se vio reflejada en las plantas que mis pies pisaban. Me detuve. Eso se veía llamativo, aún cuando no era lo suficientemente grande, porque todo lo demás en el panorama era gris. Di un paso más, no era solamente ese pequeño trozo verde, era todos los que rodeaban la entrada donde vivía. Todos eran pequeños destellos, ahora más notorios, me desconcerté aún más, debo admitir. Usualmente era raro ver algo así a estas horas del día, en esta época del año. 

El insistente deseo de querer ver el causante de todo esto era ya inevitable.

El día no lucía completamente radiante, era a duras penas, una apertura entre un grupo de nubes. No era el típico anaranjado de la primavera, ni algo cercano al verano. Se notaba un azul y gris brillantes, dejando varios rayos de luz caer sobre la tierra. Todo aquel pequeño espacio lucía lo suficientemente feliz para mí porque siempre he admirado el cielo, aún más cuando recordaba porque una parte de mí quiere y se obstina por ser fuerte como Pada.

Volar.

Debe ser excepcional alcanzar el azul del cielo, aún si es con sus nubes todas blancas y esponjadas. 

Vivo con la intención de llegar hasta lo más alto, que es donde se hallan, donde siento que, puede existir un instante de calma constante. Donde el sol no se escabulle de ti, donde sólo tu cuerpo puede apreciarlo más. Vivo con el sueño de convivir entre él y las nubes.

Estar aquí, observarlas como si se tratara de sueños...

Volar. Volar hacia allá.

Pero las ansias desde mi corazón, son interrumpidas. En especial cuando tengo la certeza de que es imposible llegar al cielo, porque esta realidad es dolorosa. Porque es inevitable para mí, percibir todo lo pasado y que se llene mi cabeza de ideas inservibles. Todas aquellas veces en que veía reflejado mi deseo, cuando me sentía vacía e inútil. Cuando mi alma tenía un sombrío agujero, profundamente apenado por mis propias lágrimas. Cuando mi mente estaba más afectada de lo normal, contando las innumerables veces donde, resumiendo, también estaba muerta.

¿En realidad valdría la pena el volverme así de fuerte?

Dejo que la brisa corra por sobre mi rostro, ahora pudiendo contar las gotas de lluvia que caía sobre este, siendo más cálidas que antes.

¿Por quién lucho? No lo sé. Estoy en busca de ese algo, de ese alguien. De algo. Estoy en busca de un porque no tiene mayor cuestionamiento. 

En busca de un corazón puro e inocente.

Que sin duda, ni Pada ni yo tenemos.




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Estoy tratando de editar la novela antes de dignarme a seguirla. ¡HOLA!

Desde hace años quería mejorar el prólogo, háganse la idea de que lo escribí cuando tenía quince años. Hay muchas cosas aquí y en todo lo que se desarrolla la historia que he querido modificar, ya sea porque afecta a la trama, los personajes o solo porque ya no me gustan o tienen errores. Aún pienso editar más este prólogo, pero digamos que partiremos desde esta corrección. Nos vemos, espero, pronto. 

La Inocencia del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora